9/07/2016, 22:08
El intento de intimidar de Ritsuko pareció ser muy efectivo, el oficial se alejó un par de pasos de ella y dejó caer al suelo los trozos de cuerda presumiblemente inútiles para lo que la querían puesto que eran demasiado cortos como para mantener bien amarrada a una persona.
De cualquier manera la kunoichi cumpliría con su palabra y en cuanto toda la guardia comenzó a marchar ella les siguió ignorando totalmente al moreno y al otro que desde un principio ni presencia tenía, hasta su madre era más carismática que ese ladrón idiota.
De un momento a otro, mientras todos iban caminando por las calles que Ritsuko había recorrido para llegar hasta la biblioteca los guardias hicieron una pequeña parada en el bendito prostíbulo que ella había mencionado en algún momento al albino que les acompañaba y no pudo evitar soltar esa mueca de desagrado al ver como el jefe de jefes comenzaba a coquetear con una fémina bastante voluptuosa.
—¿Ves? No te mentía. —Le soltó con cierto asco al moreno haciendo referencia a lo que le había dicho en cuanto se lo encontró.
Sin esperar respuestas ni nada por el estilo, la kunoichi se acercó a un poste cercano donde colgaba un cartel de ‘propaganda’ y apoyó su espalda en este, cosa que todo su peso descansara en el cartel y pudiera ‘descansar’ un poco al menos.
Gracias a esto, la pelirroja fue capaz de escuchar una conversación entre guardias de lo más interesante. ~¿Yo? ¿Adinerada…? ~Repitió en su cabeza con cierta sonrisita divertida, con suerte tenía dinero para pagarse la posada y comida, de ahí que aceptase trabajos tan estúpidos como llevar una cartita de amor de una adolescente interesada a un anciano ricachón.
Pero la atención de la de Taki se volvió a centrar en el otro shinobi que la había estado acompañando, era algo curioso y hasta cómico en un principio pero luego a causa del lugar donde se encontraban la mente de la chica se vio obligada a interpretar las cosas de otra manera y un ligero rubor se adueñó de sus mejillas.
—No hombre, que no soy una furcia. —Le dijo algo incómoda al chico.
Lo último que le faltaba era que le pidieran de ‘esos’ servicios por no dignarse a negar una acusación hecha de la nada en su contra. Y como era de esperarse, ni se dio por enterada que faltaba el ladrón.
De cualquier manera la kunoichi cumpliría con su palabra y en cuanto toda la guardia comenzó a marchar ella les siguió ignorando totalmente al moreno y al otro que desde un principio ni presencia tenía, hasta su madre era más carismática que ese ladrón idiota.
De un momento a otro, mientras todos iban caminando por las calles que Ritsuko había recorrido para llegar hasta la biblioteca los guardias hicieron una pequeña parada en el bendito prostíbulo que ella había mencionado en algún momento al albino que les acompañaba y no pudo evitar soltar esa mueca de desagrado al ver como el jefe de jefes comenzaba a coquetear con una fémina bastante voluptuosa.
—¿Ves? No te mentía. —Le soltó con cierto asco al moreno haciendo referencia a lo que le había dicho en cuanto se lo encontró.
Sin esperar respuestas ni nada por el estilo, la kunoichi se acercó a un poste cercano donde colgaba un cartel de ‘propaganda’ y apoyó su espalda en este, cosa que todo su peso descansara en el cartel y pudiera ‘descansar’ un poco al menos.
Gracias a esto, la pelirroja fue capaz de escuchar una conversación entre guardias de lo más interesante. ~¿Yo? ¿Adinerada…? ~Repitió en su cabeza con cierta sonrisita divertida, con suerte tenía dinero para pagarse la posada y comida, de ahí que aceptase trabajos tan estúpidos como llevar una cartita de amor de una adolescente interesada a un anciano ricachón.
Pero la atención de la de Taki se volvió a centrar en el otro shinobi que la había estado acompañando, era algo curioso y hasta cómico en un principio pero luego a causa del lugar donde se encontraban la mente de la chica se vio obligada a interpretar las cosas de otra manera y un ligero rubor se adueñó de sus mejillas.
—No hombre, que no soy una furcia. —Le dijo algo incómoda al chico.
Lo último que le faltaba era que le pidieran de ‘esos’ servicios por no dignarse a negar una acusación hecha de la nada en su contra. Y como era de esperarse, ni se dio por enterada que faltaba el ladrón.