9/07/2016, 22:39
Otoño, año 201
El entrenamiento no fue sencillo. Al cabo de unas semanas, Juro encontró todo tipo de magulladuras y verdugones en su cuerpo. Pronto comprendió el poder de las ancianas, y más importante, lo que podía doler un golpe de sombrilla en la cabeza si el que la manejaba tenía experiencia.
El verano paso sin que lo notase. Día a día, se levantaba y hacía lo que le mandaban. Unas veces era correr entorno a la casa. Otras veces transportar agua. Algunas veces eran cosas como limpiar la casa, hacer la compra – aunque según Furui, seguía siendo un entrenamiento ninja. Katsue, por otra parte, estaba encantada… - después comía, aunque no demasiado, solo comida con energía suficiente para que pudiese aguantar el ritmo. Y por la tarde, hacía los ejercicios y los entrenamientos que Furui le mandaba.
Por las noches, estaba tan cansado que raras veces tenía pesadillas. Y cuando las tenía, eran recibidas por un bastonazo o un latigazo de su hermana por interrumpir su sueño, por lo que se dormía rápido. Aunque parecía una barbaridad, lo cierto es que le ayudaba a mantenerse cuerdo.
Aunque su cuerpo ni mucho menos se había vuelto musculoso, tenía que admitir que se había tonificado al menos un poco. Ya no era un muchacho totalmente escuálido. Al menos ahora podía dar el pego.
Su taijutsu fue mejorando un poco. No excesivamente, Furui estuvo de acuerdo cuando Juro dijo que prefería dedicarse a otros aspectos, pero lo suficiente como para poder encajar un golpe y a mantener el ritmo de un combate. Fueron las primeras sesiones las que dedicaron a eso. La endiablada vieja se movía muy bien, pero Juro consiguió por fin pillarle el truco.
Lo mismo pasó con su destreza con las armas. Consiguió mejorar un poco más su puntería con objetivos en movimiento, y ya de paso, tuvo algo de experiencia real en un combate utilizando su látigo, cosa que casi nunca hacía por miedo a ser derrotado al instante.
Sin embargo, la estación pasó, y Juro siguió sin ser capaz de lo más importante. Dominar el raiton que tanto deseaba.Juro comenzaba a desesperarse, y así lo mostró en el primer día de entrenamiento de la estación de otoño…
- Inténtalo otra vez – insistía Furui, con una notable crispación.
- No puedo – exclamó Juro, cansado – No importa cuántos golpes reciba, no me sale.
- Si no sigues intentándolo desde luego que no te saldrá – le respondió esta, cortante.
- ¿Para qué? – exclamó, por fin – El único objetivo de mi entrenamiento era este, y no lo he conseguido. Solo hemos perdido el tiempo…
- ¿Eso crees? – dijo entonces, increpándole con la mirada.
- Si… No…. ¡Déjame!
Y se fue. Sin más. Soltó todo menos su látigo y se alejó. Quiso dejar de hablar con la anciana, la que le había prometido el dominio de los elementos, y que no había conseguido nada.
Pero en el fondo no estaba enfadado con ella. Ella no tenía la culpa del todo. Estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo iba a conseguir dominar los cinco elementos si no podía hacer algo tan sencillo? ¿Cómo iba a superar a su madre así?
Quizá por miedo a perderse, o porque hacía mucho que no daba un paseo por la aldea, simplemente se metió en casa y fue corriendo a su cuarto.
- No sabía que ahora fueras una niña pequeña…
Pudo reconocer la voz de Katsue al momento. Tan agradable como siempre.
- Déjame…
- Los dos sabemos que no puedes evitar que entre.
La puerta se abrió y tras ella apareció Katsue, con una sonrisa afilada en los labios. Se sentó cerca de él, sin cambiar de expresión.
- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó, de pronto.
- Estoy en mi habitación – contestó, como si fuese lo más obvio del mundo.
- En horario de entrenamiento – le recordó Katsue, con una mueca.
- No me apetece entrenar hoy…
- Juro…
- Ni Juro ni nada. Tú también lo has visto. ¡Una estación entera perdida!
- No lo mires así. Has dado un repaso que ni en la academia ninja. Has mejorado mucho en comparación a lo que eras antes.
- Sí, pero solo hice eso, repasar. Tener claro lo básico. Nunca destacaré con algo así.
- ¿Tú quieres destacar? – preguntó, alzando una ceja.
- Quiero ser un ninja fuerte. No un inútil.
- Nadie ha dominado dos elementos tan rápido como tu… - le recordó Katsue.
- No importa. Ahora ya no sirve…
Juro se levantó y se fue. Su hermana trató de agarrarlo, pero Juro se le escurrió y siguió su camino.
- ¡Vuelve aquí! – exclamó.
Nada más salir de su habitación, los dos se quedaron quietos. Furui estaba justo en frente suyo, esperándolos. Tenía una mirada asesina en el rostro.
- Dejalo, Katsue – dijo, secamente.
- Pero…
- Tiene razón, es un inútil.
Juro se quedó paralizado durante unos momentos. Trató de encontrar cualquier atisbo de broma, pero su semblante permanecía serio.
- He entrenado a muchas personas, pero con diferencia, es la peor. Pensaba que podría. Incluso hice esa estúpida apuesta de hablar de tu madre cuando lo dominaras. Pero ha sido todo en vano.
- No puedes hablar en serio… - dijo Juro, incrédulo.
- Mañana mismo me iré. Es una pérdida de tiempo.
Y paso de largo, rumbo a su habitación, dando un portazo. Su hermana le miró. Juro la miró. Su hermana extendió el brazo, adivinando sus intenciones, pero fue tarde.
Juro salió corriendo, reprimiendo las lágrimas, y fue al único sitio que conocía donde estaría en paz. Su sitio de entrenamiento, el jardín trasero. Dio un portazo a salir, como una furia, y se sentó bajo el gran tronco del árbol que había ahí.
Se quedó un rato ahí, mirando el paisaje, sin poder creer lo que había escuchado de manos de la instructora de su madre. ¿Cómo había podido hacerle eso?
Habían entrenado durante una estación entera. Se había tragado los malditos caramelos. Había hecho todo lo que le había dicho y más. ¿Cómo podía atreverse a decirle algo así, después de todo su fuerza?
“No puede. No puede. No puede…”
La desesperanza que le había devorado se transformó en rabia. Una rabia voraz hacia Furui. Incluso algo de esa rabia iba dirigida hacia su hermana.
Una pequeña lágrima había salido de improviso de sus ojos. La limpió con el dorso de la mano y se levantó, con fuerzas renovadas.
“Voy a dominar el raiton. Lo va a ver. Le restregare en su cara de vieja de lo que soy capaz”
Se mentalizó. Respiró varias veces. Unas cuantas más. Vale, quizá demasiadas. No tenía ni idea de como hacerlo.
Dominar sus dos elementos anteriores había sido fácil, bastante fácil para él. Pero uno más…
Se relajó y pensó en la electricidad estática. En como pasaba de las manos de Furui, en como se generaba para luego pasar al suelo en forma de corriente eléctrica. Era la tranformación más básica, y la más efectiva.
Respiró otra vez, y pensó en una corriente eléctrica. Se mentalizó, e incluso lo imaginó. Imaginó como la electricidad podría pasar a través de sus manos.
Realizó los sellos una vez y exclamó la técnica.
- ¡Raiton: Kangekiha!
No ocurrió nada. Una pequeña parte suya sintió desesperanza. Pero pronto fue acallada por la parte de la furia.
- ¡Raiton: Kangekiha!
Gritar el nombre no ayudaba lo más mínimo. Quizá pudiese focalizar la corriente más fácilmente, pero en esos momentos, no había nada que concentrar.
“No puedo perder aquí… Si no lo consigo, yo nunca… Nunca podré mirar a mi hermana, ni pensar en mi madre…”
Los realizó nuevamente. Otra cadena de sellos, otro intento. Nada salió. Pareció sentir algo, pero nada más.
- Por favor…
Imaginó a su madre. No a su madre realmente, él nunca la había visto. Pero si en las fotos que Katsue le había enseñado. Imaginó como era, la imaginó dominando el elemento…
Liebre. Perro. Jabali. Buey. Rata…
- ¡Raiton: Kangekiha!
Una chispa salió de las manos de Juro. Fue rápida, pero lo hizo. Pasó al suelo y se desvaneció al metro. Quizá no llegó a tanto.
Juro se quedó durante unos momentos mirando su mano. Lo había conseguido. Le había salido.
Ahora comenzaba el verdadero entrenamiento.
…………………………………………………………………………………..
Aunque no lo supiese, dos pares de ojos estaban observándole en ese mismo momento, viendo como se elevava de la caída.
- No se como siempre lo consigues, Furui – comento Katsue, sonriendo con orgullo – Ese idiota lo ha logrado.
Furui rió un poco ante lo que le dijo Katsue. Después, con voz serena, procedió a explicarle.
- Mujer, hombre, niño. Eso no importa. He ayudado a esta familia desde generaciones. Y todos sois igual de cabezotas – ante la mirada que le estaba echando Katsue, suavizo sus palabras – Vosotros y la mayoría de las personas, querida. Se aprende con los años.
- Eso está mejor…
- Juro no entendió lo que le faltaba, una imagen, una idea, una motivación para aprender. Por si solo el entrenamiento no es suficiente. En realidad, él no desea volverse fuerte. Solo lo cree así – explicó – Ese ideal no es suficiente. Por eso fracaso. Solo tuve que esperar para darle un buen escarmiento, lo suficiente para que me odiase…
- ¿Y eso es bueno?
- Es como volver a ser amada – contestó, y ambas volvieron a reir - Juro progresará con las bases que le he dado. Me aseguraré de ello personalmente.
- ¿Quieres té? – Katsue sonrió ante la ayuda de la mujer.
- No gracias, sabe horrible.
La ancianita volvió a encimarse hacia dios sabe dónde, mientras Katsue la observaba, apretando tanto los puños que se volvieron blancos por la tensión…
El entrenamiento no fue sencillo. Al cabo de unas semanas, Juro encontró todo tipo de magulladuras y verdugones en su cuerpo. Pronto comprendió el poder de las ancianas, y más importante, lo que podía doler un golpe de sombrilla en la cabeza si el que la manejaba tenía experiencia.
El verano paso sin que lo notase. Día a día, se levantaba y hacía lo que le mandaban. Unas veces era correr entorno a la casa. Otras veces transportar agua. Algunas veces eran cosas como limpiar la casa, hacer la compra – aunque según Furui, seguía siendo un entrenamiento ninja. Katsue, por otra parte, estaba encantada… - después comía, aunque no demasiado, solo comida con energía suficiente para que pudiese aguantar el ritmo. Y por la tarde, hacía los ejercicios y los entrenamientos que Furui le mandaba.
Por las noches, estaba tan cansado que raras veces tenía pesadillas. Y cuando las tenía, eran recibidas por un bastonazo o un latigazo de su hermana por interrumpir su sueño, por lo que se dormía rápido. Aunque parecía una barbaridad, lo cierto es que le ayudaba a mantenerse cuerdo.
Aunque su cuerpo ni mucho menos se había vuelto musculoso, tenía que admitir que se había tonificado al menos un poco. Ya no era un muchacho totalmente escuálido. Al menos ahora podía dar el pego.
Su taijutsu fue mejorando un poco. No excesivamente, Furui estuvo de acuerdo cuando Juro dijo que prefería dedicarse a otros aspectos, pero lo suficiente como para poder encajar un golpe y a mantener el ritmo de un combate. Fueron las primeras sesiones las que dedicaron a eso. La endiablada vieja se movía muy bien, pero Juro consiguió por fin pillarle el truco.
Lo mismo pasó con su destreza con las armas. Consiguió mejorar un poco más su puntería con objetivos en movimiento, y ya de paso, tuvo algo de experiencia real en un combate utilizando su látigo, cosa que casi nunca hacía por miedo a ser derrotado al instante.
Sin embargo, la estación pasó, y Juro siguió sin ser capaz de lo más importante. Dominar el raiton que tanto deseaba.Juro comenzaba a desesperarse, y así lo mostró en el primer día de entrenamiento de la estación de otoño…
- Inténtalo otra vez – insistía Furui, con una notable crispación.
- No puedo – exclamó Juro, cansado – No importa cuántos golpes reciba, no me sale.
- Si no sigues intentándolo desde luego que no te saldrá – le respondió esta, cortante.
- ¿Para qué? – exclamó, por fin – El único objetivo de mi entrenamiento era este, y no lo he conseguido. Solo hemos perdido el tiempo…
- ¿Eso crees? – dijo entonces, increpándole con la mirada.
- Si… No…. ¡Déjame!
Y se fue. Sin más. Soltó todo menos su látigo y se alejó. Quiso dejar de hablar con la anciana, la que le había prometido el dominio de los elementos, y que no había conseguido nada.
Pero en el fondo no estaba enfadado con ella. Ella no tenía la culpa del todo. Estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo iba a conseguir dominar los cinco elementos si no podía hacer algo tan sencillo? ¿Cómo iba a superar a su madre así?
Quizá por miedo a perderse, o porque hacía mucho que no daba un paseo por la aldea, simplemente se metió en casa y fue corriendo a su cuarto.
- No sabía que ahora fueras una niña pequeña…
Pudo reconocer la voz de Katsue al momento. Tan agradable como siempre.
- Déjame…
- Los dos sabemos que no puedes evitar que entre.
La puerta se abrió y tras ella apareció Katsue, con una sonrisa afilada en los labios. Se sentó cerca de él, sin cambiar de expresión.
- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó, de pronto.
- Estoy en mi habitación – contestó, como si fuese lo más obvio del mundo.
- En horario de entrenamiento – le recordó Katsue, con una mueca.
- No me apetece entrenar hoy…
- Juro…
- Ni Juro ni nada. Tú también lo has visto. ¡Una estación entera perdida!
- No lo mires así. Has dado un repaso que ni en la academia ninja. Has mejorado mucho en comparación a lo que eras antes.
- Sí, pero solo hice eso, repasar. Tener claro lo básico. Nunca destacaré con algo así.
- ¿Tú quieres destacar? – preguntó, alzando una ceja.
- Quiero ser un ninja fuerte. No un inútil.
- Nadie ha dominado dos elementos tan rápido como tu… - le recordó Katsue.
- No importa. Ahora ya no sirve…
Juro se levantó y se fue. Su hermana trató de agarrarlo, pero Juro se le escurrió y siguió su camino.
- ¡Vuelve aquí! – exclamó.
Nada más salir de su habitación, los dos se quedaron quietos. Furui estaba justo en frente suyo, esperándolos. Tenía una mirada asesina en el rostro.
- Dejalo, Katsue – dijo, secamente.
- Pero…
- Tiene razón, es un inútil.
Juro se quedó paralizado durante unos momentos. Trató de encontrar cualquier atisbo de broma, pero su semblante permanecía serio.
- He entrenado a muchas personas, pero con diferencia, es la peor. Pensaba que podría. Incluso hice esa estúpida apuesta de hablar de tu madre cuando lo dominaras. Pero ha sido todo en vano.
- No puedes hablar en serio… - dijo Juro, incrédulo.
- Mañana mismo me iré. Es una pérdida de tiempo.
Y paso de largo, rumbo a su habitación, dando un portazo. Su hermana le miró. Juro la miró. Su hermana extendió el brazo, adivinando sus intenciones, pero fue tarde.
Juro salió corriendo, reprimiendo las lágrimas, y fue al único sitio que conocía donde estaría en paz. Su sitio de entrenamiento, el jardín trasero. Dio un portazo a salir, como una furia, y se sentó bajo el gran tronco del árbol que había ahí.
Se quedó un rato ahí, mirando el paisaje, sin poder creer lo que había escuchado de manos de la instructora de su madre. ¿Cómo había podido hacerle eso?
Habían entrenado durante una estación entera. Se había tragado los malditos caramelos. Había hecho todo lo que le había dicho y más. ¿Cómo podía atreverse a decirle algo así, después de todo su fuerza?
“No puede. No puede. No puede…”
La desesperanza que le había devorado se transformó en rabia. Una rabia voraz hacia Furui. Incluso algo de esa rabia iba dirigida hacia su hermana.
Una pequeña lágrima había salido de improviso de sus ojos. La limpió con el dorso de la mano y se levantó, con fuerzas renovadas.
“Voy a dominar el raiton. Lo va a ver. Le restregare en su cara de vieja de lo que soy capaz”
Se mentalizó. Respiró varias veces. Unas cuantas más. Vale, quizá demasiadas. No tenía ni idea de como hacerlo.
Dominar sus dos elementos anteriores había sido fácil, bastante fácil para él. Pero uno más…
Se relajó y pensó en la electricidad estática. En como pasaba de las manos de Furui, en como se generaba para luego pasar al suelo en forma de corriente eléctrica. Era la tranformación más básica, y la más efectiva.
Respiró otra vez, y pensó en una corriente eléctrica. Se mentalizó, e incluso lo imaginó. Imaginó como la electricidad podría pasar a través de sus manos.
Realizó los sellos una vez y exclamó la técnica.
- ¡Raiton: Kangekiha!
No ocurrió nada. Una pequeña parte suya sintió desesperanza. Pero pronto fue acallada por la parte de la furia.
- ¡Raiton: Kangekiha!
Gritar el nombre no ayudaba lo más mínimo. Quizá pudiese focalizar la corriente más fácilmente, pero en esos momentos, no había nada que concentrar.
“No puedo perder aquí… Si no lo consigo, yo nunca… Nunca podré mirar a mi hermana, ni pensar en mi madre…”
Los realizó nuevamente. Otra cadena de sellos, otro intento. Nada salió. Pareció sentir algo, pero nada más.
- Por favor…
Imaginó a su madre. No a su madre realmente, él nunca la había visto. Pero si en las fotos que Katsue le había enseñado. Imaginó como era, la imaginó dominando el elemento…
Liebre. Perro. Jabali. Buey. Rata…
- ¡Raiton: Kangekiha!
Una chispa salió de las manos de Juro. Fue rápida, pero lo hizo. Pasó al suelo y se desvaneció al metro. Quizá no llegó a tanto.
Juro se quedó durante unos momentos mirando su mano. Lo había conseguido. Le había salido.
Ahora comenzaba el verdadero entrenamiento.
…………………………………………………………………………………..
Aunque no lo supiese, dos pares de ojos estaban observándole en ese mismo momento, viendo como se elevava de la caída.
- No se como siempre lo consigues, Furui – comento Katsue, sonriendo con orgullo – Ese idiota lo ha logrado.
Furui rió un poco ante lo que le dijo Katsue. Después, con voz serena, procedió a explicarle.
- Mujer, hombre, niño. Eso no importa. He ayudado a esta familia desde generaciones. Y todos sois igual de cabezotas – ante la mirada que le estaba echando Katsue, suavizo sus palabras – Vosotros y la mayoría de las personas, querida. Se aprende con los años.
- Eso está mejor…
- Juro no entendió lo que le faltaba, una imagen, una idea, una motivación para aprender. Por si solo el entrenamiento no es suficiente. En realidad, él no desea volverse fuerte. Solo lo cree así – explicó – Ese ideal no es suficiente. Por eso fracaso. Solo tuve que esperar para darle un buen escarmiento, lo suficiente para que me odiase…
- ¿Y eso es bueno?
- Es como volver a ser amada – contestó, y ambas volvieron a reir - Juro progresará con las bases que le he dado. Me aseguraré de ello personalmente.
- ¿Quieres té? – Katsue sonrió ante la ayuda de la mujer.
- No gracias, sabe horrible.
La ancianita volvió a encimarse hacia dios sabe dónde, mientras Katsue la observaba, apretando tanto los puños que se volvieron blancos por la tensión…
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60