10/07/2016, 17:54
Segundo Tsuchiyōbi de Bienvenida del 202
Para cuando despertó se encontraba en un sitio totalmente distinto, y el mundo en el exterior parecía moverse a gran velocidad. Se le hacía increíble que tan solo unas horas antes estuviese observando los bosques cercanos a Tanzaku Gai. Ahora estaba contemplando las cordilleras y los acantilados que se encontraban hacia el oeste del País del Fuego.
«Ya estoy cerca…» Desde aquel sitio todo se veía distinto, pero aún recordaba y reconocía con claridad la ruta que había tomado para acudir al “célebre” torneo de los dojos.
De poco se iba incorporando al mundo de los despiertos, mientras que se hacía consciente, que era él quien estaba en movimiento, y no el paisaje como tal. Se estiró un poco y se movió para colocarse en el asiento junto a la ventana. Recostó su cabeza y fijó sus grises ojos en el cristal, o mejor dicho, en lo que había más allá del mismo; Montañas y riscos cubiertos por los vivaces colores de la primavera. Algunas laderas estaban cubiertas por alfombras de flores blancas y otras estaban salpicadas, como si fueran pecas, de árboles en flor que daban un espectáculo que era único y un poco nostálgico.
Por un rato se olvidó de todos sus problemas, mientras que, como el pasar de las páginas de un libro, el paisaje iba cambiando ante su imperturbable y calmada mirada. Así fue hasta que pronto, la oscuridad lo engullo todo, el vagón había entrado en un túnel.
«Es inevitable —se dijo a sí mismo mientras cerraba los ojos—, para que las vías puedan atravesar la geografía de esta región, se necesita un amplio sistema de túneles para adentrarse en las montañas y un adecuado conjunto de puentes que permitan cruzar los acantilados.»
Viajar en tren tenía sus ventajas y sus incomodidades; La vista desde las alturas era magnífica, pero eventualmente era interrumpida por aquellos tramos a oscuras.
Kazuma se quedó dormido mientras repasaba mentalmente lo que habría de hacer una vez descendiera. Supuso que tendría un buen rato para descansar, pero la velocidad de aquel vehículo de la era moderna superaba sus expectativas; No habían pasado más de quince minutos cuando sintió que todo se detuvo y escuchó una voz gruesa que anunciaba la llegada a la estación terminal.
«He llegado…» Sabiendo que no debía verse del todo bien, tomo un pañuelo y lo utilizo para limpiar cualquier lagaña o saliva seca que pudiese haber en su rostro.
Uno de los mozos encargados de descargar las maletas se ofreció a ayudar al Ishimura, pero este se negó con amabilidad, pues solo llevaba consigo su espada ,guardada en una funda, y un maletín mediano, como el de los hombres de negocio.
Hizo su correspondiente fila para descender, mientras que sentía una extraña mezcla de ansiedad, emoción y añoranza dentro de sí.
—Heme aquí de nuevo, en los Dojos del combatiente. —Susurro mientras se encontraba frente a la salida.
—¡Bienvenidos, señores usuarios, al Lago del Recuerdo! —Reverbero con fuerza aquella voz que provenía de algún parlante.
—Tiene razón… —dijo a nadie en concreto, mientras descendía—. Este no es el mismo lugar al cual llegué en aquella ocasión, ahora es otro, ha cambiado… Igual que lo he hecho yo.