El Lago del Recuerdo... Muchas personas llegan a ese sitio para recordar a sus seres queridos, aquellos que no fueron bendecidos con el don del Ninshu encontraron su final aquel fatídico día. Era un lugar hermoso para ser un lago artificial creado por shinobis, aunque eso no le restaba solemnidad al monumento eregido en el centro del lugar. Se podía ver a algunas personas solas, otras estaban en grupos familares donde quizás faltaba algún miembro. Tatsuya los observaba a todos imaginando que historias tendrían para contar, todas muy tristes seguro.
"Ha pasado casi un año..."
Pero el Takanashi no tenía a quién rendirle honores en ese lugar, el tuvo la dicha de vivir y regresar a su hogar. No iba a desperdiciar la segunda oportunidad que le dió la vida. Durante los últimos meses recorrió gran parte del continente, tratando de hacerse cargo de los problemas de su clan. Por fin había tomado la decisión de responsabilizarse cómo primogénito y futuro jefe de la familia, aunque las cosas no habían salido tan bien como esperaba. La negociación no era su fuerte, tenían algunos problemas que no había logrado solucionar, pero esta vez esperaba encontrar consejo con un legendario herrero que se dice habita en el País del Viento.
Los rumores sobre una lluvia de estrellas y un misterioso metal le habían llevado a realizar una vez más un viaje lejos de su tiera natal, pero esta vez sin la compañía de su leal guardaespaldas Shunsuke. El trayecto fue demasiado sinuoso para su gusto; del País del Río hasta el País de la Tormenta, pasando por el País de la Espiral hasta llegar al País del Fuego. Le parecían que el ferrocarril daba demasiadas vueltas innecesarias. Pero eso sí, a pesar de su laberíntico recorrido llegó mucho más rápido que si hubiera ido directo caminando.
En esta ocasión se detuvo en el Lago del Recuerdo para no tener que seguir sentado en la locomotora, era relajante viajar en tren pero no le gustaba estar demasiado tiempo en los asientos. Llevaba la capa que le regaló su padre, poseía tela extra a manera de bufanda ideal para cubrirse en cuanto llegase al desierto, aunque por ahora se veía un tanto raro con ese sobrante que tapaba su cuello y medio rostro.
Todo parecía igual, pero era diferente a la vez. La gente seguía con sus rutinas, los pájaros seguían cantando, el ritmo del mundo no se detenía y era su deber asegurarse que eso siguiera así; esa fue la tarea que Hagoromo le encargó a los shinobis. Caminaba pensando en varias cosas, a decir verdad no tenía mucho que hacer en ese sitio pero tampoco podía irse, debía esperar al próximo tren y decidió buscar algo con lo que matar el tiempo.
"Podría entrenar un rato..."
Había estado intentando perfeccionar una nueva técnica; desde que empezó a dominar su Kekkei Genkai ha estado buscando la manera de sacarle el máximo provecho. Era un novato con eso, durante años pasó sin mostrar señales de poseerlo, su padre llegó a creer que ni siquiera lo había heredado por lo que ahora era toda una novedad que empezase a desarrollar su poder en una etapa tan tardía de su vida.
Caminó a la orilla y posteriormente caminó sobre el agua, respiró hondo y realizó una cadena de sellos bastante larga... No ocurrió nada, al menos no a simple vista. Corrió por sobre el agua lo más rápido que pudo, pero en algún momento parecía que algo invisible le hizo resbalar y terminó por salir disparado hasta la tierra firme.
—¡No, no, NO!— La velocidad no le dejó ver donde terminaría cayendo...
"Ha pasado casi un año..."
Pero el Takanashi no tenía a quién rendirle honores en ese lugar, el tuvo la dicha de vivir y regresar a su hogar. No iba a desperdiciar la segunda oportunidad que le dió la vida. Durante los últimos meses recorrió gran parte del continente, tratando de hacerse cargo de los problemas de su clan. Por fin había tomado la decisión de responsabilizarse cómo primogénito y futuro jefe de la familia, aunque las cosas no habían salido tan bien como esperaba. La negociación no era su fuerte, tenían algunos problemas que no había logrado solucionar, pero esta vez esperaba encontrar consejo con un legendario herrero que se dice habita en el País del Viento.
Los rumores sobre una lluvia de estrellas y un misterioso metal le habían llevado a realizar una vez más un viaje lejos de su tiera natal, pero esta vez sin la compañía de su leal guardaespaldas Shunsuke. El trayecto fue demasiado sinuoso para su gusto; del País del Río hasta el País de la Tormenta, pasando por el País de la Espiral hasta llegar al País del Fuego. Le parecían que el ferrocarril daba demasiadas vueltas innecesarias. Pero eso sí, a pesar de su laberíntico recorrido llegó mucho más rápido que si hubiera ido directo caminando.
En esta ocasión se detuvo en el Lago del Recuerdo para no tener que seguir sentado en la locomotora, era relajante viajar en tren pero no le gustaba estar demasiado tiempo en los asientos. Llevaba la capa que le regaló su padre, poseía tela extra a manera de bufanda ideal para cubrirse en cuanto llegase al desierto, aunque por ahora se veía un tanto raro con ese sobrante que tapaba su cuello y medio rostro.
Todo parecía igual, pero era diferente a la vez. La gente seguía con sus rutinas, los pájaros seguían cantando, el ritmo del mundo no se detenía y era su deber asegurarse que eso siguiera así; esa fue la tarea que Hagoromo le encargó a los shinobis. Caminaba pensando en varias cosas, a decir verdad no tenía mucho que hacer en ese sitio pero tampoco podía irse, debía esperar al próximo tren y decidió buscar algo con lo que matar el tiempo.
"Podría entrenar un rato..."
Había estado intentando perfeccionar una nueva técnica; desde que empezó a dominar su Kekkei Genkai ha estado buscando la manera de sacarle el máximo provecho. Era un novato con eso, durante años pasó sin mostrar señales de poseerlo, su padre llegó a creer que ni siquiera lo había heredado por lo que ahora era toda una novedad que empezase a desarrollar su poder en una etapa tan tardía de su vida.
Caminó a la orilla y posteriormente caminó sobre el agua, respiró hondo y realizó una cadena de sellos bastante larga... No ocurrió nada, al menos no a simple vista. Corrió por sobre el agua lo más rápido que pudo, pero en algún momento parecía que algo invisible le hizo resbalar y terminó por salir disparado hasta la tierra firme.
—¡No, no, NO!— La velocidad no le dejó ver donde terminaría cayendo...