13/07/2016, 14:20
La estación era un lugar enorme, y lleno de gente, que tenía gran parecido a un panal de abejas; El techo estaba muy alto y la estructura interior era bastante compleja. Las personas caminaban de un lado a otro mientras buscaban el andén que les correspondía y el tren que debían de abordar. Los agentes de seguridad que se movían y observaban sus alrededores, con sus notorios uniformes, en busca de cualquier anormalidad. Lo más notorio era el ruido, que en intensidad era similar al de un mercado durante el día que llegaba mercancía nueva; Las personas hablando mientras esperaban su transporte, los altavoces que anunciaban tanto la hora como la llegada y partida de los trenes y el, aún extraño para él, silbato de las locomotoras, el cual utilizaban para alertar que se estaban poniendo en movimiento.
«Estas máquinas con mucho más impresionantes vistas desde fuera —reflexiono mientras se tomaba un momento para apreciar aquella enorme carroza de acero—. Es difícil de comprender como es que pueden mover semejante peso utilizando un sistema que únicamente necesita agua, fuego y carbón.»
Durante unos minutos se dedicó a caminar dentro de la estación; más por curiosear en los distintos puestos de periódicos y revistas que por buscar la salida por la cual tenía que ir. Al final encontró la ruta que debía de seguir, pero había una señalización, en sentido opuesto, de la cual no podía apartar la vista.
—“Descenso al Lago del Recuerdo” —Leyó para sí en las palabras que estaban escritas en lo alto de la salida.
«Quizás… —de su bolsillo tomó un elegante reloj, el cual adoraba, y en él observó con atención la hora—. Aun es temprano, puedo ir a hacer una visita y luego encargarme de los asuntos del viejo.»
—Sí, eso haré. Los encargos del viejo pueden esperar, pero mis compromisos no. —Dijo determinado, mientras se daba media vuelta y echaba a caminar.
«Estas máquinas con mucho más impresionantes vistas desde fuera —reflexiono mientras se tomaba un momento para apreciar aquella enorme carroza de acero—. Es difícil de comprender como es que pueden mover semejante peso utilizando un sistema que únicamente necesita agua, fuego y carbón.»
Durante unos minutos se dedicó a caminar dentro de la estación; más por curiosear en los distintos puestos de periódicos y revistas que por buscar la salida por la cual tenía que ir. Al final encontró la ruta que debía de seguir, pero había una señalización, en sentido opuesto, de la cual no podía apartar la vista.
—“Descenso al Lago del Recuerdo” —Leyó para sí en las palabras que estaban escritas en lo alto de la salida.
«Quizás… —de su bolsillo tomó un elegante reloj, el cual adoraba, y en él observó con atención la hora—. Aun es temprano, puedo ir a hacer una visita y luego encargarme de los asuntos del viejo.»
—Sí, eso haré. Los encargos del viejo pueden esperar, pero mis compromisos no. —Dijo determinado, mientras se daba media vuelta y echaba a caminar.