16/07/2016, 02:14
En la taberna de Isidra había una chica con un problema. Un problema que, para alguien de su edad, podía resultar enorme. Una edad lo suficientemente mayor como para quedar sola a cargo del bar sin que ello provocase comentarios cizañeros contra su madre por irresponsable. También lo suficientemente mayor como para saber que su madre, que cada Día de la Tierra decía que iba a por sal a casa de Kuma el Semilla, iba en realidad a por otro tipo de condimento.
Pero, al parecer, no lo suficientemente mayor como para vestir aquellas ropas ajustadas que siempre se empeñaba en poner. Tampoco lo suficiente madura como para hacerse el tatuaje que se había hecho en una escapada a Shinogi-to, cuando estrenaron los carriles ferroviarios.
Su problema, por otra parte, radicaba en un cliente. Para una taberna como aquella, siempre vacía a aquellas horas de la tarde, aquello era reducir mucho el número de candidatos. Para empezar, en una esquina del bar, estaba Hachi el Peros, al cual llamaban así porque siempre ponía un pero a todo. Sentado en frente suya, un extranjero. Era jovencito, de esos chicos que quizás pasasen desapercibidos a primera vista, pero que cuanto más te fijabas en él, más guapo te resultaba. Quizá se lo resultase por su peinado exótico, con dos trenzas mohicanas a cada lateral de la cabeza y un moño en la parte posterior. Quizá por sus ojos, oscuros, pero a su vez terriblemente expresivos. O quizá, simplemente, porque estaba cansada de ver siempre los mismos rostros viejos y arrugados de sus vecinos y cualquier cara nueva le parecía maravillosa.
El caso era que el chico no le hacía caso. No importaba lo que hiciese: ponerle ojitos; limpiar una mesa cercana para tener la excusa de pasar al lado suya; o incluso suspirar como una enamorada mientras le miraba de forma descarada. Él parecía inmune a todo, enfrascado en sabe los Dioses qué con Hachi el Peros, pues siempre que se acercaba disimuladamente él bajaba la voz lo suficiente para no entenderle.
Y aquella inmunidad, aquella forma que tenía de pasar de ella tan descaradamente, no hacía sino que se interesase más en él.
Pero entonces, la puerta se abrió y su coleta rubia trazó un arco en el aire al girar de forma tan brusca la cabeza, buscando con su mirada esmeralda el nuevo cliente que acababa de entrar…
Pero, al parecer, no lo suficientemente mayor como para vestir aquellas ropas ajustadas que siempre se empeñaba en poner. Tampoco lo suficiente madura como para hacerse el tatuaje que se había hecho en una escapada a Shinogi-to, cuando estrenaron los carriles ferroviarios.
Su problema, por otra parte, radicaba en un cliente. Para una taberna como aquella, siempre vacía a aquellas horas de la tarde, aquello era reducir mucho el número de candidatos. Para empezar, en una esquina del bar, estaba Hachi el Peros, al cual llamaban así porque siempre ponía un pero a todo. Sentado en frente suya, un extranjero. Era jovencito, de esos chicos que quizás pasasen desapercibidos a primera vista, pero que cuanto más te fijabas en él, más guapo te resultaba. Quizá se lo resultase por su peinado exótico, con dos trenzas mohicanas a cada lateral de la cabeza y un moño en la parte posterior. Quizá por sus ojos, oscuros, pero a su vez terriblemente expresivos. O quizá, simplemente, porque estaba cansada de ver siempre los mismos rostros viejos y arrugados de sus vecinos y cualquier cara nueva le parecía maravillosa.
El caso era que el chico no le hacía caso. No importaba lo que hiciese: ponerle ojitos; limpiar una mesa cercana para tener la excusa de pasar al lado suya; o incluso suspirar como una enamorada mientras le miraba de forma descarada. Él parecía inmune a todo, enfrascado en sabe los Dioses qué con Hachi el Peros, pues siempre que se acercaba disimuladamente él bajaba la voz lo suficiente para no entenderle.
Y aquella inmunidad, aquella forma que tenía de pasar de ella tan descaradamente, no hacía sino que se interesase más en él.
Pero entonces, la puerta se abrió y su coleta rubia trazó un arco en el aire al girar de forma tan brusca la cabeza, buscando con su mirada esmeralda el nuevo cliente que acababa de entrar…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado