Ambos se pusieron en marcha en dirección al centro del cráter relleno de agua. Al Takanashi se le hacía extraño, no le generaba ninguna sensación en especial aquel sitio, pero eso eso no significaba que lo sucedido aquel fatídico día no le hubiese afectado, en lo absoluto. Quizás era porque a el le afectó de una manera diferente, de hecho se enteró que después de eso alguno que otro de los supervivientes terminó con algún trauma. Ya estando en el puente fue el Ishimura quién dió pie a iniciar la conversación.
—Por cierto, ¿Qué te ha traído hasta este sitio, Tatsuya?
—Hmm— Lucía pensativo —No sé como definirlo exactamente, pero se podría decir que es una especie de viaje de negocios— Afirmó —Sin embargo mi tren tardará bastante en salir, así que decidí venir aquí un rato, no había regresado a este lugar desde el incidente— Daba a entender que el también presenció el ataque del Shukaku, aunque su forma distante de referirse a ese suceso pudiera hacer parecer lo contrario.
Entre más se acercaban a la isla central más imponente lucía el monolito, en sus alrededores había distintas ofrendas que iban desde flores, pasando por algunos que dejaban alimentos hasta tablillas e inciensos un poco más tradicionales. Había quienes rezaban, otros lloraban y algunos quizás sonreían al encontrar consuelo. En medio de eso una duda afloró en la mente del de ojos dispares:
"¿Todos aquí tendrán quién los recuerde?"
Cuando una persona muere, son las memorias de la gente las que mantienen vivo el legado que ese alguién dejó. ¿Pero que hay de aquellos que ni siquiera tenían quién los recordase? ¿Las personas comunes no merecen la misma honra que un héroe caído?. El Takanashi observó fijamente el monumento de piedra, pasando su mirada entre los nombres tallados pero sin leer ninguno en específico. Caminaría hasta el lugar, estaba atento a su alrededor pero eso no le impidió pensar en voz alta.
—Taro-san— Pronunció clarísimo el nombre, sin titubear. Acto seguido juntó las manos en posición de rezo, dictando una plegaría en su mente en honor al ex-bandido —Perdón por no traerte nada— Se disculpó con el difunto.
—Por cierto, ¿Qué te ha traído hasta este sitio, Tatsuya?
—Hmm— Lucía pensativo —No sé como definirlo exactamente, pero se podría decir que es una especie de viaje de negocios— Afirmó —Sin embargo mi tren tardará bastante en salir, así que decidí venir aquí un rato, no había regresado a este lugar desde el incidente— Daba a entender que el también presenció el ataque del Shukaku, aunque su forma distante de referirse a ese suceso pudiera hacer parecer lo contrario.
Entre más se acercaban a la isla central más imponente lucía el monolito, en sus alrededores había distintas ofrendas que iban desde flores, pasando por algunos que dejaban alimentos hasta tablillas e inciensos un poco más tradicionales. Había quienes rezaban, otros lloraban y algunos quizás sonreían al encontrar consuelo. En medio de eso una duda afloró en la mente del de ojos dispares:
"¿Todos aquí tendrán quién los recuerde?"
Cuando una persona muere, son las memorias de la gente las que mantienen vivo el legado que ese alguién dejó. ¿Pero que hay de aquellos que ni siquiera tenían quién los recordase? ¿Las personas comunes no merecen la misma honra que un héroe caído?. El Takanashi observó fijamente el monumento de piedra, pasando su mirada entre los nombres tallados pero sin leer ninguno en específico. Caminaría hasta el lugar, estaba atento a su alrededor pero eso no le impidió pensar en voz alta.
—Taro-san— Pronunció clarísimo el nombre, sin titubear. Acto seguido juntó las manos en posición de rezo, dictando una plegaría en su mente en honor al ex-bandido —Perdón por no traerte nada— Se disculpó con el difunto.