19/07/2016, 16:25
El chirrido ensordecedor de aquella técnica se acalló de repente. La ingente cantidad de chakra Raiton que rodeaba la mano de Anzu se disolvió en el aire como una pastilla esfervescente tan pronto ella golpeó el vientre de la estatua con su Chidori. La Yotsuki cayó, flexionando las rodillas al aterrizar sobre la plataforma de roca sobre la que se erguía la figura de Raijin.
—Nada... Otra vez —masculló, tratando de recuperar el aliento.
Parecía evidente que llevaba mucho tiempo allí. O, al menos, que estaba cansada. La cortina de agua que caía sobre el Valle camuflaba el sudor que perlaba su frente y su pecho. Estaba exhausta, pero debía seguir practicando.
—¡Eh, tú! ¿Sólo sabes hacer eso?
Una voz se alzó por encima del repiqueteo de la lluvia sobre las aguas del gigantesco lago, llegando hasta los oídos de la kunoichi. Anzu se volteó, sorprendida, al darse cuenta de que no estaba sola. «¿Quién demonios se tomaría la molestia de llegar hasta aquí?», se preguntó, obviando el hecho de que ella misma lo había hecho.
El extraño ya se había acercado, caminando sobre las aguas de Unraikyo. «Es un ninja. Claro, ¿qué tipo de persona si no vendría a un lugar como éste?» Cuando se acercó más pudo distinguir la figura de un chico moreno con el pelo de color rojo muy intenso. Ella se incorporó, encarando al recién llegado. Sus ojos grises se movieron rápidamente, escudriñando la indumentaria del muchacho en busca de una bandana... que no tardaron en hallar. «Así que de Uzushiogakure, ¿eh?» Después de todas las bromas que Datsue y ella acostumbraban a hacer sobre los uzureños, se le hacía raro estar en presencia de uno.
Más raro fue lo que sucedió a continuación. Una especie de... «¿Araña?» subió a la cabeza del shinobi, protestando con tono ofendido.
—¿Kumopansa? —fue cuanto alcanzó a decir la Yotsuki, después de que aquel chico presentara a la araña—. Joder, ¿ese bicho está hablando? Debería tomarme un descanso, creo que he gastado demasiado chakra... ¡Estoy empezando a tener alucionaciones!
—Nada... Otra vez —masculló, tratando de recuperar el aliento.
Parecía evidente que llevaba mucho tiempo allí. O, al menos, que estaba cansada. La cortina de agua que caía sobre el Valle camuflaba el sudor que perlaba su frente y su pecho. Estaba exhausta, pero debía seguir practicando.
—¡Eh, tú! ¿Sólo sabes hacer eso?
Una voz se alzó por encima del repiqueteo de la lluvia sobre las aguas del gigantesco lago, llegando hasta los oídos de la kunoichi. Anzu se volteó, sorprendida, al darse cuenta de que no estaba sola. «¿Quién demonios se tomaría la molestia de llegar hasta aquí?», se preguntó, obviando el hecho de que ella misma lo había hecho.
El extraño ya se había acercado, caminando sobre las aguas de Unraikyo. «Es un ninja. Claro, ¿qué tipo de persona si no vendría a un lugar como éste?» Cuando se acercó más pudo distinguir la figura de un chico moreno con el pelo de color rojo muy intenso. Ella se incorporó, encarando al recién llegado. Sus ojos grises se movieron rápidamente, escudriñando la indumentaria del muchacho en busca de una bandana... que no tardaron en hallar. «Así que de Uzushiogakure, ¿eh?» Después de todas las bromas que Datsue y ella acostumbraban a hacer sobre los uzureños, se le hacía raro estar en presencia de uno.
Más raro fue lo que sucedió a continuación. Una especie de... «¿Araña?» subió a la cabeza del shinobi, protestando con tono ofendido.
—¿Kumopansa? —fue cuanto alcanzó a decir la Yotsuki, después de que aquel chico presentara a la araña—. Joder, ¿ese bicho está hablando? Debería tomarme un descanso, creo que he gastado demasiado chakra... ¡Estoy empezando a tener alucionaciones!