19/07/2016, 23:59
La Sarutobi sin duda había conseguido llamar la atención del hombretón. Lamentablemente, éste no parecía habérselo tomado a bien. Quizás no le gustaba el fuego, o simplemente le había enfadado que lo interrumpan mientras daba una lección a su joven criado. Fuera como fuera, parecía haber enfocado toda su rabia en la peliblanco, en la que escupía fuego.
Tras un abrupto movimiento, su arma de madera regurgitó un filo de metal. El hombre blandió ambas partes, la que hacía de funda a la derecha, y la parte que cortaba con la zurda. Éste simple hecho ya daba algo de información a la chica, pero no demasiado relevante. Según anunció, no tenía ni puta idea de con quién se metía. Simplemente magnificó los hechos, obviamente no sabía quién era él, al igual que él no sabía quien era ella.
«Si Mogura viese ésto... seguro que me tendría que reconocer que ese arma escondida no es un invento demasiado innovador... jajaja.»
Pese a la amenaza del hombre, la chica permaneció en la misma compostura. Su chulería quizás le jugase una mala experiencia, pero no temía por recibir algún golpe. De hecho, quien terminaría mal parado seguro que iba a ser él. Por otro lado, la chica de su vera no parecía querer inmiscuirse. Tampoco era algo de que culparla, había sido su decisión.
Paso a paso, el hombre comenzó a acercarse a la Sarutobi, así como anunció sus curiosos propósitos. Al parecer quería romperle la "cara de muñeca", y después le metería la vaina de su espada por el mismísimo culo. Sin duda no parecía tener en cuenta que ese orificio es exclusivamente de salida, no de entrada. En fin, ya le explicaría las cosas cuando se calmase un poco...
La chica dejó caer un suspiro al verle intentar un ataque sin preámbulos. Todo estaba decidido, debía "defenderse", si le dejaba inconsciente ya estaba justificada la causa. Si llegaba a incinerarlo por accidente... en fin, los accidentes pasan.
—Que tonto...— Acometió mientras comenzaba su contraataque.
En un acto rápido y fugaz, la chica dejó caer su peso hacia el lateral izquierdo, el opuesto al que venía el ataque. Se dejó caer casi por completo, hasta el punto que su cabeza casi llegó al suelo, pero detuvo su golpe apoyando la mano izquierda en el suelo. Entre tanto, había lanzado su pierna izquierda hacia la trayectoria de la vaina de madera, deteniendo la tajada con la misma suela de la bota. Acto seguido, lanzó la pierna derecha por encima, cruzandola en una patada directa al torso del hombre mientras concluía la acrobacia sencilla en un giro. Aprovechando la misma inercia, la chica terminó rotando sobre si misma, y apoyaría la pierna que había lanzado a la par que se impulsaba con el brazo para retomar la bipedad. Tampoco iba a subestimar a su oponente.
Sin demora, la chica alzó la guardia. Evidentemente en su guardia se notaba que no tenía faltas de entrenamiento. No era la guardia que alzase cualquier tirado de barrio, era una posición correcta y sin demasiados errores; firme y robusta, como su propia manera de golpear.
—Creo que eres tú el que no sabe con quién se mete.— Sentenció la Sarutobi.
Tras un abrupto movimiento, su arma de madera regurgitó un filo de metal. El hombre blandió ambas partes, la que hacía de funda a la derecha, y la parte que cortaba con la zurda. Éste simple hecho ya daba algo de información a la chica, pero no demasiado relevante. Según anunció, no tenía ni puta idea de con quién se metía. Simplemente magnificó los hechos, obviamente no sabía quién era él, al igual que él no sabía quien era ella.
«Si Mogura viese ésto... seguro que me tendría que reconocer que ese arma escondida no es un invento demasiado innovador... jajaja.»
Pese a la amenaza del hombre, la chica permaneció en la misma compostura. Su chulería quizás le jugase una mala experiencia, pero no temía por recibir algún golpe. De hecho, quien terminaría mal parado seguro que iba a ser él. Por otro lado, la chica de su vera no parecía querer inmiscuirse. Tampoco era algo de que culparla, había sido su decisión.
Paso a paso, el hombre comenzó a acercarse a la Sarutobi, así como anunció sus curiosos propósitos. Al parecer quería romperle la "cara de muñeca", y después le metería la vaina de su espada por el mismísimo culo. Sin duda no parecía tener en cuenta que ese orificio es exclusivamente de salida, no de entrada. En fin, ya le explicaría las cosas cuando se calmase un poco...
La chica dejó caer un suspiro al verle intentar un ataque sin preámbulos. Todo estaba decidido, debía "defenderse", si le dejaba inconsciente ya estaba justificada la causa. Si llegaba a incinerarlo por accidente... en fin, los accidentes pasan.
—Que tonto...— Acometió mientras comenzaba su contraataque.
En un acto rápido y fugaz, la chica dejó caer su peso hacia el lateral izquierdo, el opuesto al que venía el ataque. Se dejó caer casi por completo, hasta el punto que su cabeza casi llegó al suelo, pero detuvo su golpe apoyando la mano izquierda en el suelo. Entre tanto, había lanzado su pierna izquierda hacia la trayectoria de la vaina de madera, deteniendo la tajada con la misma suela de la bota. Acto seguido, lanzó la pierna derecha por encima, cruzandola en una patada directa al torso del hombre mientras concluía la acrobacia sencilla en un giro. Aprovechando la misma inercia, la chica terminó rotando sobre si misma, y apoyaría la pierna que había lanzado a la par que se impulsaba con el brazo para retomar la bipedad. Tampoco iba a subestimar a su oponente.
Sin demora, la chica alzó la guardia. Evidentemente en su guardia se notaba que no tenía faltas de entrenamiento. No era la guardia que alzase cualquier tirado de barrio, era una posición correcta y sin demasiados errores; firme y robusta, como su propia manera de golpear.
—Creo que eres tú el que no sabe con quién se mete.— Sentenció la Sarutobi.