20/07/2016, 20:41
Una aguja hecha de hueso del tamaño de un antebrazo se clavó con un ruido seco y vibrante en uno de aquellos árboles. Un ave salió volando asustada al oírlo y se perdió entre las copas de los árboles. He fallado... estos pájaros son más difíciles de acertar. Con tanto obstáculo... -pensó el muchacho.
Se había alejado mucho de la aldea. Quería descubrir lo máximo posible de aquel mundo que se abría ante sus ojos y llevaba varios días como un nómada, cazando cuando podía, pidiendo o tomando comida de los pueblos que veía a su paso, etc. Sin embargo no había visto en su vida un bosque como aquél.
Kondor, acostumbrado a la poca vegetación del desierto, tardó en acostumbrarse medianamente bien al entorno tan lleno de obstáculos. Los árboles eran muy variados: desde algunos inmensos como torreones hasta otros que le llegaban a la rodilla a Kondoriano. Y la fauna era otro cantar.
Las inmensas variedades de especies que podía encontrar aquí le fascinaron. Los olores que le acometían revolucionaban su cerebro. Este lugar estaba repleto de vida y Kondor lo notaba. Sin lugar a dudas prefería vivir ahí que vivir en el desierto.
Se estaba planteando abandonar su casa en Uzushiogakure y quedarse a vivir allí, cuando de repente apareció otro pájaro en escena. Al muchacho le rugían las tripas pero intentó concentrarse. Lentamente y en el mayor silencio que pudo, extrajo su cúbito del antebrazo en forma de aguja y lo agarró con la mano contraria. Esperó hasta notar que el pájaro se relajaba y bajaba sus defensas...
Se había alejado mucho de la aldea. Quería descubrir lo máximo posible de aquel mundo que se abría ante sus ojos y llevaba varios días como un nómada, cazando cuando podía, pidiendo o tomando comida de los pueblos que veía a su paso, etc. Sin embargo no había visto en su vida un bosque como aquél.
Kondor, acostumbrado a la poca vegetación del desierto, tardó en acostumbrarse medianamente bien al entorno tan lleno de obstáculos. Los árboles eran muy variados: desde algunos inmensos como torreones hasta otros que le llegaban a la rodilla a Kondoriano. Y la fauna era otro cantar.
Las inmensas variedades de especies que podía encontrar aquí le fascinaron. Los olores que le acometían revolucionaban su cerebro. Este lugar estaba repleto de vida y Kondor lo notaba. Sin lugar a dudas prefería vivir ahí que vivir en el desierto.
Se estaba planteando abandonar su casa en Uzushiogakure y quedarse a vivir allí, cuando de repente apareció otro pájaro en escena. Al muchacho le rugían las tripas pero intentó concentrarse. Lentamente y en el mayor silencio que pudo, extrajo su cúbito del antebrazo en forma de aguja y lo agarró con la mano contraria. Esperó hasta notar que el pájaro se relajaba y bajaba sus defensas...