29/07/2016, 00:15
A pesar de estar concentrado, había algo que no parecía ir bien. Algo le decía que no estaba solo. Su olfato, parecía estar captando un tenue olor, le venían retazos de aromas y no podía estar seguro. Aspiró profundamente, concentrándose, como si quisiera seguir cazando al pájaro.
Y entonces lo notó. Era un olor muy diferente, olía a ciudad, olía a humano.
No estaba seguro de su localización, pero parecía ocultarse. Aquello no le gustaba. Sabía perfectamente que ocultarse solo servía para acechar a tu presa o para evitar que te acecharan a ti. Como fuera, tenía que solucionar aquello con firmeza. Una advertencia le servía para intentar intimidar a su cazador, o si simplemente era alguien intentando esconderse, intimidarlo le serviría también; puesto que las intenciones de Kondor no serían malas y obligaría a salir al asustado humano.
El salvaje intentó concentrarse para encontrar el foco del olor, y a pesar de no encontrar la zona exacta, supo que venía de detrás de el. Con un rápido movimiento, lanzó la aguja de hueso a un árbol cercano al origen del olor mientras exclamaba:
- ¡Sal de allí! -con un torpe vocabulario y su estrafalario acento.
La aguja se clavó en el árbol, vibrando de nuevo. Cuanto más cerca de su objetivo, más nervioso se pondría, pero solo podía confiar en la suerte y en su sentido más fiel. Tenía que descubrir si aquel humano era peligroso o no, y si no lo era, continuaría su caza. El estómago empezaba a rugirle con severidad.