1/08/2016, 22:45
(Última modificación: 1/08/2016, 22:45 por Aotsuki Ayame.)
El chico se detuvo durante unos segundos. Como congelado en el tiempo y el espacio, parecía estar extremadamente concentrado en algo. Pero desde su posición, Ayame no podía siquiera imaginar qué podía ser.
Y entonces, ocurrió.
Por un pelo no se le escapó una exclamación de sorpresa cuando el desconocido se dio la vuelta y lanzó un proyectil que terminó clavado con un vibrante sonido en el tronco del árbol sobre el que estaba apoyada, apenas unos pocos metros de donde se encontraban sus pies.
—¡Sal de allí! —exclamó, y sus palabras sonaron rudas y raras en sus oídos.
«Qué agresivo...» Torció el gesto, observando con cuidado el arma con el que la había atacado. Jamás había visto nada igual, era alargado, cilíndrico, de unos treinta centímetros de longitud y un peculiar color que mediaba entre el blanco y el pardo. La textura no era metalizada, pero eso no parecía haber sido un impedimento para terminar clavado de aquella manera. Fuera lo que fuera aquella cosa, podía ser peligrosa.
Y su dueño también podía ser peligroso.
¿Qué debía hacer? Aún estaba refugiada, supuestamente a salvo, entre la vegetación. Pero si intentaba huir notaría su movimiento enseguida. Y lo más probable es que volviera a atacarla. No debía meterse en líos, y menos en un terreno que no era el suyo, pero...
La muchacha saltó del árbol, con los brazos en alto y mirada nerviosa. Aunque estaba tan armada como el chico, buscaba hacerle ver que no tenía ningún tipo de intención hostil.
—Siento haberte sobresaltado, no era mi intención... —habló, ladeando ligeramente el rostro. Sus ojos, clavados en el chico, estudiaban concienzudamente cada uno de sus movimientos.
Buscando cualquier leve indicio de agresividad...
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