3/08/2016, 03:12
—Se me hace un poco triste tener que escarbar en cosas tan negativas justo ahora que nos hemos reencontrado, lamento no haber podido sacar algo mejor para dialogar —Sonrió un poco apenado—. Creo además que ya es hora de que vaya de regreso a la estación, debo tomar un tren rumbo al País del Viento.
—Creo que dado el momento y el lugar, era el tema de conversación más adecuado. —Después de todo, nadie visitaba un cementerio para ponerse a conversar sobre cosas triviales. Nadie que guardara un poco de respeto, claro.
El joven de ojos grises observo el cielo por un segundo, recordando que él también tenía asuntos pendientes con aquel conocido de su maestro. «Será mejor que también concluya lo que vine a hacer.» Se plantó frente al enorme monolito y como por arte de magia, o acción de algún fuinjutsu, materializó un ramillete de tanpopos. Eran blancos como las nubes y tan ligeros y delicados como las mismas, cualidades típica de aquellas planta. Levantó su brazo con la voluminosa y vistosa carga hasta tenerlo por encima de su cabeza.
Entonces, solo quedó el esperar por unos instantes.
Las corrientes del valle le otorgaron una suave y cálida brisa primaveral que entonaba un murmullo tranquilizador. De él emano cierto regocijo al percibir como las delicadas semillas eran llevadas por el viento hacia algún lugar imposible de adivinar. «Son para ti, Haruka. Es mi forma de agradecerte… De recordarte.» Eran cientos y miles, aquellas semillas que flotaban sin rumbo fijo en un estado de libertad difícil de describir. Ver los aquenios danzando hacia el cielo le hizo pensar en cosas tales como; La fragilidad de la vida, el correr del tiempo, la inocencia y la liberación del ser.
En cuanto la última de las semillas se alejó de él, bajo su brazo y dejó escapar un suspiro que, de alguna forma, le hizo sentirse más ligero y juicioso. Se giró hacia su amigo, en busca de conectar sus pensamientos con lo último que había dicho.
»El País del Viento… —le parecía un destino un tanto extraño para un viaje de negocios—. Por lo que se; es un lugar árido y bastante hostil con quienes no van preparados. Aunque siento tú… Si te adaptas igual a como lo hiciste en aquel bosque, creo que no tendrás ningún problema.
No quería quitarle más tiempo al Takanashi y deseaba cumplir con el compromiso que le había llevado a aquel sitio en primer lugar. Comenzó a caminar hacia el puente, continuando su vida y dejando atrás, al menos por el momento, aquella lápida y el recuerdo de lo que había sucedido.
—Creo que dado el momento y el lugar, era el tema de conversación más adecuado. —Después de todo, nadie visitaba un cementerio para ponerse a conversar sobre cosas triviales. Nadie que guardara un poco de respeto, claro.
El joven de ojos grises observo el cielo por un segundo, recordando que él también tenía asuntos pendientes con aquel conocido de su maestro. «Será mejor que también concluya lo que vine a hacer.» Se plantó frente al enorme monolito y como por arte de magia, o acción de algún fuinjutsu, materializó un ramillete de tanpopos. Eran blancos como las nubes y tan ligeros y delicados como las mismas, cualidades típica de aquellas planta. Levantó su brazo con la voluminosa y vistosa carga hasta tenerlo por encima de su cabeza.
Entonces, solo quedó el esperar por unos instantes.
Las corrientes del valle le otorgaron una suave y cálida brisa primaveral que entonaba un murmullo tranquilizador. De él emano cierto regocijo al percibir como las delicadas semillas eran llevadas por el viento hacia algún lugar imposible de adivinar. «Son para ti, Haruka. Es mi forma de agradecerte… De recordarte.» Eran cientos y miles, aquellas semillas que flotaban sin rumbo fijo en un estado de libertad difícil de describir. Ver los aquenios danzando hacia el cielo le hizo pensar en cosas tales como; La fragilidad de la vida, el correr del tiempo, la inocencia y la liberación del ser.
En cuanto la última de las semillas se alejó de él, bajo su brazo y dejó escapar un suspiro que, de alguna forma, le hizo sentirse más ligero y juicioso. Se giró hacia su amigo, en busca de conectar sus pensamientos con lo último que había dicho.
»El País del Viento… —le parecía un destino un tanto extraño para un viaje de negocios—. Por lo que se; es un lugar árido y bastante hostil con quienes no van preparados. Aunque siento tú… Si te adaptas igual a como lo hiciste en aquel bosque, creo que no tendrás ningún problema.
No quería quitarle más tiempo al Takanashi y deseaba cumplir con el compromiso que le había llevado a aquel sitio en primer lugar. Comenzó a caminar hacia el puente, continuando su vida y dejando atrás, al menos por el momento, aquella lápida y el recuerdo de lo que había sucedido.