7/08/2016, 11:52
Una hembra...
Tras lanzar su aguja, una hembra saltó desde el árbol donde se había clavado. Debía tener su edad, más o menos, era joven y por su aspecto parecía bastante frágil.
Pero su experiencia con los seres humanos le había enseñado a no fiarse únicamente de las apariencias. Muchos shinobis con aspecto delicado habían demostrado tener un poder muy superior al del salvaje. Y la lógica le decía que si aquella chica se encontraba en el bosque, sin rasgos evidentes de estar herida, era porque se desenvolvía bien por allí o era una superviviente nata.
A Kondor le pareció hermosa. Aquellos rasgos, aquellos ojos nerviosos, le recordaron a la mujer que conoció en su infancia; la que cambió su mundo de forma radical. Su corazón palpitaba de forma extraña, la mezcla de recuerdos con los nervios de la situación producía sentimientos enfrentados en el salvaje. La muchacha estaba visiblemente bien provista pero desarmada, y lo demostraba levantando sus manos. Aquellos ropajes, no eran iguales a los que acostumbraba a ver por su aldea, pero eran tan parecidos que Kondor intuyó que era una kunoichi. Ademas tenía una bandana...
La sangre se le heló en las venas al descubrir el símbolo. Kondor lo había visto antes. Era de Amegakure, la aldea oculta de la Lluvia. Era la primera vez que veía a un shinobi de otras villas. Eso le pasaba por alejarse tanto. La cara del salvaje reflejaba nerviosismo: sus ojos abiertos de par en par y una expresión nerviosa con los labios fruncidos que el muchacho no podía ocultar del todo.
La chica se disculpó con Kondor y aquello le hizo relajarse un poco por dentro, aunque por fuera seguía pareciendo un cúmulo de nervios. El salvaje sabía que no había enemistad entre las villas, pero también sabía que no debían interferir en sus misiones. Solo esperaba que la advertencia con la aguja de hueso no se considerara como una provocación y degenerara en algo peor.
- ¿Porrrr ké okultar? - inquirió el huérfano, con las rodillas semiflexionadas, al igual que los brazos, en una postura que revelaba que no tenía intenciones de atacar, pero que estaba preparado para ello. Aunque en realidad su intención sería huir de allí. La civilización no era como la naturaleza, desconocía todos los entresijos de la diplomacia y temía estar creando un problema con su sola presencia allí.
Tras lanzar su aguja, una hembra saltó desde el árbol donde se había clavado. Debía tener su edad, más o menos, era joven y por su aspecto parecía bastante frágil.
Pero su experiencia con los seres humanos le había enseñado a no fiarse únicamente de las apariencias. Muchos shinobis con aspecto delicado habían demostrado tener un poder muy superior al del salvaje. Y la lógica le decía que si aquella chica se encontraba en el bosque, sin rasgos evidentes de estar herida, era porque se desenvolvía bien por allí o era una superviviente nata.
A Kondor le pareció hermosa. Aquellos rasgos, aquellos ojos nerviosos, le recordaron a la mujer que conoció en su infancia; la que cambió su mundo de forma radical. Su corazón palpitaba de forma extraña, la mezcla de recuerdos con los nervios de la situación producía sentimientos enfrentados en el salvaje. La muchacha estaba visiblemente bien provista pero desarmada, y lo demostraba levantando sus manos. Aquellos ropajes, no eran iguales a los que acostumbraba a ver por su aldea, pero eran tan parecidos que Kondor intuyó que era una kunoichi. Ademas tenía una bandana...
La sangre se le heló en las venas al descubrir el símbolo. Kondor lo había visto antes. Era de Amegakure, la aldea oculta de la Lluvia. Era la primera vez que veía a un shinobi de otras villas. Eso le pasaba por alejarse tanto. La cara del salvaje reflejaba nerviosismo: sus ojos abiertos de par en par y una expresión nerviosa con los labios fruncidos que el muchacho no podía ocultar del todo.
La chica se disculpó con Kondor y aquello le hizo relajarse un poco por dentro, aunque por fuera seguía pareciendo un cúmulo de nervios. El salvaje sabía que no había enemistad entre las villas, pero también sabía que no debían interferir en sus misiones. Solo esperaba que la advertencia con la aguja de hueso no se considerara como una provocación y degenerara en algo peor.
- ¿Porrrr ké okultar? - inquirió el huérfano, con las rodillas semiflexionadas, al igual que los brazos, en una postura que revelaba que no tenía intenciones de atacar, pero que estaba preparado para ello. Aunque en realidad su intención sería huir de allí. La civilización no era como la naturaleza, desconocía todos los entresijos de la diplomacia y temía estar creando un problema con su sola presencia allí.