9/08/2016, 19:03
"Esto es tedioso"
Había transcurrido una hora ya y el personal del tren no lograba arreglar la caldera. La gente se estaba desesperando, no sólo por la tardanza sino por el temor de quedarse varados en medio de la gigante caja de arena, era el peor lugar para ello. A diferencia de los bosques y ciudades ahí no había nada que pudieran usar para ayudarse. El Takanashi por su parte no podía hacer nada para ayudar, ya se había resignado a eso y suspiraba mientras esperaba en su vagón; una vez más el camarero entró llevando el almuerzo y de nuevo parecía tener ganas de platicar.
—Lamento mucho los incovenientes, en nombre de todo el personal le pido disculpa por el retraso— Dijo apenado.
—No hay problema, es algo mecánico al final— Dijo quitándole importancia al asunto.
—No es bueno que nos quedemos varados, talvez usted que es extranjero no lo sepa. Pero hay otros peligros de los que preocuparse.
—¿Ah sí? ¿Cómo cuales?— Le daba mala espina aquel comentario.
—Existen muchos bandidos en el desierto, desde que empezó a funcionar el sistema ferroviario surgieron bandas criminales que se dedican a asaltar trenes— Tomó la charola y la abrazó como si estuviera asustado —Van montados a caballo y se dedican a abordar los trenes por la fuerza, aunque por lo general solo atacan trenes de carga, raramente asaltan los de pasajeros.
El de ojos dispares se puso a pensar, a pesar de ser un tren de pasajeros como decía el camarero estando estancados serían blanco fácil de los bandidos. No se veía en medio de semejante pelea, debía hacer algo, aunque sus conocimientos de maquinaria eran más que nulos no le haría daño preguntar.
—¿Que hace falta para echar a andar el tren?
—No sabemos exactamente, necesitamos un mecánico. Hay uno en la garita de control que hay unos kilómetros más adelante, justo en un cruce de cambio de vías, pero— Su rostro se ensombreció —Nadie quiere ir solo por miedo a ser víctima de los maleantes, es demasiado peligroso.
—Pues están de suerte, las cosas peligrosas son de mi especialidad— Se levantó de su asiento y se paró firme ante el botones —Iré yo por el mecánico— Se ofreció.
—¿¡Pero y los criminales!?
—No traigo esto solo de adorno— Dijo mientras removía la tela de su capa para enseñar su bandana con el símbolo de Takigakure.
Fue así como el espadachín decidió encaminarse al puesto control en busca del mecánico. A pesar de que el no conocía para nada sobre el desierto tenía la suerte de que solo necesitaba seguir las vías para llegar a su destino. El botones le dió una cantimplora con agua avisándole que la cuidase pues con el calor del sol la sed no se haría faltar. A partir de ahí lo que le deparaba era incierto.
Había transcurrido una hora ya y el personal del tren no lograba arreglar la caldera. La gente se estaba desesperando, no sólo por la tardanza sino por el temor de quedarse varados en medio de la gigante caja de arena, era el peor lugar para ello. A diferencia de los bosques y ciudades ahí no había nada que pudieran usar para ayudarse. El Takanashi por su parte no podía hacer nada para ayudar, ya se había resignado a eso y suspiraba mientras esperaba en su vagón; una vez más el camarero entró llevando el almuerzo y de nuevo parecía tener ganas de platicar.
—Lamento mucho los incovenientes, en nombre de todo el personal le pido disculpa por el retraso— Dijo apenado.
—No hay problema, es algo mecánico al final— Dijo quitándole importancia al asunto.
—No es bueno que nos quedemos varados, talvez usted que es extranjero no lo sepa. Pero hay otros peligros de los que preocuparse.
—¿Ah sí? ¿Cómo cuales?— Le daba mala espina aquel comentario.
—Existen muchos bandidos en el desierto, desde que empezó a funcionar el sistema ferroviario surgieron bandas criminales que se dedican a asaltar trenes— Tomó la charola y la abrazó como si estuviera asustado —Van montados a caballo y se dedican a abordar los trenes por la fuerza, aunque por lo general solo atacan trenes de carga, raramente asaltan los de pasajeros.
El de ojos dispares se puso a pensar, a pesar de ser un tren de pasajeros como decía el camarero estando estancados serían blanco fácil de los bandidos. No se veía en medio de semejante pelea, debía hacer algo, aunque sus conocimientos de maquinaria eran más que nulos no le haría daño preguntar.
—¿Que hace falta para echar a andar el tren?
—No sabemos exactamente, necesitamos un mecánico. Hay uno en la garita de control que hay unos kilómetros más adelante, justo en un cruce de cambio de vías, pero— Su rostro se ensombreció —Nadie quiere ir solo por miedo a ser víctima de los maleantes, es demasiado peligroso.
—Pues están de suerte, las cosas peligrosas son de mi especialidad— Se levantó de su asiento y se paró firme ante el botones —Iré yo por el mecánico— Se ofreció.
—¿¡Pero y los criminales!?
—No traigo esto solo de adorno— Dijo mientras removía la tela de su capa para enseñar su bandana con el símbolo de Takigakure.
Fue así como el espadachín decidió encaminarse al puesto control en busca del mecánico. A pesar de que el no conocía para nada sobre el desierto tenía la suerte de que solo necesitaba seguir las vías para llegar a su destino. El botones le dió una cantimplora con agua avisándole que la cuidase pues con el calor del sol la sed no se haría faltar. A partir de ahí lo que le deparaba era incierto.