12/08/2016, 23:28
¿Cómo había llegado al país de la tierra…? Muy buena pregunta puesto que esta chica no tenía ningún motivo para estar allí, ni misiones ni parientes, negocios, absolutamente nada que pudiera movilizarla a llevar semejante travesía a pie, sí, a pie, porque Ritsuko es así de inteligente que teniendo todo un sistema ferroviario disperso por todo el mundo va y se pone a caminar kilómetros para satisfacer una necesidad que ni ella misma se conoce.
—Que sí era por aquí. —Insistía el ente espectral que se deslizaba a un lado de la kunoichi.
—¡Que no! ¡Nos pasamos y por mucho! —Exclamó la pelirroja.
La idea principal del viaje había sido partir en busca de algún animal salvaje que se pudiera cargar y de ahí tener algo de carne gratuita en el refrigerador pero… Al salir al bosque no se encontró absolutamente nada que pudiera matar, probablemente por el ruido constante que producía al hablar con su difunta madre y al no prestar atención a donde iba terminó por perderse, o mejor dicho seguir en línea recta por donde no debía por varios días.
Y así empezaban todas las aventuras de la pelirroja, o por lo menos la gran mayoría de estas porque muy rara vez se ocupaba de hacer algo interesante y fuera de la aldea muy pocas cosas tenía para hacer salvo misiones que… Nunca pedía al kawakage.
De una manera u otra la chica se las ingeniaba para encontrar localidades pobladas donde usualmente alguna posada había y podía pasar las noches y en Notsuba era seguro que algo de eso se encontraría por lo que las preocupaciones de la chica eran nulas. ~Aunque sería bueno saber dónde hay alguna posada. ~Pensó mientras caminaba por las calles casi que abandonadas.
—Seguro está por el centro de la ciudad. —Comentó la madre de Ritsuko con un tono casi alegre.
—Brillante deducción… —Soltó algo fastidiada la pelirroja.
Buscaba de costumbre los bolsillos, aquellos que no existían siquiera y fue por esta distracción que no se fijó en donde caminaba por lo que no fue ninguna sorpresa que chocase directo con un chico de cabellos largos y negros que llevaba una mochila consigo además que parecía ir solo.
—Disculpa. —Soltó apenas la kunoichi, ignorando casi completamente al contrario.
Total, no le conocía de nada y aunque fuese alguien con quien alguna vez haya tratado seguramente no le interesaría mantenerse ni dos minutos cerca de él además que lo que más anhelaba era el reencuentro con aquel que le había regalado el colgante que traía siempre consigo.
—¿No sería conveniente que te pusieras la capucha…? —Consultó la mayor.
—Ya estoy empapada, da igual. —Respondió aburrida la menor.
—Que sí era por aquí. —Insistía el ente espectral que se deslizaba a un lado de la kunoichi.
—¡Que no! ¡Nos pasamos y por mucho! —Exclamó la pelirroja.
La idea principal del viaje había sido partir en busca de algún animal salvaje que se pudiera cargar y de ahí tener algo de carne gratuita en el refrigerador pero… Al salir al bosque no se encontró absolutamente nada que pudiera matar, probablemente por el ruido constante que producía al hablar con su difunta madre y al no prestar atención a donde iba terminó por perderse, o mejor dicho seguir en línea recta por donde no debía por varios días.
Y así empezaban todas las aventuras de la pelirroja, o por lo menos la gran mayoría de estas porque muy rara vez se ocupaba de hacer algo interesante y fuera de la aldea muy pocas cosas tenía para hacer salvo misiones que… Nunca pedía al kawakage.
De una manera u otra la chica se las ingeniaba para encontrar localidades pobladas donde usualmente alguna posada había y podía pasar las noches y en Notsuba era seguro que algo de eso se encontraría por lo que las preocupaciones de la chica eran nulas. ~Aunque sería bueno saber dónde hay alguna posada. ~Pensó mientras caminaba por las calles casi que abandonadas.
—Seguro está por el centro de la ciudad. —Comentó la madre de Ritsuko con un tono casi alegre.
—Brillante deducción… —Soltó algo fastidiada la pelirroja.
Buscaba de costumbre los bolsillos, aquellos que no existían siquiera y fue por esta distracción que no se fijó en donde caminaba por lo que no fue ninguna sorpresa que chocase directo con un chico de cabellos largos y negros que llevaba una mochila consigo además que parecía ir solo.
—Disculpa. —Soltó apenas la kunoichi, ignorando casi completamente al contrario.
Total, no le conocía de nada y aunque fuese alguien con quien alguna vez haya tratado seguramente no le interesaría mantenerse ni dos minutos cerca de él además que lo que más anhelaba era el reencuentro con aquel que le había regalado el colgante que traía siempre consigo.
—¿No sería conveniente que te pusieras la capucha…? —Consultó la mayor.
—Ya estoy empapada, da igual. —Respondió aburrida la menor.