13/08/2016, 05:56
No era ninguna sorpresa que Noemi partiera en un viaje sin avisar a nadie en casa, no así con los guardias y demás superiores o terminaría con problemas que en los que ni su familia podría ayudarla pero de todas maneras, los motivos por los que se iba solo ella los conocía y le parecía lo mejor para todos. ¿Por qué? A saber, puede que por esa necesidad de mostrarse como la perfección encarnada ante todos aquellos que pudieran llegar a verla.
Siendo realistas, hay muchas cosas que a esta chica se le podría cuestionar y una de ellas era la necesidad de irse tan lejos por caprichos suyos, lo que sea que se iba a hacer fuera de la villa podía hacerlo cerca, a unos metros de casa inclusive pero no, recorría buena parte del mundo tan solo para satisfacer esa necesidad de mantener todo en secreto sin chismosos que pudieran llegar a descubrirla en el momento.
Por eso, esta vez, Noemi había optado por irse a algún pueblo cercano a algún río de país del fuego donde pudiera intentar por sus propios medios el aprender a hacer aquello que nunca nadie se había molestado en enseñarle.
~Tengo que lograrlo alguna vez… ~Se decía a si misma mientras bajaba del tren al que se había subido aunque por estar sumida en sus propios pensamientos no fue capaz de percatarse de que aquella no era su parada…
Poco después de bajarse del tren la kunoichi se percató de que aquel pueblo en el que ahora se encontraba no era ni de lejos igual a Tanzaku Gai, lugar en el que había estado alguna vez en su vida pero este pueblo… Absolutamente nada parecido.
Siendo aquella la situación, la rubia comenzó a deambular por el lugar en busca de alguna posada donde pudiera pasar la noche aunque apenas si había pasado el mediodía por ese entonces. ¿Por qué…? Simple precaución, lo bueno era que con tan poca calle por recorrer logró encontrar su objetivo rápidamente y ya con algo menos de lo que preocuparse pasaría a satisfacer sus necesidades personales como lo era cepillar su preciada melena dorada.
A un lado de la posada, sentada en un banco de piedra se encontraba la kunoichi bastante cómoda cepillando su cabello una y otra vez pese a que ya no podía estar más sedoso de lo que estaba.
—Lástima que tenga que maltratarte para aprender a nadar… —Se dijo en voz alta a sí misma, sin abandonar en ningún momento su tarea. Ya luego se encargaría de armar nuevamente la trenza cuando estuviese satisfecha.
Siendo realistas, hay muchas cosas que a esta chica se le podría cuestionar y una de ellas era la necesidad de irse tan lejos por caprichos suyos, lo que sea que se iba a hacer fuera de la villa podía hacerlo cerca, a unos metros de casa inclusive pero no, recorría buena parte del mundo tan solo para satisfacer esa necesidad de mantener todo en secreto sin chismosos que pudieran llegar a descubrirla en el momento.
Por eso, esta vez, Noemi había optado por irse a algún pueblo cercano a algún río de país del fuego donde pudiera intentar por sus propios medios el aprender a hacer aquello que nunca nadie se había molestado en enseñarle.
~Tengo que lograrlo alguna vez… ~Se decía a si misma mientras bajaba del tren al que se había subido aunque por estar sumida en sus propios pensamientos no fue capaz de percatarse de que aquella no era su parada…
Poco después de bajarse del tren la kunoichi se percató de que aquel pueblo en el que ahora se encontraba no era ni de lejos igual a Tanzaku Gai, lugar en el que había estado alguna vez en su vida pero este pueblo… Absolutamente nada parecido.
Siendo aquella la situación, la rubia comenzó a deambular por el lugar en busca de alguna posada donde pudiera pasar la noche aunque apenas si había pasado el mediodía por ese entonces. ¿Por qué…? Simple precaución, lo bueno era que con tan poca calle por recorrer logró encontrar su objetivo rápidamente y ya con algo menos de lo que preocuparse pasaría a satisfacer sus necesidades personales como lo era cepillar su preciada melena dorada.
A un lado de la posada, sentada en un banco de piedra se encontraba la kunoichi bastante cómoda cepillando su cabello una y otra vez pese a que ya no podía estar más sedoso de lo que estaba.
—Lástima que tenga que maltratarte para aprender a nadar… —Se dijo en voz alta a sí misma, sin abandonar en ningún momento su tarea. Ya luego se encargaría de armar nuevamente la trenza cuando estuviese satisfecha.