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Invierno, tal vez no tan frío como en otros lugares, pero invierno al final de cuentas. El ambiente parecía haber cambiado y a la vez no; por un lado, con los trenes se había incrementado enormemente el comercio en el área, pero se seguían manteniendo los estrictos controles de seguridad fronterizos para con los extranjeros. Curioso era ver que las heridas no sanaban, ni siquiera tras el terrible incidente en los otrora Dojos del Combatiente se pudo dejar atrás la guerra entre los Países del Río y del Bosque. Es más, aún sabiendo que existía una amenaza aún más grande, acechando a todos por igual, ambas naciones insistían en seguir con las rencillas.
El ambiente daba una vista curiosa, pues aún con la gran presencia militar en el área el ambiente era tranquilo. Casi se podría decir que era ver una Takigakure en miniatura, con civiles y shinobis conviviendo juntos. Aún así aquel era quizás el punto mas tenso de toda la región, pues no era de extrañarse que una parte de la población tuviera cierta xenofobia,y no era un grupo pequeño el que pensaba así.
En medio de aquel pueblo caminaba nuestro querido espadachín, distraído y con una cara que mostraba resignación.
"Fuuu, ¿dónde se supone que estará Shunsuke?"
Aquel que se podría considerar su criado, amigo y maestro a la vez; residía en la frontera haciendo de guardia regular. He de ahí que a pesar de ser alguien muy cercano a la familia no solía mantenerse en contacto. Poco más de un año tenían de no verse, pero tras recibir una carta el de ojos dispares había decidido acudir al sitio en cuestión, ya que le había citado para supuestamente comprobar su progreso en el entrenamiento.
Cerca de la plaza caía agua nieve, ya que el frío no era lo suficientemente intenso como para llegar a formar copos como tales. Cubierto con su habitual capa negra el espadachín desviaba la mirada de un lado a otro, pues habían quedado de verse en la fuente, pero ya habían pasado más de cuarentaicinco minutos y su colega no se asomaba.
"Hmm, iré a dar una vuelta a la biblioteca un rato. No se que lo habrá retrasado, pero ya me cansé de esperar"
El edifico, como era de esperar, se encontraba más vacío que el corazón de un desenamorado. Algunos dirán que aquello genera ignorancia, pero no toda la sabiduría está en un libro. Hay cosas, que uno debe vivir por sí mismo para aprender. Tatsuya por su parte, lo hacía por mero aburrimiento. Fue a la sección de libros de historia antigua, tomando un tomo muy grueso y tan pesado que, de usarlo como arma, noquearía a más de alguno.
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¿Por qué tenía aprender? ¿Acaso la historia eran tan importante como decían sus padres? El simple hecho de ir a la biblioteca le daba flojera, sí apenas podía leer, a medias, y comprender lo que allí decía, realmente no era una actividad que le gustase para nada, pero se lo debía a su padre así que prácticamente era obligatorio; el hecho era que no bastaba con ir a la biblioteca en la aldea, sino que debía viajar hasta la frontera para ir a aquella, no sabía que significado tendría aquel lugar o simplemente no le querían en casa ese día, el motivo era un tanto extraño, pero sin rechistar mucho se dirigió hacia allá.
El clima estaba bastante fresco, y aunque no era necesario, su madre le había dado una túnica blanca y gruesa para que se abrigase, todo con la finalidad de que su único hijo no cogiese un resfriado. El camino a la frontera fue de lo más normal y aburrido, lo bueno fue que pudo comer una o dos frutas que llevo de casa, en esa temporada era difícil encontrar alimentos en el bosque. Finalmente en su destino antes de llegar al lugar indicado, que no sabía con exactitud donde quedaba, decidió visualizar un poco sus alrededores y conocer más aquel poblado.
Trascurrieron varios minutos y llegó a lo que podría ser una plaza, la gente transitaba en paz y tranquilidad, o eso parecía ante los ojos del Aburame; lo que llamo su atención fue un muchacho alto, mucho más alto que él por supuesto, de cabellera negra y un tanto corpulento, por algún extraño motivo se detuvo a observarle, pero no duraría mucho tiempo ya que éste se empezaría a mover y en modo de juego, un juego que solo él jugaba, Hao le siguió.
Por cosas del destino aquel sujeto entró a la biblioteca, que curioso encontrar el camino a donde iba sin siquiera intentarlo, el destino le estaba dando una señal tendría que leer, sin embargo, el pelinegro siguió hasta la sección de historia aquel sujeto y fue entonces cuando se detuvo, ¿Cuál era el libro que iba a leer? Ya no recordaba el título, o sobre que iba, pero aquel sujeto podría darle una pista o ayudarle de algún modo.
-Ola buzko un livro zobre istorya.- Dijo con su lenguaje característico.
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Al espadachín le agradaban los libros sobre temas sobrenaturales, pero esa clase de escritos no solían encontrarse en lugares supuestamente cultos. Así que debía conformarse con lo que tenía a mano, aunque, en un mundo como ese muchas veces la realidad termina superando a la ficción.
El libro narraba historias de hace más de doscientos años, desde los tiempos en que existía la guerra de clanes hasta la era de la fundación de las primeras aldeas shinobis. Aunque muchos fragmentos de esos relatos se perdieron, por lo que las palabras escritas en aquellas hojas eran más las especulaciones de los investigadores junto a teorías de algún escritor. Pero eso no quitaba que hubiera algo de veracidad en ellas. Así; se encontraba sumido en la lectura, acompañado del silencio del lugar hasta que alguien llamó su atención.
—Ola buzko un livro zobre istorya.—
El Takanashi volteó la vista rápidamente, encontrándose con un muchacho de cabellera negra y unos ojos que le recordaban a los suyos por obvias razones.
"Jo, con que así se deben sentir las demás personas al verme"
Aparte de su particular acento, era imposible no notar la heterocromía en los ojos del muchacho, era la primera vez que conocía a alguien con ese mismo rasgo.
—Eto, buenas tardes— Hizo una leve reverencia para saludar —Pues, hay distintos libros en esta sección, ¿buscas alguno en especial?— El no era el bibliotecario para andar atendiendo, pero si podía ayudar nada le impedía hacerlo.
Se fijó en la bandana del chico, indicando que también era un shinobi de Takigakure. No sería raro considerando que estaban en la frontera, pero si ese muchacho no sabía orientarse en la biblioteca significaba que probablemente era alguien que estaba de paso igual que él.
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Lo primero que detalló Aburame fueron aquellos ojos de no tenían el mismo color, uno azul zafiro y otro negro como la misma noche, Hao les vio por unos instantes, intentando traspasar a través de ellos con una mirada de inocencia.
-Zobre istorya del payz.- Comentó ante la duda del sujeto. De esta manera el pelinegro se acercó a los estantes para leer los títulos que algunos tenían en los lomos, pero era como un ciego porque no sabía cuál podría ser el indicado, aún así pasaba su índice derecho entre los libros como si supiera lo que hacía. -No ce nada zobre el payz o su istorya.- Admitió pocos segundos después.
Un gran bostezo se manifestó, aquel lugar era aburrido y silencioso, no podía escuchar el cantar de las aves o el ruido que hacían las ramas al chocan contra una ráfaga de viento, aquel ambiente le estaba dando incluso un poco de sueño.
- Zoi Jao ¿y tú?- Preguntó curioso mientras sus orbes buscaban las de su acompañante. Desde que estaba en la aldea había conocido a nuevas personas y era muy común estar diciendole el nombre a las personas, así que lo hizo más que todo por repetición -Y zoi ninya- Aclaró por si a las dudas.
-Achuss Achuss AAchuss- Estornudó tres veces seguidas, rápidamente llevó sus manos a su boca y la tapo para evitar la propagación de su saliva por toda la habitación; lo cierto era que el polvo o algo le dio alergia y pronto empezaría a secretar un liquido transparente por sus fosas nasales, por lo que se limpiaría con las manos y respiraría un poco más seguido de lo normal para evitar que los fluidos cayesen.
Llevaba ya dos días fuera de casa, como estaba acostumbrado desde hacia un par de años. Cada dos meses debía acercarse a los pueblos de La Frontera con el País del Bosque. Pese a que en Takigakure existen varías clínicas y hospitales sólo había una persona que prepara la medicina que Li necesitaba: Un viejo shinobi de la aldea que hace bastante que se retiró, del cual Ryuujin conoce muy poco a parte de su fama como alquimista.
El anciano salió de un cuarto de la tienda con una bolsa en la mano. A cada paso que daba se podía notar el choque de los frascos a la par que el alquimista cojeaba. Era una tienduca pequeña donde apenas entraba la luz, repleta de estantes con frascos y diversos cachivaches. Colocó la mercancía sobre la barra y extendió la mano.
<< 700 ryos menos... >> Pensó el chico de la que correspondía el repetitivo gesto. Cierto que era cada dos meses, pero él apenas ganaba para permitírsela.
Ordenó el compendio de pócimas en su portaobjetos y salió de la tienda. Acababa de llegar y estaba cansado por el viaje, así que como de costumbre decidió pasar el día en los alrededores. Pese al frío invernal. las calles de La Frontera seguían ajetreadas con las caravanas comerciales y los ninjas de Takigakure escrutándolas. Sin darse cuenta el yuki se plantó delante de la biblioteca local, un edificio gris de unos diez metros de alto y pared rasposa. A los cinco segundos se dio cuenta de que no conocía absolutamente nada de este país pese a que llevaba ya unos cinco años en él. Toda su vida había estado incomunicado y ahora apenas tenía tiempo entre sus trabajillos y el cuidado de su madre. Nunca le había importado especialmente, pero decidió que no sería mala idea aprender algo de cultura general. Y qué mejor lugar que una biblioteca, ¿no?
Puso el primer pie en el inmueble y se adentró en él. Atravesando un pasillo dio con una especie de recepción en la que había una señora sentada escribiendo algo en un papiro. Tardo unos segundos en voltear su mirada hacia el chico, pero no le dijo nada. Era la primera vez que entraba en una biblioteca y no sabía muy bien cómo actuar, pero en vista de la falta de comunicación decidió explorar por su propia cuenta. Al principio se quedó asombrado, la cantidad de libros era exagerada, al menos para él. Contra más andaba más libros se encontraba y fue ojeando algunos de ellos. La mitad de los nombres no los entendía y algunos eran increíblemente gruesos. Al cabo de unos minutos se preguntaba si verdaderamente estaba haciendo algo útil. Suspiró y comenzó a andar arbitrariamente entre los estantes.
Poco más tarde estaba absolutamente absorto en sus pensamientos aburrido por el ambiente del lugar, hasta que un ruido llamó su atención.
- Achuss Achuss Aachuss- estornudó un joven ninja a escasos metros.
Ryuujin giró la cabeza y despertó de su ensueño. Por fin encontró a alguien en esta desolada biblioteca.
- ¡Oye! - Gritó mientras se acercaba a ritmo ligero. Al aproximarse a los dos chicos su mirada no pude evitar desviarse hacia la espada del más alto. - ¿No sabréis dónde puedo encontrar un libro sobre historia de este país, verdad? - Preguntó sonriente y sin variar apenas el tono de voz.
No se había fijado hasta en ese momento, pero ambos mostraban pupilas diferentes entre sus propios ojos. Una expresión de ligera extrañeza se le dibujó en el rostro, aunque al tiempo no podía evitar querer retar a ese desconocido.
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El Takanashi tardó un poco en entender el extraño acento del chiquillo, pero lo que más lo extraño fue que buscara información sobre la historia del País. Si bien es cierto que durante mucho tiempo la existencia de la aldea se mantuvo en secreto, lo normal sería que los extranjeros no supieran de ella, pero, ¿un shinobi de la propia Takigakure que no conociera sobre el origen de la misma?. Ahí olía a gato encerrado.
—Por aquí debe haber alguno, te ayudaré a buscar si quieres— Le ofreció mientras dejaba el tomo grueso sobre la mesa y se levantaba para ponerse a revisar los estantes.
Ambos ojeaban, pero el otro chico de ojos dispares no parecía demasiado interesado en el tema a pesar de ser él quién indico que buscaba un libro. De pronto mientras examinaban la voz del muchacho llegó a sus oídos, diciéndole su nombre a la vez que preguntando por el de él.
—Oh, disculpa mis modales, se me olvidó presentarme. Soy Takanashi Tatsuya, es un honor conocerte, Jao... kun— Reverenció en señal de disculpa. Le era imposible no aplicar algún sufijo a un nombre, sin importarle si era alguien a quién acababa de conocer.
Le molestaba que le mirara tan fijamente, pero no iba a remarcarlo. Le daba un poco de curiosidad el saber algo más sobre Jao, ya que su comportamiento no se le hacía muy normal. pero también consideraba que era una falta de respeto querer indagar en la vida personal de un desconocido. Decidió seguir a lo suyo cuando el chico estornudó, estaba a punto de decir "salud" cuando un tercer personaje entró a escena. Se trataba de otro muchacho, de apariencia albina y con una cicatriz en la cara, además de la bandana con el símbolo de la aldea atada al cuello.
—Que coincidencia, justamente nosotros buscábamos un libro de historia... Este, parece que no nos hemos presentado, soy Takanashi Tatsuya, ¿con que nombre he de llamarte?— Saludó con una leve reverencia y luego esperaría a que el peliblanco se presentara antes de seguir hablando. —Disculpen si soy muy atrevido al preguntar esto, pero no he podido obviar el hecho de que aunque ustedes dos sean shinobis, están en búsqueda sobre la historia de Kawa no Kuni. Una vez más, disculpen si sueno pedante, en serio no es mi intención. Pero si desean saber más sobre Takigakure y sus origines, tal vez yo pueda contarles directamente y resolver sus dudas. No les inquiriré sobre el motivo por el cual desconocen, pero creo que hay cosas que es mejor escucharlas de alguien que ha crecido en esta tierra, y esta es una de esas.— Finalizó con una sonrisa —¿Qué me dicen?— Les ofreció mientras extendía las manos.
Se acordó del caso de Anzu, siendo que ella era extranjera aún así era shinobi de Takigakure también, por lo que el espadachín considero que podría estar ante un caso similar. Aunque en verdad él quería narrárselos como si fuera una obligación. Tatsuya creía que la historia de Takigakure era algo que no podía desligarse de su obligación como ninja. Ya que para alguien tan patriótico como él, la historia de Takigakure era la esencia misma de sus ninjas.
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Hao pudo escuchar el nombre de su acompañante justo ante de que aquel ataque de alergia hiciese presencia. Cuando se limpiaba los mocos que salían por su nariz escuchó la voz de un tercero que lo alarmó e hizo que se voltease a verle casi de forma inconsciente, lo primero que observó fue aquella cicatriz que recorría su cara, por unos instantes le recordó a su pequeña cicatriz y luego vio sus ojos grises que hacían juego con su cabello desordenado.
Otra presencia se observó, la señora de la recepción se manifestó justo donde se encontraba aquellos jóvenes shinobis y con carácter mencionó. -Shhhh!!! Deben hablar en voz baja- Expresó mientras hacía un ademan de silencio en el cual su dedo índice sellaba sus labios, aquel mensaje era dirigido prácticamente al tercer ninja pero como por uno pagan todos les toco una breve regaño a los tres. Sin más que decir, la recepcionista volvió por donde había llegado.
Hao no dijo nada ante aquella mujer y pronto escuchó la propuesta de Tatsuya, la cual consideró con atención y sin pensarlo dos veces dijo. -viem, ez mejor ezkushar que leer.- En su rostro de dibujo una sonrisa de aprobación, que duró unos pocos segundos, para luego sentarse en uno de los asientos más cercanos para no perderse ningún detalle de lo que pronto narrarían.
Unos pocos segundo después miro al último chico en entrar y entonces acercó otra silla a él y le dio unas palmadas al cojín, invitando al otro a sentarse.-Bem ciemtate aki- Dijo de forma animada mientras esperaba a que Tatsuya empezara a contar la historia del país, que para la expectativa del Aburame sería algo prometedor.
-AAAchuss!- Otro fuerte estornudo se escuchó por la biblioteca, esta vez no le dio chance a tapar su boca así que todos los gérmenes irían revolucionados en dirección al Yuki; de la misma forma siguieron saliendo unos hilillos de moco de la nariz de Hao que optó por limpiar con su ropa
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