14/08/2016, 10:22
Y como siempre, hiciera lo que hiciese, el joven Yamanaka no podía evitar verse envuelto en algún lío. Era como una especie de imán desagradable que atraía siempre algún problema hacia el joven. Y eso que había salido de amegakure en busca de algo de tranquilidad, pero parecía que fuese donde fuese, siempre tenia que tropezarse con algo.
Y precisamente ese era su problema de hoy, casi no había terminado de salir de la estación cuando una joven que caminaba distraída choco contra Reiji. El joven Yamanaka cayó de forma que quedo sentando en el suelo, mojándose el trasero con el agua que la lluvia dejaba. Y aunque el agua no le molestaba, la verdad es que era bastante incomodo.
Logro escuchar las disculpas de la culpable, sin embargo solo alcanzo a verla por lo espalda, y la verdad era que no era difícil distinguirla entre la multitud, pues el rojo de sus cabellos destacaba entre la multitud como lo haría una moneda de oro entre otras muchas de plata.
Y hablando de monedas, el golpe que el muchacho había sentido en el pie al caer, no era ni mas ni menos que lo que parecía el monedero de la joven. Lo cogió para devolvérselo, aunque en su interior pensaba que la muchacha había sido desagradable con él, ni se había girado a preguntarle si se había hecho daño, si quiera a ayudarle a levantarse. Y el iba a devolverle el monedero.
—Oye tu, pelirroja —Escucharía la joven dentro de su cabeza, pues el muchacho de los yamanaka no podía gritarle para llamar su atención. —Soy el chico con el que acabas de tropezarte, supongo que yo te doy igual, pero a lo mejor y solo a lo mejor, echas de menos tu cartera
Y precisamente ese era su problema de hoy, casi no había terminado de salir de la estación cuando una joven que caminaba distraída choco contra Reiji. El joven Yamanaka cayó de forma que quedo sentando en el suelo, mojándose el trasero con el agua que la lluvia dejaba. Y aunque el agua no le molestaba, la verdad es que era bastante incomodo.
Logro escuchar las disculpas de la culpable, sin embargo solo alcanzo a verla por lo espalda, y la verdad era que no era difícil distinguirla entre la multitud, pues el rojo de sus cabellos destacaba entre la multitud como lo haría una moneda de oro entre otras muchas de plata.
Y hablando de monedas, el golpe que el muchacho había sentido en el pie al caer, no era ni mas ni menos que lo que parecía el monedero de la joven. Lo cogió para devolvérselo, aunque en su interior pensaba que la muchacha había sido desagradable con él, ni se había girado a preguntarle si se había hecho daño, si quiera a ayudarle a levantarse. Y el iba a devolverle el monedero.
—Oye tu, pelirroja —Escucharía la joven dentro de su cabeza, pues el muchacho de los yamanaka no podía gritarle para llamar su atención. —Soy el chico con el que acabas de tropezarte, supongo que yo te doy igual, pero a lo mejor y solo a lo mejor, echas de menos tu cartera