18/08/2016, 18:03
—Puedo ver el tren —aseguro mientras se levantaba—. Debió detenerse por algún inconveniente mecánico.
»Vamos, chicos, hagan un último esfuerzo, debemos alcanzarlo antes de que arranque de nuevo.
Kazuma se encontraba recorriendo las vías en una zorrilla, un ingenioso artefacto que podía desplazarse por los rieles y que funcionaba con dos palancas que eran accionadas por la fuerza humana. Por si solo no hubiese sido capaz de llevar tal aparato muy lejos, pero por fortuna, aquella intermediaria le había proporcionado todo la fuerza muscular que necesitaba. Quienes le mantenían en movimiento eran dos hombres, ambos trabajadores del taller. Eran bastante altos y musculosos, como quienes están acostumbrados a laborar utilizando la fuerza bruta. Aunque, tenían bastante pericia pues su movimiento rítmico y constante le habían hecho recorrer kilómetros de vía en una fracción del tiempo que les tomaría a dos personas normales.
—Ya casi... En cuanto lleguemos, acoplaremos este artefacto al tren y abordaremos para tomar un descanso.
El sol ardía con fuerza y ambos hombres comenzaron a dar signos de cansancio. Se podía ver que eran personas duras, pero el desierto podía ablandar a cualquiera. Sin embargo, se mantenían estoicos. Quizás por orgullo, al ver que el joven de cabellos blancos no se había quejado del calor en ningún momento, a pesar de que sus ropas se notaban sumamente incómodas para aquel clima árido.
—¿Todo en orden? —Preguntó mientras mantenía su vista fija sobre el tren.
—Al parecer tenemos algunos invitados inesperados. —Respondió aquel que iba llegando, a la vez que colocaba su caballo al lado.
—¿Y que mas? —Desde aquella elevación se podía ver la totalidad del tren, pero poco más.
—Los oteadores me han dicho que alguien ha salido en dirección a la siguiente estación, en busca de un mecánico, probablemente. Y al parecer alguien se aproxima al tren desde atrás en una zorrilla.
—Solo tenemos que encargarnos y ya.
—Sí, ya envié un grupo a cada extremo para que se encarguen de las alimañas.
Sin ser conscientes del peligro que se cernía sobre ellos, Kazuma y Tatsuya continuaron con su camino.
»Vamos, chicos, hagan un último esfuerzo, debemos alcanzarlo antes de que arranque de nuevo.
Kazuma se encontraba recorriendo las vías en una zorrilla, un ingenioso artefacto que podía desplazarse por los rieles y que funcionaba con dos palancas que eran accionadas por la fuerza humana. Por si solo no hubiese sido capaz de llevar tal aparato muy lejos, pero por fortuna, aquella intermediaria le había proporcionado todo la fuerza muscular que necesitaba. Quienes le mantenían en movimiento eran dos hombres, ambos trabajadores del taller. Eran bastante altos y musculosos, como quienes están acostumbrados a laborar utilizando la fuerza bruta. Aunque, tenían bastante pericia pues su movimiento rítmico y constante le habían hecho recorrer kilómetros de vía en una fracción del tiempo que les tomaría a dos personas normales.
—Ya casi... En cuanto lleguemos, acoplaremos este artefacto al tren y abordaremos para tomar un descanso.
El sol ardía con fuerza y ambos hombres comenzaron a dar signos de cansancio. Se podía ver que eran personas duras, pero el desierto podía ablandar a cualquiera. Sin embargo, se mantenían estoicos. Quizás por orgullo, al ver que el joven de cabellos blancos no se había quejado del calor en ningún momento, a pesar de que sus ropas se notaban sumamente incómodas para aquel clima árido.
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—¿Todo en orden? —Preguntó mientras mantenía su vista fija sobre el tren.
—Al parecer tenemos algunos invitados inesperados. —Respondió aquel que iba llegando, a la vez que colocaba su caballo al lado.
—¿Y que mas? —Desde aquella elevación se podía ver la totalidad del tren, pero poco más.
—Los oteadores me han dicho que alguien ha salido en dirección a la siguiente estación, en busca de un mecánico, probablemente. Y al parecer alguien se aproxima al tren desde atrás en una zorrilla.
—Solo tenemos que encargarnos y ya.
—Sí, ya envié un grupo a cada extremo para que se encarguen de las alimañas.
Sin ser conscientes del peligro que se cernía sobre ellos, Kazuma y Tatsuya continuaron con su camino.