27/08/2016, 17:00
Bueno, las cosas sean dichas. Quizás me obsesionara en el pasado con mi inusitada suerte, todos me dijeron que era ridículo seguir intentado buscar respuestas, y la verdad es que ya me aburrí, debía comenzar mis andanzas como shinobi, debía entrenar y mucho. Últimamente el mundo está de patas arriba, por eso me decidí de una vez a dar el paso.
¡Muy bien, vamos allá!
Salí de casa con lo necesario para iniciar un viaje que llevaba rondando mi cabeza hace ya varios meses, y todo parecía indiciar que hoy era el día para llevarlo a cabo. Alcé la mirada y me fijé que hacía un día soleado, el cielo estaba completamente raso. Y aunque aún se notaba el calor veraniego, se podía apreciar un brisa fresca que venía para anunciar que el otoño estaba al caer.
Que buen día hace. Resoplé complacido. No podía ser otra manera.
Abandoné la aldea sin demorarme demasiado, pero claro no podía irme sin despedirme de aquellos con los que me cruzaba. Todo el mundo se extrañó de que finalmente hubiera decidido abandonar la aleda solo. ¿Tan obvio era? pues sí, incluso más de uno tuvo la genialidad de bromear con el asunto.
-¡Yoshimitsu-san! tenga cuidado ahí fuera Exclamó desde las alturas el último shinobi que me encontré que estaba de guardia. Se trataba de mi amigo Iwao, delaté sus malas intenciones cuando trató de ocultar sus risas con su torpe mano. - Si si si si, no te preocupes por mí Iwao. No vaya ser que te vayas a caer de ahí...
Dejando al fin la aldea atrás, comencé mi travesía en dirección a aquellos templos antiguos, viejos y abandonados desde vete tu a saber cuando... estaban ubicados en dirección noroeste y para allí que me dirigí. El viaje era seguro, y demasiado tranquilo para mi gusto. Seguí el camino que no tenía perdida. Los transeúntes iban y venían, sin mediar palabra alguna. Todos viajaban sumidos en sus pensamientos, otros quizás con miedo con los tiempos tan convulsos que corrían.
Aquí debe ser la entrada al bosque que lleva a los templos. Cada ciertos kilómetros se podía ver postes con indicaciones que indicaban pequeñas poblaciones o ciertos lugares de interés. Pero al fin pude ver un poste que señalaba hacía el bosque que decía lo siguiente.
Me dirigí hacía donde indicaba la señal, no tenía perdida pues se veía en el suelo un camino improvisado de lo que vendría ser las pisadas de "peregrinos" por llamarlos de alguna manera. El bosque era denso, y todo se veía en calma. Tanta calma que incluso me abrió el apetito.
Aprovecharé para comer algo.
Antes de seguir mi camino hasta los templos, paré a un lado del camino y saqué algo de comer. El aire que se respiraba era puro, se notaba el inconfundible olor a madera y humedad. Y el cantar de los pájaros era muy reconfortante. Mientras me comía unos pocos dangos que tenía, comencé a pensar en mis cosas.
Que bien que se está aquí, difícil sería que algo o alguien perturbara la paz que siento en mi interior.
¡Muy bien, vamos allá!
Salí de casa con lo necesario para iniciar un viaje que llevaba rondando mi cabeza hace ya varios meses, y todo parecía indiciar que hoy era el día para llevarlo a cabo. Alcé la mirada y me fijé que hacía un día soleado, el cielo estaba completamente raso. Y aunque aún se notaba el calor veraniego, se podía apreciar un brisa fresca que venía para anunciar que el otoño estaba al caer.
Que buen día hace. Resoplé complacido. No podía ser otra manera.
Abandoné la aldea sin demorarme demasiado, pero claro no podía irme sin despedirme de aquellos con los que me cruzaba. Todo el mundo se extrañó de que finalmente hubiera decidido abandonar la aleda solo. ¿Tan obvio era? pues sí, incluso más de uno tuvo la genialidad de bromear con el asunto.
-¡Yoshimitsu-san! tenga cuidado ahí fuera Exclamó desde las alturas el último shinobi que me encontré que estaba de guardia. Se trataba de mi amigo Iwao, delaté sus malas intenciones cuando trató de ocultar sus risas con su torpe mano. - Si si si si, no te preocupes por mí Iwao. No vaya ser que te vayas a caer de ahí...
Dejando al fin la aldea atrás, comencé mi travesía en dirección a aquellos templos antiguos, viejos y abandonados desde vete tu a saber cuando... estaban ubicados en dirección noroeste y para allí que me dirigí. El viaje era seguro, y demasiado tranquilo para mi gusto. Seguí el camino que no tenía perdida. Los transeúntes iban y venían, sin mediar palabra alguna. Todos viajaban sumidos en sus pensamientos, otros quizás con miedo con los tiempos tan convulsos que corrían.
Aquí debe ser la entrada al bosque que lleva a los templos. Cada ciertos kilómetros se podía ver postes con indicaciones que indicaban pequeñas poblaciones o ciertos lugares de interés. Pero al fin pude ver un poste que señalaba hacía el bosque que decía lo siguiente.
Templos abandonados ¡cuidado!, edificios en ruinas
Me dirigí hacía donde indicaba la señal, no tenía perdida pues se veía en el suelo un camino improvisado de lo que vendría ser las pisadas de "peregrinos" por llamarlos de alguna manera. El bosque era denso, y todo se veía en calma. Tanta calma que incluso me abrió el apetito.
Aprovecharé para comer algo.
Antes de seguir mi camino hasta los templos, paré a un lado del camino y saqué algo de comer. El aire que se respiraba era puro, se notaba el inconfundible olor a madera y humedad. Y el cantar de los pájaros era muy reconfortante. Mientras me comía unos pocos dangos que tenía, comencé a pensar en mis cosas.
Que bien que se está aquí, difícil sería que algo o alguien perturbara la paz que siento en mi interior.