27/08/2016, 18:45
Que acabase, de nuevo, en los templos de abandonados del País del Río, algo más de año después de aquella reunión rocambulesca era solo producto del destino, o quizás de la fatalidad, pronto descubriremos si la una o la otra. Pero lo cierto es que, una vez más, me perdí en frondosidad de los bosques que poblaban los rincones del mundo.
Mi verdadero objetivo no era otro que Kuroshiro. Había llegado a oír historia de aquel lugar. Una pequeña porción del mapa en la que los pandas eran de lo más común y, supongo que por curiosidad, me moría de ganas de verlo con mis propios ojos. La primera parte del trayecto lo hice con aquella máquina infernal que muchas llamaban ferrocarril. La segunda parte de la travesía, tras varios días de viaje, la hice a pie, viajando por aquellos bosques tan solo acompañado por aquella araña negra como el carbón que se me había pegado como una lapa desde aquel viaje tras el desgraciado Torneo de los Dojos. No la toleraba, de hecho solía ponerme de los nervios, pero con el tiempo iba aprendiendo a convivir con ella. Qué remedio. Demasiado humor para mi gusto.
Una vez entré en aquel lugar en el que los edificios se aguantaban de pie — bueno, mejor dicho lo que quedaba de ellos — de puro milagro supe que había llegado a los Templos abandonados. En algún momento tomé la decisión incorrecta y e desvié de mi verdadero camino.
— Joder, algún día de estos debo ir a un cursillo exprés de cartografía. Y tu deberías hacer lo mismo
— ¡Nah! Yo soy más de tirarme a la aventura
Aún a sabiendas de que nos habíamos perdido y aparecido en un lugar remoto del cual no tenía buenos recuerdos, seguía bromeando como si no pasará nada.
Suspiré y las primeras gotas de agua se colaron entre las copas de los arboles. No tardaron en aumentar la frecuencia para que pudiera ser considerado lluvia de verdad.
*Genial... Ahora un poco de lluvia. Al menos es refrescante..*
Desde la rama en la que estaba sostenido pude ver una figura humana. Lucía un inexpresivo cabello castaño recogido con una cinta y vestía un kimono negro en el que se diferenciaban unos kanjis. Arte ponía.
*Genial, un friki*
— Que te parece si...
Ni siquiera le deje terminar lo que iba a decir.
— Por una vez estamos de acuerdo — dije, cruzando nuestras miradas ensangrentadas — Agárrate, ¡Sasagani airlines al rescate!
Hilé un par de telarañas mientras el arácnido se pegó a mi espalda y me impulsé para acabar volando en dirección al tipo que había entre las ruinas para acabar aterrizando de forma controlada cerca de él, a unos pocos metros, pero suficientes para que pudiera percatarse de la caída y el posterior impacto con la superficie.
— ¿Qué hace un artista como tú en un sitio como este? ¡Joder, claro! Has venido a hacerme un retrato, ¿Verdad?
El arácnido seguía pegado a mi espalda, fuera de todo visión del muchacho.
Mi verdadero objetivo no era otro que Kuroshiro. Había llegado a oír historia de aquel lugar. Una pequeña porción del mapa en la que los pandas eran de lo más común y, supongo que por curiosidad, me moría de ganas de verlo con mis propios ojos. La primera parte del trayecto lo hice con aquella máquina infernal que muchas llamaban ferrocarril. La segunda parte de la travesía, tras varios días de viaje, la hice a pie, viajando por aquellos bosques tan solo acompañado por aquella araña negra como el carbón que se me había pegado como una lapa desde aquel viaje tras el desgraciado Torneo de los Dojos. No la toleraba, de hecho solía ponerme de los nervios, pero con el tiempo iba aprendiendo a convivir con ella. Qué remedio. Demasiado humor para mi gusto.
Una vez entré en aquel lugar en el que los edificios se aguantaban de pie — bueno, mejor dicho lo que quedaba de ellos — de puro milagro supe que había llegado a los Templos abandonados. En algún momento tomé la decisión incorrecta y e desvié de mi verdadero camino.
— Joder, algún día de estos debo ir a un cursillo exprés de cartografía. Y tu deberías hacer lo mismo
— ¡Nah! Yo soy más de tirarme a la aventura
Aún a sabiendas de que nos habíamos perdido y aparecido en un lugar remoto del cual no tenía buenos recuerdos, seguía bromeando como si no pasará nada.
Suspiré y las primeras gotas de agua se colaron entre las copas de los arboles. No tardaron en aumentar la frecuencia para que pudiera ser considerado lluvia de verdad.
*Genial... Ahora un poco de lluvia. Al menos es refrescante..*
Desde la rama en la que estaba sostenido pude ver una figura humana. Lucía un inexpresivo cabello castaño recogido con una cinta y vestía un kimono negro en el que se diferenciaban unos kanjis. Arte ponía.
*Genial, un friki*
— Que te parece si...
Ni siquiera le deje terminar lo que iba a decir.
— Por una vez estamos de acuerdo — dije, cruzando nuestras miradas ensangrentadas — Agárrate, ¡Sasagani airlines al rescate!
Hilé un par de telarañas mientras el arácnido se pegó a mi espalda y me impulsé para acabar volando en dirección al tipo que había entre las ruinas para acabar aterrizando de forma controlada cerca de él, a unos pocos metros, pero suficientes para que pudiera percatarse de la caída y el posterior impacto con la superficie.
— ¿Qué hace un artista como tú en un sitio como este? ¡Joder, claro! Has venido a hacerme un retrato, ¿Verdad?
El arácnido seguía pegado a mi espalda, fuera de todo visión del muchacho.
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa