30/08/2016, 14:47
La Hyuuga confirmó que le parecía una buena idea peinar la zona en busca de algo que destacase en el entorno. No sería difícil encontrar algo de lujo entre chabolas y carreteras sin asfaltar, seguro que destacaban a leguas. Pero tampoco dejó de lado la segunda opción, sobornar a informadores terciarios en busca de la ubicación directa de los tarados esos Yakuza. Sin embargo, a la chica le pareció que la segunda opción daría mas problemas, la verdad que la Sarutobi no terminó de comprenderlo. Sin embargo, la otra chica no daba tiempo a recapacitar. Sugirió de seguidas que podían recabar información por separado, y tras ello reunirse de nuevo.
Katomi se llevó la mano al mentón, y lo frotó mientras reflexionaba rápidamente. Segundos mas tarde, afirmaba con un gesto rotundo y vertical de cabeza. —Está bien, hagamoslo así. Pero deberíamos ocultar la identidad, al menos un par de ellos nos han visto.— Tras unos rápidos sellos, la de Amegakure se transformó.
—Con una apariencia así no destacaremos, y podemos reunir información de manera más fácil y sin comprometernos tanto.— Argumentó la chica, que ahora calzaba el cuerpo de un hombre de mediana edad. Su rostro y prendas estaban abatidas por el desgaste, algo asemejado a lo que las rodeaba. Mas que ropas vestía harapos de color verdoso, quizás síntoma de musgo creciendo en las desgastadas telas. Tono de piel oscuro, y cabellera sucia y despeinada que llegaba hasta la cintura de manera salvaje.
—Digamos.... ¿en media hora en éste mismo lugar? ¿Te parece?
Realmente se estaba tomando la situación con frialdad. Tenía en mente buscar al chico, darle una paliza al padre, y posiblemente reducir a cenizas todo lo que se atreviese a interponerse en su camino. ¿Qué mas decir? Esa situación que vivía al pequeño le recordaba de manera descarada a lo sucedido a ella con su padrastro, sin duda alguna debía rescatar al chico de esa situación que tan bien conocía ella.
Si bien su compañera aceptaba en transformarse, o simplemente aceptaba en que comenzasen la búsqueda, la Sarutobi empezaría a andar. Tomaría rumbo al oeste, como en las películas de cowboys , por tomar una dirección. Simple azar.
Katomi se llevó la mano al mentón, y lo frotó mientras reflexionaba rápidamente. Segundos mas tarde, afirmaba con un gesto rotundo y vertical de cabeza. —Está bien, hagamoslo así. Pero deberíamos ocultar la identidad, al menos un par de ellos nos han visto.— Tras unos rápidos sellos, la de Amegakure se transformó.
—Con una apariencia así no destacaremos, y podemos reunir información de manera más fácil y sin comprometernos tanto.— Argumentó la chica, que ahora calzaba el cuerpo de un hombre de mediana edad. Su rostro y prendas estaban abatidas por el desgaste, algo asemejado a lo que las rodeaba. Mas que ropas vestía harapos de color verdoso, quizás síntoma de musgo creciendo en las desgastadas telas. Tono de piel oscuro, y cabellera sucia y despeinada que llegaba hasta la cintura de manera salvaje.
—Digamos.... ¿en media hora en éste mismo lugar? ¿Te parece?
Realmente se estaba tomando la situación con frialdad. Tenía en mente buscar al chico, darle una paliza al padre, y posiblemente reducir a cenizas todo lo que se atreviese a interponerse en su camino. ¿Qué mas decir? Esa situación que vivía al pequeño le recordaba de manera descarada a lo sucedido a ella con su padrastro, sin duda alguna debía rescatar al chico de esa situación que tan bien conocía ella.
Si bien su compañera aceptaba en transformarse, o simplemente aceptaba en que comenzasen la búsqueda, la Sarutobi empezaría a andar. Tomaría rumbo al oeste, como en las películas de cowboys , por tomar una dirección. Simple azar.