10/09/2016, 11:26
La verdad que aquella pequeña y bonita kunoichi era más seca que la mojama, no había manera de crear una conversación fluida, dinámica. Todo eran silencios incómodos y divagaciones que no llevaban a ninguna parte. Pero como todo en la vida, tenía que tener algún móvil o explicación para que una niña así se comportará de ese modo.
—No tengo padres— Contestó con suma indiferencia. Y la verdad eso podría justificar buena parte de su conducta. Ya decía yo...te hubiera venido bien unos cuantos capones paternales Pero en realidad era una verdad incómoda y triste. Más aún si intentaba ponerme en su piel e imaginarme yo en su situación. Por lo que queriendo o sin querer...me compadecí de ella.
-Lo siento mucho...de verás...
Como no sabía que no recibiría ninguna respuesta por su parte y caso de recibirla, sería otra grosería que no estaba dispuesto a tolerar ni soportar...Al ver que nadie vino tras el golpe que di a la barra ¡Vaya hombre!¡ Aquí no hay nadie...! Bajé del taburete en donde me encontraba y entré detrás de la barra atravesando la puerta que daba a una especie de cocina despensa.
Vaya...pues es cierto que aquí no hay nadie... Por fortuna lo que sí había era comida por todos lados. Carne seca colgada del techo y perfectamente accesible gracias a mi estatura, verduras frescas en una mesa de madera. En el centro, una cocina rústica en donde colgaba un caldero que soltaba un agradable aroma, y en el que no pude evitar acercarme a inspeccionar.
A ver a ver...tiene que ser algo bueno por que huele bien
Nada mal, nada mal...se trataba de un guiso de verduras y carne. Se podía ver patatas, calabaza y carne que bien podría ser ternera. No hace falta decir que entre el aroma y aquella espectacular visión mi apetito despertó en el acto. Cogeré un poco, a fin de cuentas no hay nadie. Dejaré después unas monedas en la barra y a otra cosa mariposa
Justo a mi derecha había una lacena con una vajilla de barro y madera. Cogí dos grandes cuencos de madera y con ayuda de un cucharón que descansaba sobre la gran marmita, llené ambos cuencos de aquel suculento y espectacular guiso. Agarré dos cucharas y salí nuevamente hacía la barra.
-Creo que esto servirá...huele realmente bien... Serví un cuenco a la pequeña Kunoichi y el otro lo dejé al lado suya, en donde estaba antes. Salí de la barra y me senté en donde estaba inicialmente.
Comencé a comer con buena gana, no sin antes decir. - ¡Itadakimasu!
—No tengo padres— Contestó con suma indiferencia. Y la verdad eso podría justificar buena parte de su conducta. Ya decía yo...te hubiera venido bien unos cuantos capones paternales Pero en realidad era una verdad incómoda y triste. Más aún si intentaba ponerme en su piel e imaginarme yo en su situación. Por lo que queriendo o sin querer...me compadecí de ella.
-Lo siento mucho...de verás...
Como no sabía que no recibiría ninguna respuesta por su parte y caso de recibirla, sería otra grosería que no estaba dispuesto a tolerar ni soportar...Al ver que nadie vino tras el golpe que di a la barra ¡Vaya hombre!¡ Aquí no hay nadie...! Bajé del taburete en donde me encontraba y entré detrás de la barra atravesando la puerta que daba a una especie de cocina despensa.
Vaya...pues es cierto que aquí no hay nadie... Por fortuna lo que sí había era comida por todos lados. Carne seca colgada del techo y perfectamente accesible gracias a mi estatura, verduras frescas en una mesa de madera. En el centro, una cocina rústica en donde colgaba un caldero que soltaba un agradable aroma, y en el que no pude evitar acercarme a inspeccionar.
A ver a ver...tiene que ser algo bueno por que huele bien
Nada mal, nada mal...se trataba de un guiso de verduras y carne. Se podía ver patatas, calabaza y carne que bien podría ser ternera. No hace falta decir que entre el aroma y aquella espectacular visión mi apetito despertó en el acto. Cogeré un poco, a fin de cuentas no hay nadie. Dejaré después unas monedas en la barra y a otra cosa mariposa
Justo a mi derecha había una lacena con una vajilla de barro y madera. Cogí dos grandes cuencos de madera y con ayuda de un cucharón que descansaba sobre la gran marmita, llené ambos cuencos de aquel suculento y espectacular guiso. Agarré dos cucharas y salí nuevamente hacía la barra.
-Creo que esto servirá...huele realmente bien... Serví un cuenco a la pequeña Kunoichi y el otro lo dejé al lado suya, en donde estaba antes. Salí de la barra y me senté en donde estaba inicialmente.
Comencé a comer con buena gana, no sin antes decir. - ¡Itadakimasu!