13/09/2016, 15:36
¡Hoy va a ser un buen día!
Pensó Mano Larga Urasaki al ver pasar a la joven cargando tremendo baúl. Para una persona como él, un cofre de tal tamaño solo podía contener cosas de valor, cosas que podrían ser hurtadas y luego vendidas en los lugares correctos a amigos y colegas del crimen.
Mano larga Urasaki se puso de pie mientras que con sus manos se ajustaba un antifaz negro que le cubría el contorno de los ojos, no era para que no lo descubriesen pues a fin de cuentas todo aquel que hubiese escuchado algo sobre ese personaje sabría que era el único idiota que llevaba una mascara para cometer fechorías. Pero el problema con aquel muchacho era que lo que le sobraba de destreza le faltaba en inteligencia, nunca terminó de cumplir su tiempo en la Academia porque era "demasiado molesto" y prefirió darle un uso "más adecuado" a sus habilidades dedicándose a manotear carteras y cosas de valor a la gente despistada y extranjeros.
Una pichona esta volando demasiado alto...
El malviviente ya le había echado un ojo a su próxima presa, su decisión se vio reafirmada al verla chocarse con el mercader y constatar que estaba demasiado abrumada en las calles de Amegakure ¿sería la primera vez que pasaba por el lugar? Quien mejor entonces que él para darle la bienvenida.
Cortando la distancia a gran velocidad el ladrón impactó contra la muchacha del baúl, arrojándola al piso pero asegurándose de que el contenedor se quedara seguro en sus manos. Demás decir que aquel par que cargaba los paraguas dieron un par de pasos y miraron en todas direcciones, sin saber que estaba pasando.
De parte del circulo de los amigos asociados a las cosas ajenas, te agradecemos tu honorable contribución.
Comentó echándose la carga al hombro para luego salir corriendo.
Mogura que iba tranquilamente caminando por la calle bajo su paraguas, disfrutando de un día libre, no pudo evitar notar la presencia de una persona ajena a la aldea que vagaba por las calles y se chocaba a los demás y que por si fuera poco cargaba con una caja tan grande como ella.
Oh no...
Pensó al ver bajar por la calle a toda velocidad a Mano larga Urasaki, claramente en dirección a la extranjera. Su temor se vio confirmado en el momento en que el ladrón se llevó puesta a la chica, despojándola de sus pertenencias.
¡Urasaki!
Gritó el joven médico mientras se lanzaba a la carrera para seguirlo dejando atrás su paraguas.
La persecución no fue muy extensa, sobretodo porque después de un par de encuentros uno puede ser capaz de aprenderse las rutas que tomaba el ladrón. El arrinconamiento final tendría lugar en el patio de la academia de Amegakure, lugar donde se habrían cruzado por primera vez aquellos dos.
¡Oye, déjame en paz solo trato de ganarme la vida! ¿Cómo se supone que coma sino?
Reclamó Mano larga Urasaki. Pero Mogura no parecía que fuese a dejarlo ir a ningún lado.
Busca un trabajo si quieres comer, ahora dame lo que te robaste.
Contestó el muchacho de cabello azabache, aunque fuese su día libre llevaba en la frente la bandana de la aldea. De todos los días que podrían haber sido, tuvo que venir a encontrarse con ese mamarracho justo esa mañana.
Pensó Mano Larga Urasaki al ver pasar a la joven cargando tremendo baúl. Para una persona como él, un cofre de tal tamaño solo podía contener cosas de valor, cosas que podrían ser hurtadas y luego vendidas en los lugares correctos a amigos y colegas del crimen.
Mano larga Urasaki se puso de pie mientras que con sus manos se ajustaba un antifaz negro que le cubría el contorno de los ojos, no era para que no lo descubriesen pues a fin de cuentas todo aquel que hubiese escuchado algo sobre ese personaje sabría que era el único idiota que llevaba una mascara para cometer fechorías. Pero el problema con aquel muchacho era que lo que le sobraba de destreza le faltaba en inteligencia, nunca terminó de cumplir su tiempo en la Academia porque era "demasiado molesto" y prefirió darle un uso "más adecuado" a sus habilidades dedicándose a manotear carteras y cosas de valor a la gente despistada y extranjeros.
Una pichona esta volando demasiado alto...
El malviviente ya le había echado un ojo a su próxima presa, su decisión se vio reafirmada al verla chocarse con el mercader y constatar que estaba demasiado abrumada en las calles de Amegakure ¿sería la primera vez que pasaba por el lugar? Quien mejor entonces que él para darle la bienvenida.
Cortando la distancia a gran velocidad el ladrón impactó contra la muchacha del baúl, arrojándola al piso pero asegurándose de que el contenedor se quedara seguro en sus manos. Demás decir que aquel par que cargaba los paraguas dieron un par de pasos y miraron en todas direcciones, sin saber que estaba pasando.
De parte del circulo de los amigos asociados a las cosas ajenas, te agradecemos tu honorable contribución.
Comentó echándose la carga al hombro para luego salir corriendo.
Mogura que iba tranquilamente caminando por la calle bajo su paraguas, disfrutando de un día libre, no pudo evitar notar la presencia de una persona ajena a la aldea que vagaba por las calles y se chocaba a los demás y que por si fuera poco cargaba con una caja tan grande como ella.
Oh no...
Pensó al ver bajar por la calle a toda velocidad a Mano larga Urasaki, claramente en dirección a la extranjera. Su temor se vio confirmado en el momento en que el ladrón se llevó puesta a la chica, despojándola de sus pertenencias.
¡Urasaki!
Gritó el joven médico mientras se lanzaba a la carrera para seguirlo dejando atrás su paraguas.
La persecución no fue muy extensa, sobretodo porque después de un par de encuentros uno puede ser capaz de aprenderse las rutas que tomaba el ladrón. El arrinconamiento final tendría lugar en el patio de la academia de Amegakure, lugar donde se habrían cruzado por primera vez aquellos dos.
¡Oye, déjame en paz solo trato de ganarme la vida! ¿Cómo se supone que coma sino?
Reclamó Mano larga Urasaki. Pero Mogura no parecía que fuese a dejarlo ir a ningún lado.
Busca un trabajo si quieres comer, ahora dame lo que te robaste.
Contestó el muchacho de cabello azabache, aunque fuese su día libre llevaba en la frente la bandana de la aldea. De todos los días que podrían haber sido, tuvo que venir a encontrarse con ese mamarracho justo esa mañana.