19/09/2016, 03:21
Los genin intercambiaron sus historias. Al de blanca cabellera le quedó bastante claro como su compañero había terminado en aquella situación, pero aun así seguía sin entender del todo lo que estaba ocurriendo.
«Me gustaría tener un poco más de información.», pensó mientras recordaba aquel viejo proverbio que le repetían hasta el cansancio en las clases de la academia. «Un ninja desinformado es un ninja vulnerable, pues el miedo a lo desconocido y las consecuencias de la ignorancia nos acechan a todos por igual.», recitó mentalmente.
Sin previo aviso, los sujetos que les mantenían cautivos se pusieron tensos y en alerta—. Allí, algo se acerca. —Le dijo a su compañero mientras señalaba con su barbilla a lo que parecía ser un remolino.
Se acercaron amparados por una densa nube de polvo, provocada por el galopar de una veintena de caballos guiados por jinetes con rostros cubiertos. En la vanguardia de aquel grupo, se podía distinguir a dos sujetos que cabalgaban el uno al lado del otro, como líderes de una banda donde nadie podía, o se atrevía, a igualarse con ellos en cuestiones de dominio y capacidad. Se detuvieron a una distancia de unos quince metros de donde estaban los cautivos, arrojaron unas cuantas miradas a los alrededores y comenzaron a repartir órdenes y a hacer preguntas. Para cualquier ninja con experiencia, se hacía obvio que la distancia que habían tomado estaba fríamente calculada, quedándose fuera del rango medio de la mayoría de ninjutsus. También era adrede su forma de ignorarlos, una manera típica de engañarlos y hacer que bajasen la guardia cuando su oponente, en realidad, está en alerta máxima.
Pasados unos minutos, ambos jinetes misteriosos se acercaron hasta donde estaban los muchachos… Un leve escalofrío recorrió el cuerpo del Ishimura. Con solo estar frente a ellos podía darse cuenta de que eran un par de sujetos fuertes. Mentalmente realizó una comparación de sus fuerzas… Una gota de sudor frío bajó por su frente y una leve ola de vigorizante adrenalina llegó a su corazón, pues concluyó que… de enfrentarlos a ambos juntos, perdería y moriría inevitablemente.
—¿Bonito día verdad, mis señores? Ha sido un alivio el que todo saliese como se planeó, tenía miedo de que las cosas se arruinaran. —Dijo alguien a quien no vio llegar, pues se había quedado abstraído pensando en la situación presente.
Era un sujeto cuyo aspecto podría definirse como “común y corriente”. Lo único resaltante que tenía era que parecía el tipo de personas curiosas que no tienen pelos en la lengua a la hora hacer preguntas. Aunque… había una cosa más que llamó su atención; el sujeto estaba vistiendo el uniforme de aquellos que trabajaban como camareros en el tren.
«¡Pero qué… ¿Qué significa esto?!» Un par de sujetos que indudablemente provenían del tren se dirigían hacia los jinetes recién llegados.
A este par si lo conocía el de ojos grises; Aquel tamaño y masa muscular eran inconfundibles, mas aun por el maletín que llevaba uno de ellos. Se trataba de los trabajadores que aquella intermediaria le había facilitado para que pudiera alcanzar el tren. Con todo aquello de la pelea, se había olvidado de ellos por completo, confiado de que con su tamaño estarían bien, y les había encomendado la valija que se suponía no debía perder bajo ninguna circunstancia.
La situación no solo era confusa, también se evidenciaba como poco alentadora.
«Me gustaría tener un poco más de información.», pensó mientras recordaba aquel viejo proverbio que le repetían hasta el cansancio en las clases de la academia. «Un ninja desinformado es un ninja vulnerable, pues el miedo a lo desconocido y las consecuencias de la ignorancia nos acechan a todos por igual.», recitó mentalmente.
Sin previo aviso, los sujetos que les mantenían cautivos se pusieron tensos y en alerta—. Allí, algo se acerca. —Le dijo a su compañero mientras señalaba con su barbilla a lo que parecía ser un remolino.
Se acercaron amparados por una densa nube de polvo, provocada por el galopar de una veintena de caballos guiados por jinetes con rostros cubiertos. En la vanguardia de aquel grupo, se podía distinguir a dos sujetos que cabalgaban el uno al lado del otro, como líderes de una banda donde nadie podía, o se atrevía, a igualarse con ellos en cuestiones de dominio y capacidad. Se detuvieron a una distancia de unos quince metros de donde estaban los cautivos, arrojaron unas cuantas miradas a los alrededores y comenzaron a repartir órdenes y a hacer preguntas. Para cualquier ninja con experiencia, se hacía obvio que la distancia que habían tomado estaba fríamente calculada, quedándose fuera del rango medio de la mayoría de ninjutsus. También era adrede su forma de ignorarlos, una manera típica de engañarlos y hacer que bajasen la guardia cuando su oponente, en realidad, está en alerta máxima.
Pasados unos minutos, ambos jinetes misteriosos se acercaron hasta donde estaban los muchachos… Un leve escalofrío recorrió el cuerpo del Ishimura. Con solo estar frente a ellos podía darse cuenta de que eran un par de sujetos fuertes. Mentalmente realizó una comparación de sus fuerzas… Una gota de sudor frío bajó por su frente y una leve ola de vigorizante adrenalina llegó a su corazón, pues concluyó que… de enfrentarlos a ambos juntos, perdería y moriría inevitablemente.
—¿Bonito día verdad, mis señores? Ha sido un alivio el que todo saliese como se planeó, tenía miedo de que las cosas se arruinaran. —Dijo alguien a quien no vio llegar, pues se había quedado abstraído pensando en la situación presente.
Era un sujeto cuyo aspecto podría definirse como “común y corriente”. Lo único resaltante que tenía era que parecía el tipo de personas curiosas que no tienen pelos en la lengua a la hora hacer preguntas. Aunque… había una cosa más que llamó su atención; el sujeto estaba vistiendo el uniforme de aquellos que trabajaban como camareros en el tren.
«¡Pero qué… ¿Qué significa esto?!» Un par de sujetos que indudablemente provenían del tren se dirigían hacia los jinetes recién llegados.
A este par si lo conocía el de ojos grises; Aquel tamaño y masa muscular eran inconfundibles, mas aun por el maletín que llevaba uno de ellos. Se trataba de los trabajadores que aquella intermediaria le había facilitado para que pudiera alcanzar el tren. Con todo aquello de la pelea, se había olvidado de ellos por completo, confiado de que con su tamaño estarían bien, y les había encomendado la valija que se suponía no debía perder bajo ninguna circunstancia.
La situación no solo era confusa, también se evidenciaba como poco alentadora.