19/09/2016, 15:47
Mientras observaban el mapa y Ayame opinaba sobre su lugar de origen, Kondor no pudo evitar percatarse de algo muy extraño. Al acercarse a aquella chica no desprendía olor alguno. Era extraño porque juraría que había olido su aroma anteriormente, pero ahora que se concentraba... Nada.
Que extraño... -murmuró el joven salvaje. La respuesta, sin embargo, le asaltaría enseguida.
Un virote de los que habían empezado a silbar a su alrededor se clavó en la muchacha y otros tantos pasaron silbándole alrededor a Kondor. Rápidamente fue a agarrar a la joven para evitar que se desplomara y para llevarle a un lugar seguro. Pero increíblemente su cuerpo se deshizo inmediatamente en una masa de agua que le mojó las puntas de los dedos y que empapó la hierba que había a sus pies.
Con un rápido vistazo y mientras corría a refugiarse detrás de un árbol cercano, Kondor descubrió quienes eran aquellos atacantes. Ahora podía olerlos. Había estado tan concentrado en descubrir el misterio del olor de Ayame que había ignorado el resto de olores, además de que le llegaban muy tenuemente.
Parecía que aquella joven era su objetivo, sin embargo le gritaron a Kondor que les diera sus pertenencias y les dijera donde podían encontrar a Ayame. Por suerte su inventario era reducido y no le tenía mucho apego, y tampoco sabía donde se había escondido y la adrenalina del momento no le permitía concentrarse como para intentar buscarla por el olor. Tenía que salir de allí cuanto antes. Por lo general el salvaje prefería no enfrentarse a personas armadas, sobre todo si tenían un arco y eran dos contra uno. Tenía que pensar deprisa.
- ¡No atakar! ¡Yo no conocer! -exclamó mientras miraba por el borde del árbol a aquellos dos hombres. Sin que se notara, se despojó de su bandana y de sus pertenencias y las dejó en las raíces del árbol. No sabía desde cuándo llevaban esos dos tipos observando, pero esperaba que no le consideraran una amenaza y no quería que supieran que era un ninja. Cuanto más se confiaran mejor para Kondor.
El árbol no le permitía ocultar su posición a aquellos hombres, pero si le servía para evitar los flechazos del hombre del arco, que era el que más preocupaba a Kondor y por ello, no le quitaba la vista de encima. Si se acercaban a él estaría preparado...
¿Donde se ha metido esa chica? -pensó el huérfano. Solo esperaba que hubiera conseguido huir. Era de las pocas personas que se habían mostrado amables con Kondor.