20/09/2016, 13:06
No le pareció a Thomoe lo de buscar aunque fuera un poco de cobertura contra las flechas, tan poco que incluso tuvo tiempo para lanzarme uno de sus típicos halagos poco decorosos.
—¿En qué bosque vesugo?¿Llamas bosque a ese par de árboles que ahí por allí? Estás en mitad de Las Tierras de la Llovizna... no son más que llanuras
Bueno, asentí. ¿Para que responder? Algo de maleza había, no se podía comparar con el País de los Ríos, pero algo había. Yo lo que más temía eran las flechas. A Pesar de que estaba oscuro a rabiar y teníamos el suficiente sigilo para no ser vistos.
Joder que una flecha perdida te puede matar si ni si quiera darte cuenta...
Yoshimitsu no era un combatiente de primera fila, de eso no podía estar más seguro. Pero sin embargo se le daba fantásticamente bien la media y larga distancia. Visualizando y planificando movimientos maestros. Obligando al contrincante realizar movimientos arriesgados y erráticos con la presión que sus invocaciones ejercían en el combate.
—¿Sabes lanzar shurikens o kunais? ¿O al menos hacer algo que no sea pensar en correr?—
Cuando Thomoe se giró para dedicarle desprecios a Yoshimitsu vio que estaba acompañado de un pequeño nuevo ejercito de ratas y de un imponente y majestuoso león de tinta de dos metros. Yoshimitsu sonrió de manera pícara.
Algo se, si. Respondió confiado. -¡Sube al león! Te dará cobertura y podrás atacar como has hecho antes desde su lomo. Le indicó.
Las cosas claras, un león imponía respeto en combate. Podía soportar golpes que a nosotros nos sería una molestia y antes de que se desvaneciera, podría asestar un demoledor golpe y, vuelta a empezar. Las ratas no solo eran un verdadero incordio, sino que además las suficientes podían resultar una verdadera sentencia de muerte para algún bandido estúpido que fuera lo suficiente ignorante como para subestimarlas.
Mi posición por el momento era segura, por lo que decidí permanecer allí por el momento.
Finalmente, aparecieron un total de seis bandidos corriendo como alma que lleva el diablo, equipados con Kunais y al menos dos iban un poco más armados, blandiendo un kodachi.
Jamás alcanzarían a Thomoe cuerpo a cuerpo si decidía subir al león, yo de mientras mandaría todas las ratas que fueran precisas hacía los arqueros para dejarlos fuera de juego, todas las oleadas de ratas que fueran necesarias. Ya que eran excelentes escaladoras y podían llegar hasta ellos sin problemas.
¡Que empiece el juego!
—¿En qué bosque vesugo?¿Llamas bosque a ese par de árboles que ahí por allí? Estás en mitad de Las Tierras de la Llovizna... no son más que llanuras
Bueno, asentí. ¿Para que responder? Algo de maleza había, no se podía comparar con el País de los Ríos, pero algo había. Yo lo que más temía eran las flechas. A Pesar de que estaba oscuro a rabiar y teníamos el suficiente sigilo para no ser vistos.
Joder que una flecha perdida te puede matar si ni si quiera darte cuenta...
Yoshimitsu no era un combatiente de primera fila, de eso no podía estar más seguro. Pero sin embargo se le daba fantásticamente bien la media y larga distancia. Visualizando y planificando movimientos maestros. Obligando al contrincante realizar movimientos arriesgados y erráticos con la presión que sus invocaciones ejercían en el combate.
—¿Sabes lanzar shurikens o kunais? ¿O al menos hacer algo que no sea pensar en correr?—
Cuando Thomoe se giró para dedicarle desprecios a Yoshimitsu vio que estaba acompañado de un pequeño nuevo ejercito de ratas y de un imponente y majestuoso león de tinta de dos metros. Yoshimitsu sonrió de manera pícara.
Algo se, si. Respondió confiado. -¡Sube al león! Te dará cobertura y podrás atacar como has hecho antes desde su lomo. Le indicó.
Las cosas claras, un león imponía respeto en combate. Podía soportar golpes que a nosotros nos sería una molestia y antes de que se desvaneciera, podría asestar un demoledor golpe y, vuelta a empezar. Las ratas no solo eran un verdadero incordio, sino que además las suficientes podían resultar una verdadera sentencia de muerte para algún bandido estúpido que fuera lo suficiente ignorante como para subestimarlas.
Mi posición por el momento era segura, por lo que decidí permanecer allí por el momento.
Finalmente, aparecieron un total de seis bandidos corriendo como alma que lleva el diablo, equipados con Kunais y al menos dos iban un poco más armados, blandiendo un kodachi.
Jamás alcanzarían a Thomoe cuerpo a cuerpo si decidía subir al león, yo de mientras mandaría todas las ratas que fueran precisas hacía los arqueros para dejarlos fuera de juego, todas las oleadas de ratas que fueran necesarias. Ya que eran excelentes escaladoras y podían llegar hasta ellos sin problemas.
¡Que empiece el juego!