La conversació fue interrumpida por la llegada de dos invitados que llegaron montados a caballo. Trasmitían un aire amenazador con solo verlos y todos los demás bandidos mostraban una extraña mezcla de temor y respeto ante ellos, por lo que era fácil deducir que ellos eran los verdaderos jefes detrás de todo ese embrollo. Tatsuya trató de mantener el perfil bajo, con la cabeza gacha pero sin dejar de ver a los nuevos integrantes de la fiesta. Sabía que si los tenían retenidos era por que querían algo de ellos y probablemente no los lastimarían, pero tampoco quería tentar a la suerte y arriesgarse a cometer una estupidez .
De repente una voz se acercó desde atrás y salió al encuentro de los dos matones. El de ojos dispares se quedó perplejo al darse cuenta de que el mismo botones con el que había dialogado ahora estaba ahí tan campante. También llegaron dos extraños hombres musculosos, que no tenía ni la más remota idea de dónde habían salido.
—¿Na-nan... dato?— Balbuceó de forma inenteligible al escuchar que el empleado del tren también estaba involucrado en el plan.
Su relajada expresión se vió alterada por lo extraño del asunto, ahora se había quedado boquiabierto y con unos ojos de huevo estrellado. Trataba de pensar rápido, su compañero pareía estar igual de confundido que él, las cosas no eran lo que parecía.
"No puede ser. Ellos de entrada ya tenían a alguien infiltrado entre los trabajadores del tren para poder realizar el atraco. Pero entonces no tiene ningún sentido que me haya advertido sobre los bandidos y me diera la información para ir a la garita, además esos sujetos, tienen la valija de Kazuma-san. A menos qué... No, imposible, no "
La única opción es que ambos shinobis hubieran sido engañados y que el asalto al tren no fuera más que un pretexto. El verdadero objetivo eran ellos dos, pero carecía de total sentido. No encontraba ningún motivo válido por el cual armaran todo eso con tal de atraparlos. No se iba a sacar nada con teorías, trató de relajarse. Había una manera de saberlo, y estaba en forma de dos hombres que se encontraban parados enfrente de él. Miró al Ishimura de reojo y luego volteó la vista hacia los dos matones, sacó valor de saber ni donde y se atrevió a dirigirles la palabra.
—¿Qué es lo que buscan de nosostros?— Preguntó de golpe.
Ni tenía sentido soltar más, no tenía sentido cranear las preguntas y tampoco estaba en posición para exigir respuestas. Pero esperaba al menos averiguar que demonios era lo que estaba ocurriendo. No iba a mostrarse altanero, pero tampoco tenía intención de dejar ver que se hallaba intimidado.
De repente una voz se acercó desde atrás y salió al encuentro de los dos matones. El de ojos dispares se quedó perplejo al darse cuenta de que el mismo botones con el que había dialogado ahora estaba ahí tan campante. También llegaron dos extraños hombres musculosos, que no tenía ni la más remota idea de dónde habían salido.
—¿Na-nan... dato?— Balbuceó de forma inenteligible al escuchar que el empleado del tren también estaba involucrado en el plan.
Su relajada expresión se vió alterada por lo extraño del asunto, ahora se había quedado boquiabierto y con unos ojos de huevo estrellado. Trataba de pensar rápido, su compañero pareía estar igual de confundido que él, las cosas no eran lo que parecía.
"No puede ser. Ellos de entrada ya tenían a alguien infiltrado entre los trabajadores del tren para poder realizar el atraco. Pero entonces no tiene ningún sentido que me haya advertido sobre los bandidos y me diera la información para ir a la garita, además esos sujetos, tienen la valija de Kazuma-san. A menos qué... No, imposible, no "
La única opción es que ambos shinobis hubieran sido engañados y que el asalto al tren no fuera más que un pretexto. El verdadero objetivo eran ellos dos, pero carecía de total sentido. No encontraba ningún motivo válido por el cual armaran todo eso con tal de atraparlos. No se iba a sacar nada con teorías, trató de relajarse. Había una manera de saberlo, y estaba en forma de dos hombres que se encontraban parados enfrente de él. Miró al Ishimura de reojo y luego volteó la vista hacia los dos matones, sacó valor de saber ni donde y se atrevió a dirigirles la palabra.
—¿Qué es lo que buscan de nosostros?— Preguntó de golpe.
Ni tenía sentido soltar más, no tenía sentido cranear las preguntas y tampoco estaba en posición para exigir respuestas. Pero esperaba al menos averiguar que demonios era lo que estaba ocurriendo. No iba a mostrarse altanero, pero tampoco tenía intención de dejar ver que se hallaba intimidado.