26/09/2016, 23:17
Rápido como una gacela, Kondoriano corrió para ocultarse detrás del árbol más cercano mientras sus asaltantes seguían vociferando nuevas exclamaciones.
—¡Sal de ahí, chaval! ¡Ya te hemos visto! —gritó el del arco.
—Si nos entregas ahora lo que llevas encima y nos dices dónde está la chica, podrás salir con vida de esta —añadió el otro, con una sonrisa tan afilada como su espada.
—¡No atakar! ¡Yo no conocer! —replicó el de Uzushio, provocando un intercambio de gestos entre los dos bandidos. Habían torcido la boca en desaprobación.
Kondoriano se atrevió a asomarse ligeramente, y justo en ese momento otra flecha pasó silbando a escasos milímetros de su nariz.
—¡Sal de una vez si no quieres que te convirtamos en un colador!
Una ramita se partió por la mitad al otro lado del árbol. Un gruñido seco y una serie de maldiciones masculladas entre dientes. Salida de entre el follaje que tenía sobre él, Ayame aterrizó súbitamente junto a Kondoriano, sin perder de vista a los dos malhechores, y esbozó una sonrisa nerviosa hacia él. El charco del clon de agua, a escasos metros de su posición, seguía intacto.
—Lo siento. He tenido que tomar medidas... por precaución —se excusó.
—¡Jodida cría del demonio! —chillaba el bandido de la espada, tambaleándose mientras trataba de quitarse de encima el hilo shinobi que se había enredado alrededor de su cuerpo. Sin perder un instante, el arquero se acercó a su compañero y lo cortó con una de sus flechas.
—Pues ahora que estamos todos reunidos... ¿vais a seguir jugando a los ninjas o dejamos ya estas tonterías?
—¡Sal de ahí, chaval! ¡Ya te hemos visto! —gritó el del arco.
—Si nos entregas ahora lo que llevas encima y nos dices dónde está la chica, podrás salir con vida de esta —añadió el otro, con una sonrisa tan afilada como su espada.
—¡No atakar! ¡Yo no conocer! —replicó el de Uzushio, provocando un intercambio de gestos entre los dos bandidos. Habían torcido la boca en desaprobación.
Kondoriano se atrevió a asomarse ligeramente, y justo en ese momento otra flecha pasó silbando a escasos milímetros de su nariz.
—¡Sal de una vez si no quieres que te convirtamos en un colador!
Una ramita se partió por la mitad al otro lado del árbol. Un gruñido seco y una serie de maldiciones masculladas entre dientes. Salida de entre el follaje que tenía sobre él, Ayame aterrizó súbitamente junto a Kondoriano, sin perder de vista a los dos malhechores, y esbozó una sonrisa nerviosa hacia él. El charco del clon de agua, a escasos metros de su posición, seguía intacto.
—Lo siento. He tenido que tomar medidas... por precaución —se excusó.
—¡Jodida cría del demonio! —chillaba el bandido de la espada, tambaleándose mientras trataba de quitarse de encima el hilo shinobi que se había enredado alrededor de su cuerpo. Sin perder un instante, el arquero se acercó a su compañero y lo cortó con una de sus flechas.
—Pues ahora que estamos todos reunidos... ¿vais a seguir jugando a los ninjas o dejamos ya estas tonterías?