4/10/2016, 03:13
Las alianzas improvisadas son algo que carece de la fortaleza de la confianza, pues se pactan bajo condiciones de desesperación. Confirmado quedó aquello cuando el joven Ishimura se vio abandonado por su compañera. Por el lado bueno; se le veía determinada a cumplir con el objetivo que se habían planteado. Por el lado malo; Era un poco incomoda la facilidad con la que le había abandonado, si es que se lo podía llamar abandono a aquello, pues no estaba en peligro real… Al menos no en el típico peligro al que estaba acostumbrado y con el cual sabía lidiar.
Su salvación llegó en forma de una de aquellas chicas típicamente inoportunas.
—¡¿Qué haces aquí, perdiendo el tiempo con este anciano, Shioko?¡ —preguntó una chica de estatura y vestimenta similar.
—Me pareció que podría ser un buen cliente —Hizo un puchero, demostrando lo molesto que era que se metieran en sus asuntos.
—¡Olvídate de eso! —hizo un ademán con la mano, restándole importancia a la presencia del peliblanco—. ¡Parece que los chicos de Banryoku están de visita! De seguro traen mucho dinero con ellos.
—Lo siento, Oji-san, será para la próxima. —Sin decir más, la muchacha se fue corriendo hacia alguna parte, luciendo un rostro que resultaba una curiosa mezcla de avaricia y sensualidad.
El nativo de la espiral sintió que, por primera vez en varios minutos, podía respirar con tranquilidad. Sabía que debía continuar con su camino y completar lo que tenía pendiente, pero decidió tomarse un instante para recuperar la compostura.
Apoyo la espalda en la pared y, desde las sombras que lo cubrían, fue que los vio; Era el grupo de guardias que se suponía les debía escoltar a la comisaria. Tenía sentido que estuviesen hay, con tantos vuelcos de corazón era seguro que los clones se hubiesen esfumado.
«Recién están ingresando. Les tomará un rato el cruzar la estancia y comenzar a buscarnos.», pensó mientras se ponía en alerta.
Miro hacia el ladronzuelo que era su objetivo, y pudo ver como este ponía cara de pánico. El sujeto se había dado cuenta de que los oficiales habían entrado al local. Decidió darle prioridad a su escape, por lo que dejó de incordiar a la furcia que yacía al pie de las escaleras y procedió a subir por las mismas buscando algún lugar donde pudiese evadir la búsqueda. Con la creciente prisa y ansiedad, se decidió a ir por la puerta más cercana, ubicada al inicio de la pasarela.
El joven de ojos grises comenzó a moverse con prisa, aprovechando el breve revuelo que estaba causando la bienvenida a aquel grupo de guardias.
—Vamos —le dijo a Ritsuko en cuanto pasó a su lado.
Sin demoras, subió la escalinata y se aventuró al lugar al cual había entrado el malviviente causante de su actual problema. Dejo la entrada abierta, a la espera de que la kunoichi le siguiera. Sin embargo, le encontraría detenido e indeciso.
—Un pasillo, dos habitaciones y solo tengo tiempo para revisar una… —Resultaba un tanto molesto, pero necesitaría que su aliada temporal se encargará de revisar una de las habitaciones por su propia cuenta mientras él hacía lo mismo.
«Es difícil decidir cuál puerta elegir, pues por alguna razón… Ambas me dan muy mala espina» Por lo visto hasta entonces, era natural temer a lo que pudiese encontrar en alguna de esas recamaras misteriosas.
Su salvación llegó en forma de una de aquellas chicas típicamente inoportunas.
—¡¿Qué haces aquí, perdiendo el tiempo con este anciano, Shioko?¡ —preguntó una chica de estatura y vestimenta similar.
—Me pareció que podría ser un buen cliente —Hizo un puchero, demostrando lo molesto que era que se metieran en sus asuntos.
—¡Olvídate de eso! —hizo un ademán con la mano, restándole importancia a la presencia del peliblanco—. ¡Parece que los chicos de Banryoku están de visita! De seguro traen mucho dinero con ellos.
—Lo siento, Oji-san, será para la próxima. —Sin decir más, la muchacha se fue corriendo hacia alguna parte, luciendo un rostro que resultaba una curiosa mezcla de avaricia y sensualidad.
El nativo de la espiral sintió que, por primera vez en varios minutos, podía respirar con tranquilidad. Sabía que debía continuar con su camino y completar lo que tenía pendiente, pero decidió tomarse un instante para recuperar la compostura.
Apoyo la espalda en la pared y, desde las sombras que lo cubrían, fue que los vio; Era el grupo de guardias que se suponía les debía escoltar a la comisaria. Tenía sentido que estuviesen hay, con tantos vuelcos de corazón era seguro que los clones se hubiesen esfumado.
«Recién están ingresando. Les tomará un rato el cruzar la estancia y comenzar a buscarnos.», pensó mientras se ponía en alerta.
Miro hacia el ladronzuelo que era su objetivo, y pudo ver como este ponía cara de pánico. El sujeto se había dado cuenta de que los oficiales habían entrado al local. Decidió darle prioridad a su escape, por lo que dejó de incordiar a la furcia que yacía al pie de las escaleras y procedió a subir por las mismas buscando algún lugar donde pudiese evadir la búsqueda. Con la creciente prisa y ansiedad, se decidió a ir por la puerta más cercana, ubicada al inicio de la pasarela.
El joven de ojos grises comenzó a moverse con prisa, aprovechando el breve revuelo que estaba causando la bienvenida a aquel grupo de guardias.
—Vamos —le dijo a Ritsuko en cuanto pasó a su lado.
Sin demoras, subió la escalinata y se aventuró al lugar al cual había entrado el malviviente causante de su actual problema. Dejo la entrada abierta, a la espera de que la kunoichi le siguiera. Sin embargo, le encontraría detenido e indeciso.
—Un pasillo, dos habitaciones y solo tengo tiempo para revisar una… —Resultaba un tanto molesto, pero necesitaría que su aliada temporal se encargará de revisar una de las habitaciones por su propia cuenta mientras él hacía lo mismo.
«Es difícil decidir cuál puerta elegir, pues por alguna razón… Ambas me dan muy mala espina» Por lo visto hasta entonces, era natural temer a lo que pudiese encontrar en alguna de esas recamaras misteriosas.