17/10/2016, 17:46
—La culpa es suya, por ser tan débiles— Respondió apareciendo de entre la oscuridad.
¡Juas! Encima culpará a los fiambres de su exceso de sangre fría Suspiré aliviado cuando la vi aparecer. Tomoe era una niña psicópata que era mejor tener a la vista, mejor ver a la muerte a los ojos...
—Esto es mío, gracias—
¿Sangre fría? ¡Que va! Tomoe comenzó a recuperar sus armas incrustadas en los cadáveres de los bandidos como si por la mañana tomará una galleta del bote de galletas. Era alucinante, lo hacía de tal manera, que quedaba claro que no era la primera vez liquidaba a un ser vivo sin despeinarse. Por lo menos demostró su escasa y más que probable inexistente humanidad.
Es más chunga de lo que pensaba...afortunadamente este tipo de personas no suelen vivir mucho...o eso dicen
-Acabo de descubrir de que con los cadáveres si que eres educada...vamos... Sonreí lo más falso que pude.
Cuando se escuchó vociferar a aquel que pensamos que podría ser el jefe de los ladrones. Tomoe se adelantó con un más que obvio comentario.
—Anda mira, uno listo. Ese debe ser el jefe— Dijo animada. Estaba claro que asesinar era lo suyo, caí en la cuenta que con ella, todo acabaría en más muerte. Ya comencé a descartar lo de apresar al bandido, no me veía con fuerzas de discutir a Tomoe, no tenía ganas de morir también...
-Esto...¿Lo vas a matar también? Pregunté. -No es por nada, pero quizás valga más vivo ¿No?. Sabia que sería inútil pero por lo menos debía intentarlo.
De todos modos, nos dirigimos a la entrada de aquel fuerte de madera improvisado con tranquilidad. Y cuando llegamos a la entrada y vimos el interior del recinto, se me antojó como una visión esperpéntica.
¡La madre del cordero!
En el centro de la estancia había una enorme pira, lo suficientemente grande como para que la lluvia no pudiera mermar aquella inmensa llama. Jaulas de hierro a su alrededor que contenían a unas cuatro personas, por lo menos era lo que veía desde mi posición. Cadáveres de gente por el suelo, casi sepultadas por el lodazal. Las tiendas de los bandidos a un extremo, un carromato sujeto a dos caballos y dos bandidos cargando su preciado botín en el. Y en medio de todo aquello un pedazo de monstruo.
Un tipo que mediría sino los dos metros de alto poco le faltaría, musculoso y lleno de cicatrices. Iba con el torso al descubierto, como única protección llevaba un tira de cuero que cruzaba su pecho de la cadera hasta su hombro, sus antebrazos estaban cubiertos de tiras de cuero y cadenas. El tipo de cabello oscuro tenía el pelo recogido con una enorme trenza que le llegaba hasta el final de espalda, y al final de la trenza un kunai atado a ella...
-Muchas gracias por deshaceros de mis lacayos, así no tendré que repartir el botín entre tantos. Pero he de reconocer que me encuentro un tanto molesto, habéis tardado demasiado poco en llevar a cabo vuestra tarea. Si no queréis morir, os sugiero que os vayáis por donde habéis venido Sentenció la montaña. -Hacedme caso mocosos, no suelo ser tan amable...no lo volveré a repetir
¡Juas! Encima culpará a los fiambres de su exceso de sangre fría Suspiré aliviado cuando la vi aparecer. Tomoe era una niña psicópata que era mejor tener a la vista, mejor ver a la muerte a los ojos...
—Esto es mío, gracias—
¿Sangre fría? ¡Que va! Tomoe comenzó a recuperar sus armas incrustadas en los cadáveres de los bandidos como si por la mañana tomará una galleta del bote de galletas. Era alucinante, lo hacía de tal manera, que quedaba claro que no era la primera vez liquidaba a un ser vivo sin despeinarse. Por lo menos demostró su escasa y más que probable inexistente humanidad.
Es más chunga de lo que pensaba...afortunadamente este tipo de personas no suelen vivir mucho...o eso dicen
-Acabo de descubrir de que con los cadáveres si que eres educada...vamos... Sonreí lo más falso que pude.
Cuando se escuchó vociferar a aquel que pensamos que podría ser el jefe de los ladrones. Tomoe se adelantó con un más que obvio comentario.
—Anda mira, uno listo. Ese debe ser el jefe— Dijo animada. Estaba claro que asesinar era lo suyo, caí en la cuenta que con ella, todo acabaría en más muerte. Ya comencé a descartar lo de apresar al bandido, no me veía con fuerzas de discutir a Tomoe, no tenía ganas de morir también...
-Esto...¿Lo vas a matar también? Pregunté. -No es por nada, pero quizás valga más vivo ¿No?. Sabia que sería inútil pero por lo menos debía intentarlo.
De todos modos, nos dirigimos a la entrada de aquel fuerte de madera improvisado con tranquilidad. Y cuando llegamos a la entrada y vimos el interior del recinto, se me antojó como una visión esperpéntica.
¡La madre del cordero!
En el centro de la estancia había una enorme pira, lo suficientemente grande como para que la lluvia no pudiera mermar aquella inmensa llama. Jaulas de hierro a su alrededor que contenían a unas cuatro personas, por lo menos era lo que veía desde mi posición. Cadáveres de gente por el suelo, casi sepultadas por el lodazal. Las tiendas de los bandidos a un extremo, un carromato sujeto a dos caballos y dos bandidos cargando su preciado botín en el. Y en medio de todo aquello un pedazo de monstruo.
Un tipo que mediría sino los dos metros de alto poco le faltaría, musculoso y lleno de cicatrices. Iba con el torso al descubierto, como única protección llevaba un tira de cuero que cruzaba su pecho de la cadera hasta su hombro, sus antebrazos estaban cubiertos de tiras de cuero y cadenas. El tipo de cabello oscuro tenía el pelo recogido con una enorme trenza que le llegaba hasta el final de espalda, y al final de la trenza un kunai atado a ella...
-Muchas gracias por deshaceros de mis lacayos, así no tendré que repartir el botín entre tantos. Pero he de reconocer que me encuentro un tanto molesto, habéis tardado demasiado poco en llevar a cabo vuestra tarea. Si no queréis morir, os sugiero que os vayáis por donde habéis venido Sentenció la montaña. -Hacedme caso mocosos, no suelo ser tan amable...no lo volveré a repetir