22/10/2016, 03:18
Su barquita navegaba silenciosa entre las inquietas aguas que inevitablemente salpicaban las ropas oscuras de la genin. Esa tarde se había vestido de modo que una capucha protegiera parte de su cabeza, para permitirse ver el camino mientras impulsaba su pequeña nave a través del lago, ya que no usaba paraguas. Como todo su traje era negro su rostro, sus manos y la bandana en su cuello sobresalían contrastados por las luces mortecinas de la tarde.
Se había propuesto pasar un rato a solas, todo un reto para intentar dominar sus miedos de antaño y hallar algo de paz. Lo había logrado durante aquella media hora que estuvo en el centro del lago, pero se rindió pasado aquél tiempo y había decidido regresar a la orilla cuando de pronto un proyectil impactó en la madera envejecida del bote que tripulaba. << ¿Qué ha sido eso? ¿Están saltando los peces? >>
Con su estúpida teoría en mente se asomó al agua, inclinándose casi hasta tocar el borde de las tablas con el pecho, cuando una segunda pedrada le dio de lleno en la cabeza. Hubiera podido proferir maldiciones con la furia y el dolor que le recorría de cuerpo entero, pero sus labios en silencio simularon modular las palabrotas. Se llevó las manos a la coronilla y las lágrimas se le escapaban, la sacudida de dolor fue tan tremenda que el bote se meció con ímpetu hasta que Maar se quedó inmóvil a la espera de que, lentamente, el dolor se marchitara.
Cuando se irguió observó a su alrededor y descubrió a lo lejos, en la playa, a una persona que se preparaba para lanzar otra piedra. << ¡Pero ¿Es que está ciego?! >> Su retórica le permitió al menos comprender que era como un fantasma ante los ojos de cualquiera, con el clima, la distancia y su vestido. Intentó echar mano a su remo pero no lo encontró. En algún momento lo había dejado caer al agua. Rápidamente extendió chakra hacia la palma de su zurda y con ella hizo que la nave se impulsara una y otra vez, con la fuerza suficiente para que la inercia la arrastrara lejos del alcance del último proyectil.
A esas alturas era probable que él la hubiese visto ya, inclinada sobre las barca para poder tocar el agua. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dejó la madera flotar hacia la orilla y caminó a paso ligero sobre el agua. La kunoichi se acercó al Hyuga y sin pensar si quiera en si él le entendería o no, sin saber quién era él, le habló en su lenguaje extraviando gestos a causa del enojo - Al hospital mandarme. ¡Cuidado! ¡Observar debieras! -
Se había propuesto pasar un rato a solas, todo un reto para intentar dominar sus miedos de antaño y hallar algo de paz. Lo había logrado durante aquella media hora que estuvo en el centro del lago, pero se rindió pasado aquél tiempo y había decidido regresar a la orilla cuando de pronto un proyectil impactó en la madera envejecida del bote que tripulaba. << ¿Qué ha sido eso? ¿Están saltando los peces? >>
Con su estúpida teoría en mente se asomó al agua, inclinándose casi hasta tocar el borde de las tablas con el pecho, cuando una segunda pedrada le dio de lleno en la cabeza. Hubiera podido proferir maldiciones con la furia y el dolor que le recorría de cuerpo entero, pero sus labios en silencio simularon modular las palabrotas. Se llevó las manos a la coronilla y las lágrimas se le escapaban, la sacudida de dolor fue tan tremenda que el bote se meció con ímpetu hasta que Maar se quedó inmóvil a la espera de que, lentamente, el dolor se marchitara.
Cuando se irguió observó a su alrededor y descubrió a lo lejos, en la playa, a una persona que se preparaba para lanzar otra piedra. << ¡Pero ¿Es que está ciego?! >> Su retórica le permitió al menos comprender que era como un fantasma ante los ojos de cualquiera, con el clima, la distancia y su vestido. Intentó echar mano a su remo pero no lo encontró. En algún momento lo había dejado caer al agua. Rápidamente extendió chakra hacia la palma de su zurda y con ella hizo que la nave se impulsara una y otra vez, con la fuerza suficiente para que la inercia la arrastrara lejos del alcance del último proyectil.
A esas alturas era probable que él la hubiese visto ya, inclinada sobre las barca para poder tocar el agua. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dejó la madera flotar hacia la orilla y caminó a paso ligero sobre el agua. La kunoichi se acercó al Hyuga y sin pensar si quiera en si él le entendería o no, sin saber quién era él, le habló en su lenguaje extraviando gestos a causa del enojo - Al hospital mandarme. ¡Cuidado! ¡Observar debieras! -