29/10/2016, 23:37
Ambos habían sido bien recibidos en aquella gran cabaña, les ofrecieron un establo para amarrar a sus caballos y un lugar en donde pasar la noche. También les facilitaron alimentos, hicieron un enorme caldero de sopa con carne y vegetales y mucho pan de trigo, y pusieron a su servicio una gran tina de leña donde se podrían dar un buen y merecido baño. Kazuma no podía evitar el sentir curiosidad del porque tanta hospitalidad en un sitio tan desolado como aquel y porque era tanta la insistencia en que pasaran la noche allí.
Siendo ya noche cerrada y teniendo cubiertas sus necesidades, salió al exterior a tomar un poco de aire para equilibrar el calor que le había dado en el baño. Allí había una hamaca colgando, prácticamente invitándolo a descansar mientras se mecía en la fría y seca brisa nocturna.
—Esto es bastante agradable, pero hubiese preferido continuar con el viaje —exclamó, mientras bostezaba. Se acomodo buscando la postura más cómoda, con las manos detrás de la cabeza y con una pierna colgando a un lado.
—Permitirles marchar en plena noche hubiese sido una irresponsabilidad de nuestra parte —respondió uno de los hombres que estaban saliendo en aquel momento.
—¿Porque lo dice? —El sujeto se quedó en la entrada y le indico al otro que le acompañaba que encendiera dos antorchas a los lados del camino.
—Las Escaleras al cielo son un sendero difícil y ocasionalmente traicionero —aseguro con los ojos entrecerrados mientras se acicalaba la canosa barba con los dedos—. De noche, un mal paso podría enviarlos al fondo del mar de estacas.
—Tenemos las monturas adecuadas para dicho terreno —respondió, incorporándose y sintiéndose un poco subestimado.
—Sí, pude verlo, los caballos de merens son ideales para la travesía que hacen —en su rostro se dibujó una sonrisa que demostraba lo mucho que ignoraba el joven—, pero con la carrera que les hicieron dar al llegar aquí, es seguro que sus patas están bastante cansadas y temblorosas.
Aquellas monturas les habían costado un buen dinero en la frontera, pero valieron la pena por completo; Eran unos caballos rústicos de montaña y no de meseta, así que su paso era bastante firme y seguro sobre aquellos terrenos accidentados y engañosos. Por otra parte, resultaban muy resistentes a las inclemencias del tiempo y a la falta de alimento, por lo que eran el caballo ideal para ese tipo de viajes. Pese a estas grandes cualidades, eran pequeños y de cuerpo fuerte y macizo, por lo que un simple trote, ni hablar de una carrera, bastaba para acabar con sus fuerzas.
—Cierto… fue una suerte el encontrar este sitio para descansar, gracias, Ojii-san —se volvió a recostar y comenzó mecerse—. Por cierto, ¿Qué hace un grupo de guardias en un lugar tan inhóspito como este?
El viejo medito un poco antes de responder.
—Podría decirse que somos una especie de grupo de guardabosques —la ligera armadura de cobre y el aspecto curtido lo hacían parecer más un soldado que un gerente de albergue—. Este sitio parece desolado solo para quien viene de afuera, pues al otro lado de las Escaleras al cielo se encuentra Hanmoku, un pueblo que yace en la base de Sora, y que es nuestro hogar. Nosotros solo nos encargamos de darles a los aventureros un sitio en donde recuperar sus fuerzas y donde planear el siguiente paso en su viaje.
»Por cierto, ¿Qué hace un par de jóvenes como ustedes en lugar como este? —Ahora correspondía su turno de preguntar y de obtener una respuesta.
—Podría decirse que estamos explorando, y queremos escalar el Sora y ver el famoso espectáculo del mar entre el cielo y la tierra —Se podía notar el ánimo en su forma de hablar—. Aunque… puede que el invierno nos dificulte un poco las cosas.
—Si... El invierno se acerca —el anciano conocía bien el impacto de las estaciones en aquellas tierras—. Podrán partir mañana temprano. Recorrer Las escaleras al cielo toma unas treintaicéis horas a pie. Con sus caballos podrán hacer el recorrido en la mitad del tiempo.
El jefe de los guardabosques hizo una seña y su subordinado terminó con los fuegos guía que estaba preparando. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el interior, su turno había terminado y quería descansar.
—Será un viaje difícil y problemático, muchacho —dijo de repente—, estoy seguro que las primeras nevadas ya cayeron en Sora e imposibilitaron la ruta principal… Por lo que puede que les toque subir por el camino difícil, y eso solo si llegan antes de comience a nevar de verdad.
—Estoy al tanto de eso, y creo que esta bien —en su rostro se dibujó una sonrisa confiada—. Las dificultades son parte de la aventura, el descubrimiento y el aprendizaje.
Se echó a dormir, pues a la mañana siguiente continuaria con su travesía y para ello necesitaba estar en buenas condiciones, pues ahora le esperaban las Escaleras al cielo.
Siendo ya noche cerrada y teniendo cubiertas sus necesidades, salió al exterior a tomar un poco de aire para equilibrar el calor que le había dado en el baño. Allí había una hamaca colgando, prácticamente invitándolo a descansar mientras se mecía en la fría y seca brisa nocturna.
—Esto es bastante agradable, pero hubiese preferido continuar con el viaje —exclamó, mientras bostezaba. Se acomodo buscando la postura más cómoda, con las manos detrás de la cabeza y con una pierna colgando a un lado.
—Permitirles marchar en plena noche hubiese sido una irresponsabilidad de nuestra parte —respondió uno de los hombres que estaban saliendo en aquel momento.
—¿Porque lo dice? —El sujeto se quedó en la entrada y le indico al otro que le acompañaba que encendiera dos antorchas a los lados del camino.
—Las Escaleras al cielo son un sendero difícil y ocasionalmente traicionero —aseguro con los ojos entrecerrados mientras se acicalaba la canosa barba con los dedos—. De noche, un mal paso podría enviarlos al fondo del mar de estacas.
—Tenemos las monturas adecuadas para dicho terreno —respondió, incorporándose y sintiéndose un poco subestimado.
—Sí, pude verlo, los caballos de merens son ideales para la travesía que hacen —en su rostro se dibujó una sonrisa que demostraba lo mucho que ignoraba el joven—, pero con la carrera que les hicieron dar al llegar aquí, es seguro que sus patas están bastante cansadas y temblorosas.
Aquellas monturas les habían costado un buen dinero en la frontera, pero valieron la pena por completo; Eran unos caballos rústicos de montaña y no de meseta, así que su paso era bastante firme y seguro sobre aquellos terrenos accidentados y engañosos. Por otra parte, resultaban muy resistentes a las inclemencias del tiempo y a la falta de alimento, por lo que eran el caballo ideal para ese tipo de viajes. Pese a estas grandes cualidades, eran pequeños y de cuerpo fuerte y macizo, por lo que un simple trote, ni hablar de una carrera, bastaba para acabar con sus fuerzas.
—Cierto… fue una suerte el encontrar este sitio para descansar, gracias, Ojii-san —se volvió a recostar y comenzó mecerse—. Por cierto, ¿Qué hace un grupo de guardias en un lugar tan inhóspito como este?
El viejo medito un poco antes de responder.
—Podría decirse que somos una especie de grupo de guardabosques —la ligera armadura de cobre y el aspecto curtido lo hacían parecer más un soldado que un gerente de albergue—. Este sitio parece desolado solo para quien viene de afuera, pues al otro lado de las Escaleras al cielo se encuentra Hanmoku, un pueblo que yace en la base de Sora, y que es nuestro hogar. Nosotros solo nos encargamos de darles a los aventureros un sitio en donde recuperar sus fuerzas y donde planear el siguiente paso en su viaje.
»Por cierto, ¿Qué hace un par de jóvenes como ustedes en lugar como este? —Ahora correspondía su turno de preguntar y de obtener una respuesta.
—Podría decirse que estamos explorando, y queremos escalar el Sora y ver el famoso espectáculo del mar entre el cielo y la tierra —Se podía notar el ánimo en su forma de hablar—. Aunque… puede que el invierno nos dificulte un poco las cosas.
—Si... El invierno se acerca —el anciano conocía bien el impacto de las estaciones en aquellas tierras—. Podrán partir mañana temprano. Recorrer Las escaleras al cielo toma unas treintaicéis horas a pie. Con sus caballos podrán hacer el recorrido en la mitad del tiempo.
El jefe de los guardabosques hizo una seña y su subordinado terminó con los fuegos guía que estaba preparando. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el interior, su turno había terminado y quería descansar.
—Será un viaje difícil y problemático, muchacho —dijo de repente—, estoy seguro que las primeras nevadas ya cayeron en Sora e imposibilitaron la ruta principal… Por lo que puede que les toque subir por el camino difícil, y eso solo si llegan antes de comience a nevar de verdad.
—Estoy al tanto de eso, y creo que esta bien —en su rostro se dibujó una sonrisa confiada—. Las dificultades son parte de la aventura, el descubrimiento y el aprendizaje.
Se echó a dormir, pues a la mañana siguiente continuaria con su travesía y para ello necesitaba estar en buenas condiciones, pues ahora le esperaban las Escaleras al cielo.