30/10/2016, 19:35
Karamaru estaba envuelto en un aura de positivismo que no era acompañada por el ambiente, fuera llovía como siempre y ese era el menor de sus problemas. Las gotas de agua se encontraban al borde de la congelación, en esa fina linea que separa una lluvia verdaderamente fria de una nevada y eso era incluso más peligroso.
Se formaban charcos en las calles, que al poco que bajaran las temperaturas se congelarian, dejando una cantidad ingente de hielo en todo el suelo, provocando accidentes de todo tipo. Muchos comerciantes ambulantes no se atrevían a pasar sus carros por miedo a que lo volcasen todo con un charco congelado mal colocado. En general, a nadie le hacia mucha gracia.
Sin embargo, la torre de la Arashikage tenía sus puertas abiertas, como el resto de días del año. Puede que los comerciantes locales y extranjeros pudieran tomarse un día de descanso para evitar accidentes innecesarios, pero los shinobis no. Y aún menos en Amegakure, donde se les entrena desde pequeños para que lluvias como aquella no hicieran ningún tipo de mella en sus capacidades.
Detrás del escritorio que establecia la recepción del lugar se hallaba una chica de unos veinte años, con una melena oscura y larga. La chica estaba limando sus uñas con una atención envidiable cuando el silencio que reinaba en esa planta se interrumpió por algo más que por la lluvia. Un muchacho falto de pelo entró empapado al edificio, aunque poco le importaba su nivel de humedad, pues se abalanzó sobre ella dejandole bien claro su objetivo.
¡Hola! Necesito ver a la Arashikage. Ando en busca de una misión oficial.
— Buenas, para poder ver a la Arashikage y solicitar una misión necesito tu nombre y ver la bandana que te califica como shinobi de nuestra villa, por favor.
A un lado del escritorio tenía un montón de papeles y al otro, por dentro, había una especie de monitor y debajo de este un teclado, como si de una maquina de escribir se tratase. Antes de que pudiera preguntarle qué demonios era esa maquina del mal, la chica le plantó delante una libreta de un tamaño considerable donde había apuntada una gran cantidad de nombres separados por gruesas lineas donde ponia fechas. Se trataba del registro de visitas.
— Escribe tu nombre aquí, tu rango aquí y por último firma aquí.
La responsable le fue señalando con una pluma en que hueco iba cada cosa, sin embargo, no le ofreceria la misma a Karamaru hasta que este no le mostrara su bandana.
Se formaban charcos en las calles, que al poco que bajaran las temperaturas se congelarian, dejando una cantidad ingente de hielo en todo el suelo, provocando accidentes de todo tipo. Muchos comerciantes ambulantes no se atrevían a pasar sus carros por miedo a que lo volcasen todo con un charco congelado mal colocado. En general, a nadie le hacia mucha gracia.
Sin embargo, la torre de la Arashikage tenía sus puertas abiertas, como el resto de días del año. Puede que los comerciantes locales y extranjeros pudieran tomarse un día de descanso para evitar accidentes innecesarios, pero los shinobis no. Y aún menos en Amegakure, donde se les entrena desde pequeños para que lluvias como aquella no hicieran ningún tipo de mella en sus capacidades.
Detrás del escritorio que establecia la recepción del lugar se hallaba una chica de unos veinte años, con una melena oscura y larga. La chica estaba limando sus uñas con una atención envidiable cuando el silencio que reinaba en esa planta se interrumpió por algo más que por la lluvia. Un muchacho falto de pelo entró empapado al edificio, aunque poco le importaba su nivel de humedad, pues se abalanzó sobre ella dejandole bien claro su objetivo.
¡Hola! Necesito ver a la Arashikage. Ando en busca de una misión oficial.
— Buenas, para poder ver a la Arashikage y solicitar una misión necesito tu nombre y ver la bandana que te califica como shinobi de nuestra villa, por favor.
A un lado del escritorio tenía un montón de papeles y al otro, por dentro, había una especie de monitor y debajo de este un teclado, como si de una maquina de escribir se tratase. Antes de que pudiera preguntarle qué demonios era esa maquina del mal, la chica le plantó delante una libreta de un tamaño considerable donde había apuntada una gran cantidad de nombres separados por gruesas lineas donde ponia fechas. Se trataba del registro de visitas.
— Escribe tu nombre aquí, tu rango aquí y por último firma aquí.
La responsable le fue señalando con una pluma en que hueco iba cada cosa, sin embargo, no le ofreceria la misma a Karamaru hasta que este no le mostrara su bandana.
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