2/11/2016, 05:13
¿Sakamato Noemi? Frunció el ceño ligeramente, pensativo. El nombre en sí no le era familiar, aunque el apellido lo había escuchado en la aldea en repetidas ocasiones. ¿A lo mejor su familia era de algún clan prominente? Podría ser. Aunque Reih conocía lo básico sobre los clanes de la aldea, aún tenía mucho que aprender. A fin de cuentas, el había nacido en el seno de una familia civil, así que aún tenía mucho por descubrir en el mundo shinobi. —¿Debo llamarte Sakamoto-san, entonces? —preguntó. Él era bastante formal en esos aspectos, aunque sabía que muchos no le daban importancia a los honoríficos.
En los pocos minutos que tenía conversando con la rubia, empezó a notar varias cosas sobre ella: en primer lugar, que tenía una extraña fijación con su cabello -bonito, admitía él- y en segundo lugar, que parecía una persona un tanto indiferente y desinteresada, aunque recién la conocía y podría estar equivocado.
Sí quieres. Tomó su respuesta como un sí, adelante, así que se quitó la marioneta de la espalda y se sentó a su lado, dejando cierta distancia entre ambos. Colocó su arma frente a él, entre sus piernas: dado su pequeño tamaño (apenas le llegaba a sus caderas), no tuvo problemas para mantenerla de píe. Comenzó a enfocarse en su alrededor, viendo a la personas pasar frente a ellos, aunque se mantenía atento a las palabras de la kunoichi. —Sí, claro. ¿Y estaría en lo correcto al asumir que tú también lo eres? —comentó, recostando la espalda contra la pared del banco. —. Lo digo porque no llevas el chaleco militar, así que es eso o no estás en servicio en éste momento... —explicó. O quizá estaba en una misión de espionaje o infiltración, esa también era una opción.
Arqueó la ceja ligeramente ante su pregunta, y dejó escapar una risa. — Un shinobi no debería revelar sus secretos —dijo, pero de igual forma respondió: —. Combate a distancia; uso marionetas, específicamente —suavemente tomó la cabeza de su marioneta y la alzó, para que ella la viera. —. Ésta es Majestad —dijo, con cierto orgullo. Era una de las primeras que había hecho y aún la conservaba. Quitó un poco las vendas para que la rubia fuera capaz de ver al menos su cabeza. — No es la más bonita, pero es ciertamente letal en combate.
La marioneta en sí era pequeña y tenía varios mechones blancos sobre su cabeza que vendrían a ser su cabello; sus ojos parecían los de un gatos, con el iris un poco rasgado y los ojos de color dorado. Tenía una ranura que era su boca, aunque en ese momento se encontraba cerrada; del resto, su cuerpo seguía cubierto por las vendas.
En los pocos minutos que tenía conversando con la rubia, empezó a notar varias cosas sobre ella: en primer lugar, que tenía una extraña fijación con su cabello -bonito, admitía él- y en segundo lugar, que parecía una persona un tanto indiferente y desinteresada, aunque recién la conocía y podría estar equivocado.
Sí quieres. Tomó su respuesta como un sí, adelante, así que se quitó la marioneta de la espalda y se sentó a su lado, dejando cierta distancia entre ambos. Colocó su arma frente a él, entre sus piernas: dado su pequeño tamaño (apenas le llegaba a sus caderas), no tuvo problemas para mantenerla de píe. Comenzó a enfocarse en su alrededor, viendo a la personas pasar frente a ellos, aunque se mantenía atento a las palabras de la kunoichi. —Sí, claro. ¿Y estaría en lo correcto al asumir que tú también lo eres? —comentó, recostando la espalda contra la pared del banco. —. Lo digo porque no llevas el chaleco militar, así que es eso o no estás en servicio en éste momento... —explicó. O quizá estaba en una misión de espionaje o infiltración, esa también era una opción.
Arqueó la ceja ligeramente ante su pregunta, y dejó escapar una risa. — Un shinobi no debería revelar sus secretos —dijo, pero de igual forma respondió: —. Combate a distancia; uso marionetas, específicamente —suavemente tomó la cabeza de su marioneta y la alzó, para que ella la viera. —. Ésta es Majestad —dijo, con cierto orgullo. Era una de las primeras que había hecho y aún la conservaba. Quitó un poco las vendas para que la rubia fuera capaz de ver al menos su cabeza. — No es la más bonita, pero es ciertamente letal en combate.
La marioneta en sí era pequeña y tenía varios mechones blancos sobre su cabeza que vendrían a ser su cabello; sus ojos parecían los de un gatos, con el iris un poco rasgado y los ojos de color dorado. Tenía una ranura que era su boca, aunque en ese momento se encontraba cerrada; del resto, su cuerpo seguía cubierto por las vendas.