5/11/2016, 00:48
—¿Qué podríamos decirles nosotros que fuera de su interés?— Preguntó mientras miraba de reojo el precipicio.
—Ese es el problema con los malnacidos extranjeros: No saben nada de cómo funcionan las cosas sobre las arenas, hay que explicarles cada maldito y evidente detalle.
El de ojos azules bajo de su caballo con prisa, enfadado por las molestias que tendría que tomarse. Comenzó a caminar de manera amenazante hacia donde estaban ambos jóvenes, como si fuera a patearles por preguntar aquello. Era del tipo que detestaba andar conversando y explicando razones, lo suyo eran las cosas sencillas y fáciles de comprender, los insultos y la violencia.
—No te preocupes —dijo el de barba negra, divertido por el arranque de ira de su socio— ,yo les dejare en claro de qué va todo el asunto, ya veras que los convenzo.
El de ojos azules giró la cabeza y escupió a un lado, dejando que la brisa polvorienta se llevara su saliva. Mientras, el otro abandonó su montura y se acercó hacia donde estaban los ninjas, de manera que quedó justo en donde comenzaba la saliente. Los otros bandidos se quedaron a una distancia prudencial; bajaron su guardia y permitieron que sus brazos descansaran al dejar a un lado las ballestas, como si ya no fueran a hacerles falta. Se mantenían observadores, expectantes e incluso… emocionados, pues la experiencia les permitía el presentir que iba a pasar.
—Verán —comenzó antes de que su grupo se impacientara—, este un lugar donde, para nuestra fortuna, la ley escasea. Pero… también tenemos competencia, y conseguir personal capacitado se hace bastante difícil.
»Se ve que ustedes son unos chicos fuertes y sensatos, estoy seguro de que les interesara conservar sus vidas a cambio de unírsenos en una corta asociación de la cual saldrán bastantes beneficiados.
—¿Qué clase de asociación? —preguntó, curioso, y a la vez ofendido.
—Estamos planeado un golpe grande contra una banda rival —sus palabras sonaban un tanto amargas, como si estuviera comiéndose su orgullo—, pero esos bastardos están bien protegidos, por lo que necesitamos un par de manos hábiles para lidiar con el asunto. Si todo sale bien, ustedes también obtendrán una buena cantidad de “pasta”.
—Básicamente, es eso que dijo: Nos colaboran, conservan sus vidas, se hacen ricos y ayudan a reducir la criminalidad de la región.
»¿Qué dicen, muchachones? —al ver las emociones en sus rostros, sus labios formaron una larga y cruel sonrisa burlona—. Sin presiones, chicos, solo ignoren el oscuro abismo sin fondo que ruge a sus espaldas.
—Ese es el problema con los malnacidos extranjeros: No saben nada de cómo funcionan las cosas sobre las arenas, hay que explicarles cada maldito y evidente detalle.
El de ojos azules bajo de su caballo con prisa, enfadado por las molestias que tendría que tomarse. Comenzó a caminar de manera amenazante hacia donde estaban ambos jóvenes, como si fuera a patearles por preguntar aquello. Era del tipo que detestaba andar conversando y explicando razones, lo suyo eran las cosas sencillas y fáciles de comprender, los insultos y la violencia.
—No te preocupes —dijo el de barba negra, divertido por el arranque de ira de su socio— ,yo les dejare en claro de qué va todo el asunto, ya veras que los convenzo.
El de ojos azules giró la cabeza y escupió a un lado, dejando que la brisa polvorienta se llevara su saliva. Mientras, el otro abandonó su montura y se acercó hacia donde estaban los ninjas, de manera que quedó justo en donde comenzaba la saliente. Los otros bandidos se quedaron a una distancia prudencial; bajaron su guardia y permitieron que sus brazos descansaran al dejar a un lado las ballestas, como si ya no fueran a hacerles falta. Se mantenían observadores, expectantes e incluso… emocionados, pues la experiencia les permitía el presentir que iba a pasar.
—Verán —comenzó antes de que su grupo se impacientara—, este un lugar donde, para nuestra fortuna, la ley escasea. Pero… también tenemos competencia, y conseguir personal capacitado se hace bastante difícil.
»Se ve que ustedes son unos chicos fuertes y sensatos, estoy seguro de que les interesara conservar sus vidas a cambio de unírsenos en una corta asociación de la cual saldrán bastantes beneficiados.
—¿Qué clase de asociación? —preguntó, curioso, y a la vez ofendido.
—Estamos planeado un golpe grande contra una banda rival —sus palabras sonaban un tanto amargas, como si estuviera comiéndose su orgullo—, pero esos bastardos están bien protegidos, por lo que necesitamos un par de manos hábiles para lidiar con el asunto. Si todo sale bien, ustedes también obtendrán una buena cantidad de “pasta”.
—Básicamente, es eso que dijo: Nos colaboran, conservan sus vidas, se hacen ricos y ayudan a reducir la criminalidad de la región.
»¿Qué dicen, muchachones? —al ver las emociones en sus rostros, sus labios formaron una larga y cruel sonrisa burlona—. Sin presiones, chicos, solo ignoren el oscuro abismo sin fondo que ruge a sus espaldas.