19/11/2016, 05:43
La dubitativa le invadía a medida que recorría los pasillos de la exhibición, puesto que eran tantos los objetos que le costaba mucho decantarse por uno.
Sin embargo, antes de que el muchacho pudiera decidir qué hacer para comenzar su travesía a través de las historias de las armas que allí se encontraban, un menudo joven aparentemente contemporáneo a su edad se le acercó por la espalda y pidió llamar su atención.
—Disculpa amigo ¿Podrías darme tu opinión? —Jin se vio obligado a virar hacia el lugar de donde provenía aquella voz y le contempló como quien se siente invadido por la sorpresa. Explayó su jovial mirada sobre su interlocutor y sonrió amistosamente a la espera de que éste le explicara sobre qué era lo que quería que diera su opinión. Pronto se daría cuenta de que en las manos del muchacho —quien por la bandana que yacía en su cuello suponía ser también un ninja, aunque de la aldea de Takigakure— yacía abierto un amplio makimono sobre el cual reposaba aún fresco los retazos de un par de dibujos —. ¿Serías tan amable de decirme si te parecen realistas mis dibujos? Necesito la opinión de un guerrero experto.
—Si buscas a un guerrero experto, creo que te tocará pillarlo en otro lado. Este humilde servidor está aún muy lejos de ser alguien siquiera cercano a eso, lamentablemente —comentó con sobrada modestia—. no obstante, y si aún te interesa mi humilde opinión; creo que...
Entonces le invadió el silencio. Calló por unos treinta segundos durante los cuales contempló fijamente las figuras dibujadas en el papel, reconociendo que desde luego los detalles con los cuales fueron pintadas aquellas katanas eran bastante calcados a lo que él podría pensar que era una espada real.
—Me gusta, están muy bien dibujadas. Tienes talento, etto...
»¿Cómo dijiste que te llamabas? —de pronto extendió su mano y se presentó por su propia cuenta—. Yo soy Jin.
Sin embargo, antes de que el muchacho pudiera decidir qué hacer para comenzar su travesía a través de las historias de las armas que allí se encontraban, un menudo joven aparentemente contemporáneo a su edad se le acercó por la espalda y pidió llamar su atención.
—Disculpa amigo ¿Podrías darme tu opinión? —Jin se vio obligado a virar hacia el lugar de donde provenía aquella voz y le contempló como quien se siente invadido por la sorpresa. Explayó su jovial mirada sobre su interlocutor y sonrió amistosamente a la espera de que éste le explicara sobre qué era lo que quería que diera su opinión. Pronto se daría cuenta de que en las manos del muchacho —quien por la bandana que yacía en su cuello suponía ser también un ninja, aunque de la aldea de Takigakure— yacía abierto un amplio makimono sobre el cual reposaba aún fresco los retazos de un par de dibujos —. ¿Serías tan amable de decirme si te parecen realistas mis dibujos? Necesito la opinión de un guerrero experto.
—Si buscas a un guerrero experto, creo que te tocará pillarlo en otro lado. Este humilde servidor está aún muy lejos de ser alguien siquiera cercano a eso, lamentablemente —comentó con sobrada modestia—. no obstante, y si aún te interesa mi humilde opinión; creo que...
Entonces le invadió el silencio. Calló por unos treinta segundos durante los cuales contempló fijamente las figuras dibujadas en el papel, reconociendo que desde luego los detalles con los cuales fueron pintadas aquellas katanas eran bastante calcados a lo que él podría pensar que era una espada real.
—Me gusta, están muy bien dibujadas. Tienes talento, etto...
»¿Cómo dijiste que te llamabas? —de pronto extendió su mano y se presentó por su propia cuenta—. Yo soy Jin.