20/11/2016, 12:58
El domador de bestias pareció sentirse alagado ante el comentario de la peliblanca, mas no se le subió a la cabeza, supo reconocer que la auténticamente hermosa en ésta pequeña explanada era ella. No había manera de comparar la belleza de su cuerpo lleno de cicatrices con el de ese chico que parecía sacado de una revista de telenovelas. Bueno, sobre gusto los colores, como se suele decir...
Pero ella era mas guapa, y punto. —J´rasias. —Agradeció mientras casi hacía un pequeña reverencia. Casi, porque con el poco equilibrio que conservaba tampoco podía hacer milagros. Hizo todo lo que estaba en sus manos, ni mas ni menos.
Tras recobrar la compostura, tanto como pudo o su borrachera le permitía, la chica inquirió que él tan solo quería aprovecharse de ella llevándola en el animal hacia Kuroshiro. Éste lo negó estrepitosamente, aseguró que para nada esa había sido su intención. Explicó que tan solo quería ayudarla a su país, que si se lo permitía le acompañaría hasta Yachi para que allí se recuperase antes de regresar a su hogar. La verdad, la propuesta sonaba de lo mas inverosímil. ¿Por qué ayudar a una kunoichi de otra aldea sin esperar algo a cambio?
La chica alzó una ceja mientras que su rostro tomaba una mueca de incredulidad, o algo parecido, a saber. —Yio no quierro descansar! Es´toy perfestamente! ¿¡Vale!?
No podía negarlo, llamarla cabezona sería quedarse corto. Pero oye, una chica que se vale por sí misma, que no pide ayuda por difícil que se ponga la situación. No era la típica princesa del cuento que espera encerrada en una mazmorra vigilada por un dragón a que el príncipe la salve... Katomi era de esas que jugaba al poker con el dragón, y cuando llegaba el príncipe lo mandaba a freír espárragos.
Después vino un comentario algo extraño, o quizás fuera de contexto. El chico afirmó que sin duda él era de lo mas aseado, que no era guarro en absoluto, pero que tenía esas pintas a causa de un incidente en las tierras de la llovizna. ¿A qué venía eso?
—¿Q...qué? —Preguntó la chica, con claro síntoma de duda. Su cara era todo un poema, no entendía a qué venía eso.
Pero ella era mas guapa, y punto. —J´rasias. —Agradeció mientras casi hacía un pequeña reverencia. Casi, porque con el poco equilibrio que conservaba tampoco podía hacer milagros. Hizo todo lo que estaba en sus manos, ni mas ni menos.
Tras recobrar la compostura, tanto como pudo o su borrachera le permitía, la chica inquirió que él tan solo quería aprovecharse de ella llevándola en el animal hacia Kuroshiro. Éste lo negó estrepitosamente, aseguró que para nada esa había sido su intención. Explicó que tan solo quería ayudarla a su país, que si se lo permitía le acompañaría hasta Yachi para que allí se recuperase antes de regresar a su hogar. La verdad, la propuesta sonaba de lo mas inverosímil. ¿Por qué ayudar a una kunoichi de otra aldea sin esperar algo a cambio?
La chica alzó una ceja mientras que su rostro tomaba una mueca de incredulidad, o algo parecido, a saber. —Yio no quierro descansar! Es´toy perfestamente! ¿¡Vale!?
No podía negarlo, llamarla cabezona sería quedarse corto. Pero oye, una chica que se vale por sí misma, que no pide ayuda por difícil que se ponga la situación. No era la típica princesa del cuento que espera encerrada en una mazmorra vigilada por un dragón a que el príncipe la salve... Katomi era de esas que jugaba al poker con el dragón, y cuando llegaba el príncipe lo mandaba a freír espárragos.
Después vino un comentario algo extraño, o quizás fuera de contexto. El chico afirmó que sin duda él era de lo mas aseado, que no era guarro en absoluto, pero que tenía esas pintas a causa de un incidente en las tierras de la llovizna. ¿A qué venía eso?
—¿Q...qué? —Preguntó la chica, con claro síntoma de duda. Su cara era todo un poema, no entendía a qué venía eso.