21/11/2016, 23:58
El tipo de las bestias no pareció querer insistir en el tema, o bien le pareció insignificante o bien daba el tema por perdido con una chica que estaba bastante pedo. A saber lo que pasaba realmente por la mente del joven, lo que era seguro es que realmente no le gustaba demasiado la idea de perder el tiempo por nada, o bien se trataba de un chico bastante impaciente. Al final, el silencio reinó por unos segundos, segundos en los que la chica quedó con la misma mueca de duda. No entendía nada, o casi nada... o, en fin, había algo que no entendía. Aunque no sabía el qué.
De pronto, una voz mas grave que el asfalto y mas alta que un volcán rompió el silencio. Anunciaba que por fin había alcanzado a un perro cobarde, aunque bien cierto era que por esos lares no había ningún perro. ¿Sería eso que montaba el chico ciertamente un perro? ¿Acaso no le había engañado? Lo que estaba claro era que el volumen del grito era ensordecedor, y la cabeza de la chica ya empezaba a bailar camboya, literalmente. Sin poder evitarlo, se llevó la siniestra a la sien, buscando mantener el dolor de cabeza a raya en un súbito intento.
Sin embargo, el anuncio no fue mas que el preludio a otro grito de la misma envergadura. De nuevo, anunció algo extraño y para nada alentador, la muerte y posible tumba para alguien. Por suerte o desgracia, se refería al género masculino la amenaza, lo cuál casi que era un alivio. Sin embargo, seguía muy subido de tono.
Ambos genin se giraron, y vieron ante ellos a una montaña humana.
El chico pareció amedrentarse, y trató de acariciar la amenaza con una especie de suplica acerca de entregarle todo el dinero que llevaba a cambio de un poco de paz. La montaña humana por contra no aceptó el trato, era absurdo tomar a cambio de nada lo que podía tomar por la fuerza igual. La verdad, tenía sentido... y de nuevo un volumen demasiado alto. La chica dio un par de pasos casi que buscando el equilibrio, al parecer se le quería escapar, pero lo había logrado alcanzar a tiempo. Por otro lado su botella, que casi derrama en ese lapsus.
La conversación entre la montaña y el domador de fieras prosiguió, y el primero buscó averiguar donde se encontraba un Uchiha. El domador argumentó que la chica posiblemente hubiese vuelto a su país, que no sabía realmente donde estaba. La respuesta no pareció gustar al primero, las facciones de su rostro así lo mostraban.
—Tshhhh... tsh... tshhhh-shhh. TSHH! —Recalcó la chica con la mano de la botella casi a la altura de la boca, mientras que alzaba el índice en pos de conseguir un poco de silencio.
La chica tomó aire, y enderezó su pose todo lo que pudo; concretamente lo que el alcohol le permitía. Dejó un segundo para dar mas dramatismo al asunto, y señaló de buenas a primeras al hombre tan grande como un día sin pan. —¿Te quie´re callá? —Soltó de pronto, así, con toda la seriedad del mundo. —Que me duere la cabesa... TSH!
De nuevo, llevó el gesto con el índice hacia sus labios, gesticulando de nuevo que callase por un rato. Quizás se había pasado un poco, pero en fin... nada que un poco de fuego no pudiese solucionar.
De pronto, una voz mas grave que el asfalto y mas alta que un volcán rompió el silencio. Anunciaba que por fin había alcanzado a un perro cobarde, aunque bien cierto era que por esos lares no había ningún perro. ¿Sería eso que montaba el chico ciertamente un perro? ¿Acaso no le había engañado? Lo que estaba claro era que el volumen del grito era ensordecedor, y la cabeza de la chica ya empezaba a bailar camboya, literalmente. Sin poder evitarlo, se llevó la siniestra a la sien, buscando mantener el dolor de cabeza a raya en un súbito intento.
Sin embargo, el anuncio no fue mas que el preludio a otro grito de la misma envergadura. De nuevo, anunció algo extraño y para nada alentador, la muerte y posible tumba para alguien. Por suerte o desgracia, se refería al género masculino la amenaza, lo cuál casi que era un alivio. Sin embargo, seguía muy subido de tono.
Ambos genin se giraron, y vieron ante ellos a una montaña humana.
El chico pareció amedrentarse, y trató de acariciar la amenaza con una especie de suplica acerca de entregarle todo el dinero que llevaba a cambio de un poco de paz. La montaña humana por contra no aceptó el trato, era absurdo tomar a cambio de nada lo que podía tomar por la fuerza igual. La verdad, tenía sentido... y de nuevo un volumen demasiado alto. La chica dio un par de pasos casi que buscando el equilibrio, al parecer se le quería escapar, pero lo había logrado alcanzar a tiempo. Por otro lado su botella, que casi derrama en ese lapsus.
La conversación entre la montaña y el domador de fieras prosiguió, y el primero buscó averiguar donde se encontraba un Uchiha. El domador argumentó que la chica posiblemente hubiese vuelto a su país, que no sabía realmente donde estaba. La respuesta no pareció gustar al primero, las facciones de su rostro así lo mostraban.
—Tshhhh... tsh... tshhhh-shhh. TSHH! —Recalcó la chica con la mano de la botella casi a la altura de la boca, mientras que alzaba el índice en pos de conseguir un poco de silencio.
La chica tomó aire, y enderezó su pose todo lo que pudo; concretamente lo que el alcohol le permitía. Dejó un segundo para dar mas dramatismo al asunto, y señaló de buenas a primeras al hombre tan grande como un día sin pan. —¿Te quie´re callá? —Soltó de pronto, así, con toda la seriedad del mundo. —Que me duere la cabesa... TSH!
De nuevo, llevó el gesto con el índice hacia sus labios, gesticulando de nuevo que callase por un rato. Quizás se había pasado un poco, pero en fin... nada que un poco de fuego no pudiese solucionar.