22/11/2016, 10:30
El tipo pareció verse levemente afligido por aquello de la retardada presentación y se disculpó por aquello, no sin antes dejar en entredicho su nombre. Dijo llamarse Yoshimitsu, dejó que sus manos frotaran con cierta disconformidad su nuca y luego se decantó por guardar cuidadosamente el makimono donde había estado dibujando las armas.
Jin contempló todo aquello con la parsimonia que siempre le caracterizaba. Sonriente expectante y con una mirada que aunque por el color de sus ojos podría esperarse percibir un vacío alarmante, resultaba ser todo lo contrario. Lucía tan lleno de vida que hasta podría ser molesto para los más pesimistas detractores de la felicidad.
—Y bueno Jin, supongo que si estás aquí es por que eres un practicante del kenjutsu...¿O quizás bukijutsu? —se atrevió a adivinar Yoshimitsu, nuevamente. Y una vez más se equivocaba, aunque ni el joven Hyuga ni nadie podría decir que no era la suposición más obvia, desde luego.
Después de todo, era un museo de armas en toda su extensión, ¿no?
—¡Já! nada que ver, amigo mío —exclamó con gracia —. conozco y domino lo básico pero no mucho más, me temo. Aunque tengo que admitir que el kenjutsu puede ser un arte lo bastante desafiante como para poner a prueba a cualquiera, ¿no crees?
El shinobi del remolino aprovechó la pausa para virar su cuerpo y caminar un par de pasos, esperando que su interlocutor hiciera lo propio. Él tan solo quería acercarse a la vitrina de un viejo mandoble de acero que reposaba verticalmente sobre un sujetador de madera.
—Imagina enfrentar a alguien que use este espadón. Madre mía, si podría cortarte la cabeza de un tajo con ese filo tan brillante. ¡Míralo!
Jin contempló todo aquello con la parsimonia que siempre le caracterizaba. Sonriente expectante y con una mirada que aunque por el color de sus ojos podría esperarse percibir un vacío alarmante, resultaba ser todo lo contrario. Lucía tan lleno de vida que hasta podría ser molesto para los más pesimistas detractores de la felicidad.
—Y bueno Jin, supongo que si estás aquí es por que eres un practicante del kenjutsu...¿O quizás bukijutsu? —se atrevió a adivinar Yoshimitsu, nuevamente. Y una vez más se equivocaba, aunque ni el joven Hyuga ni nadie podría decir que no era la suposición más obvia, desde luego.
Después de todo, era un museo de armas en toda su extensión, ¿no?
—¡Já! nada que ver, amigo mío —exclamó con gracia —. conozco y domino lo básico pero no mucho más, me temo. Aunque tengo que admitir que el kenjutsu puede ser un arte lo bastante desafiante como para poner a prueba a cualquiera, ¿no crees?
El shinobi del remolino aprovechó la pausa para virar su cuerpo y caminar un par de pasos, esperando que su interlocutor hiciera lo propio. Él tan solo quería acercarse a la vitrina de un viejo mandoble de acero que reposaba verticalmente sobre un sujetador de madera.
—Imagina enfrentar a alguien que use este espadón. Madre mía, si podría cortarte la cabeza de un tajo con ese filo tan brillante. ¡Míralo!