28/11/2016, 05:17
Jin se dio cuenta poco después que había revelado algo importante para él. Esa necesidad de alcanzar a su padre en cuanto a poder se refiere, algo que todavía se hacía lejano y más que distante. Pudo incluso haberse recriminado el haber dicho algo como eso, pero Yoshimitsu le respondió a su sinceridad con lo que él creyó era la misma moneda. Le habló sobre la ausencia de sus padres, y de su abuelo; quien debido a lo anterior se había convertido en una presencia continua.
Eso estaba bien. No había forma más certera de progresar que la de trazarse un objetivo. Si superar a sus familiares era el fomento suficiente para ello nada podía impedírselo.
—Una semana, vaya. Que puedas mantener una técnica durante tanto tiempo es bastante notable, seguro eres un shinobi muy fuerte. Que suerte que no estamos en guerra: ¿verdad? —bromeó entre risas—. no me sería sencillo tener que pelear con dos adversarios al mismo tiempo.
En cuanto terminó su intervención, Jin se percató de pronto de la presencia de una cuarta persona que probablemente llevaba cerca el tiempo suficiente como para haber escuchado parte de la conversación. Desveló su cercanía al cruzar el enorme estante de madera que le había estado cubriendo todo el rato y se plantó recto e inamovible frente a los dos chiquillos.
Se trataba de un tipo muy alto y delgado, de cabello negro y facciones chupadas. Tenía toda la pinta de bibliotecario, y sobre su mano descansaba una pequeña agenda donde probablemente anotaba muchas cosas. El hombre miró a los críos desde las alturas y con voz quebrada se dirigió a ellos.
—Tú, niño. ¿Qué no has leído las normas para los visitantes? —le advirtió con tono severo—. está terminantemente prohibido el uso del chakra dentro de las instalaciones del museo. ¡Deshaz tu técnica o tendré que llamar a los guardias!
Jin no recordaba haber leído nada, pero si el dependiente lo decía; no tendría nada que reprochar. Tan sólo se obligó a retroceder un paso y a esperar la respuesta de su nuevo amigo, quien era en ese caso el que estaba en problemas.
Eso estaba bien. No había forma más certera de progresar que la de trazarse un objetivo. Si superar a sus familiares era el fomento suficiente para ello nada podía impedírselo.
—Una semana, vaya. Que puedas mantener una técnica durante tanto tiempo es bastante notable, seguro eres un shinobi muy fuerte. Que suerte que no estamos en guerra: ¿verdad? —bromeó entre risas—. no me sería sencillo tener que pelear con dos adversarios al mismo tiempo.
En cuanto terminó su intervención, Jin se percató de pronto de la presencia de una cuarta persona que probablemente llevaba cerca el tiempo suficiente como para haber escuchado parte de la conversación. Desveló su cercanía al cruzar el enorme estante de madera que le había estado cubriendo todo el rato y se plantó recto e inamovible frente a los dos chiquillos.
Se trataba de un tipo muy alto y delgado, de cabello negro y facciones chupadas. Tenía toda la pinta de bibliotecario, y sobre su mano descansaba una pequeña agenda donde probablemente anotaba muchas cosas. El hombre miró a los críos desde las alturas y con voz quebrada se dirigió a ellos.
—Tú, niño. ¿Qué no has leído las normas para los visitantes? —le advirtió con tono severo—. está terminantemente prohibido el uso del chakra dentro de las instalaciones del museo. ¡Deshaz tu técnica o tendré que llamar a los guardias!
Jin no recordaba haber leído nada, pero si el dependiente lo decía; no tendría nada que reprochar. Tan sólo se obligó a retroceder un paso y a esperar la respuesta de su nuevo amigo, quien era en ese caso el que estaba en problemas.