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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#81
La oscuridad no respondió a su llamado, por lo que volvió a hablarle, ahora con un tono un poco más alto y apremiante:

¡Tatsuya! —Su voz volvió a disiparse en un profundo eco, sin que llegase a recibir respuesta alguna.

Comenzó a caminar a ciegas, tratando de recordar las paredes que el relámpago había iluminado hacía unos instantes. Quizás fuera por la impresión del momento, pero recordaba bastante bien la forma que tenía el recodo. Aquello le facilitaba la tarea de andar por aquel sitio mientras evitaba el filoso borde de piedra astillada que había provocado la técnica de su compañero. Todo parecía sencillo, hasta que se vio a sí mismo tropezando con algo en el suelo. Guardo la calma y comenzó a tantear en busca del causante de su caída. Luego de unos segundos, constató que se trataba del Takanashi. Lo primero que hizo fue tomarle el pulso y comprobar, para su gran alivio, que seguía vivo y respirando. «Aunque ha quedado totalmente inconsciente»

¡TATSUYAAAAAAAAAAAAA! —gritó con fuerza atronadora, pero el muchacho ni se inmuto.

»Hombre, eso ha sido una locura: no solo pudiste haberte matado por el gasto excesivo de chakra, también pudiste haberme matado a mí… O peor, pudiste causar un derrumbe y matarnos a ambos. —Le hablaba como si estuviese despierto, y como si pudiese escucharle.

En vista de que el nativo de Takigakure permanecería inconsciente e incapaz de moverse «al menos por unas cuantas horas», decidió que lo mejor sería tratar de llevarlo consigo.

No se sentía capaz de abandonar a aquel muchacho, menos aún en el estado de locura parcial en el que se encontraba. El camino sería difícil, sobre todo porque no tenía fuerzas suficientes como para llevarlo en hombros, por lo que solo le quedaba arrastrarlo. Ya estaba decidido a continuar y hacerse cargo de Tatsuya quien, irónicamente, era más fácil de manejar como peso muerto que como respaldo.

Antes de comenzar a caminar en medio de las sombras, se detuvo a reflexionar un poco sobre lo que iba a hacer.

Ahora que lo pienso… —se dijo, mientras comenzaba a desabrochar el cinturón que ajustaba sus pantalones—. Lamento esto que voy a hacerte, porque se que te vas encolerizar cuando recuperes el conocimiento, pero tengo que aprovechar que no te puedes resistir —se excusó mientras comenzaba a atar las manos y pies del desmayado—. No quisiera que te despertaras y volvieras a cometer una locura.

Con el chico inmovilizado, solo le quedó el comenzar el lento y constante andar.

Se mantuvo en movimiento por horas, al menos eso le pareció. En medio de aquella oscuridad era imposible saber cuánto tiempo había pasado. Su única referencia era el nivel de cansancio que parecía aumentar a un ritmo constante. El camino se sentía bastante regular, en algunas partes era arenoso y en otras parecía ser suelo liso y duro. En cierto punto, un fuerte olor a azufre llenó sus fosas nasales, y las paredes tenían ahora una sensación un tanto viscosa. Agudizó sus sentidos, y pudo escuchar un coro de chillidos a su alrededor. «¡Murciélagos!», pensó.

Parece que hemos recuperado un poco de suerte —le dijo a su inconsciente acompañante—. Cierto… estas dormido —recordó—. Bueno, creo que es lo mejor: seguro no te gustaría despertar y darte cuenta de que estás siendo arrastrado sobre un piso cubierto por caca de ratones voladores… Si, es lo mejor.

»Al menos estas bocarriba... creo.

El Ishimura se cubrió la nariz y continúo su trayecto, con esperanzas renovadas: Sabía que, a diferencia de las arañas y otras criaturas del averno, los murciélagos necesitaban vivir en cuevas que tuvieran una forma de salir.

Una hora después de haber dejado atrás lo que había bautizado como “El corredor del azufre y los chillidos”, se dio de cara con lo que parecía ser una pared de roca áspera y sólida. Soltó la correa que lo unía a su amigo y comenzó a tantear con ambas manos. «Es el final del camino», se dijo luego de inspeccionar la situación.

Bien pudo haber perdido la esperanza, pero podía sentir como por sobre su cabeza llegaba una fuerte corriente de aire cargado del olor del desierto. Eso, sumado a algunos chillidos ocasionales, bastaba para que supiera que la salida estaba cerca, relativamente cerca.

Estamos próximos a abandonar las entrañas de la tierra. Estoy seguro —se recostó en la roca y se dejó caer para descansar—. Solo necesito esperar a que abandones el país de los sueños, irónicamente, para que regreses a algo similar a una pesadilla.

Cerró los ojos, y dejó escapar un suspiro que se perdió en la absoluta oscuridad.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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RE: Erase una vez en el País del Viento - por Hanamura Kazuma - 1/12/2016, 00:51


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