2/12/2016, 00:41
Jin contempló con paciencia la conversación entre el demandante y el demandado. Era tan simple como que las normas estaban para ser cumplidas, nadie podía discutir con eso; más sin embargo el joven Yoshimitsu no estuvo demasiado de acuerdo en dejar a un lado su técnica a pesar de lo interesante que estaba resultando ser el museo para sus habilidades de pintura.
El hyuga se mantuvo al margen hasta que su colega de la cascada respondió, directo y sin demasiado agobio. Su decisión era la de dejar el lugar cuanto antes, a lo que el hombre que le había recriminado la cuestión en un principio respondió con un rotundo silencio y una mueca de desagrado. Entonces se dio vuelta, no sin antes darle otra de sus miradas de reprimenda y se perdió de nuevo en los confines del siguiente pasillo.
—Claro, está bien. Déjame te acompaño a la salida, yo luego te alcanzo allá —comentó, tomando él la iniciativa y moviendo su menudo cuerpo hasta el pasillo lateral derecho—. aunque juro por mi familia que no he visto ningún cartel con esa norma, ¿eh?... y soy un joven muy atento a los detalles, me escuece que se me haya pasado por alto algo tan importante.
Lo iba a verificar, claro está. Pero antes de que pudiera seguir avanzando; el Hyuga se detuvo en seco y viró su cuello a la derecha. Fijó su mirada en una entrada externa que no parecía tener un nombre apropiado como las otras secciones del museo y se sintió muy interesado en ello.
—Espera, espera —bajó la voz e hizo uso de sus sentidos para asegurarse de que el viejo cascarrabias no estuviera cerca—. echemos un ojo a ver que hay en ésta sección, y luego nos vamos. Total, cinco minutos más, cinco minutos menos... no creo que el señor pueda estar más enojado con la vida, ¿no crees?
Jin sonrió amablemente y echó carrera hasta perderse en la curiosa oscuridad que envolvía la entrada a tan misteriosa sección. El joven del Remolino probablemente no se había puesto a pensar en ello con detalle, quizás por su prisa a sumergirse en lo desconocido; pero Yoshimitsu, quien hace pocos minutos había tanteado la opción de dejar el museo de una vez por todas, quizás tendría más tiempo y paciencia como para fijarse en que se trataba del pasillo más recóndito y escondido de el castillo entero. Y sí que era un lugar grande, desde luego.
El hyuga se mantuvo al margen hasta que su colega de la cascada respondió, directo y sin demasiado agobio. Su decisión era la de dejar el lugar cuanto antes, a lo que el hombre que le había recriminado la cuestión en un principio respondió con un rotundo silencio y una mueca de desagrado. Entonces se dio vuelta, no sin antes darle otra de sus miradas de reprimenda y se perdió de nuevo en los confines del siguiente pasillo.
—Claro, está bien. Déjame te acompaño a la salida, yo luego te alcanzo allá —comentó, tomando él la iniciativa y moviendo su menudo cuerpo hasta el pasillo lateral derecho—. aunque juro por mi familia que no he visto ningún cartel con esa norma, ¿eh?... y soy un joven muy atento a los detalles, me escuece que se me haya pasado por alto algo tan importante.
Lo iba a verificar, claro está. Pero antes de que pudiera seguir avanzando; el Hyuga se detuvo en seco y viró su cuello a la derecha. Fijó su mirada en una entrada externa que no parecía tener un nombre apropiado como las otras secciones del museo y se sintió muy interesado en ello.
—Espera, espera —bajó la voz e hizo uso de sus sentidos para asegurarse de que el viejo cascarrabias no estuviera cerca—. echemos un ojo a ver que hay en ésta sección, y luego nos vamos. Total, cinco minutos más, cinco minutos menos... no creo que el señor pueda estar más enojado con la vida, ¿no crees?
Jin sonrió amablemente y echó carrera hasta perderse en la curiosa oscuridad que envolvía la entrada a tan misteriosa sección. El joven del Remolino probablemente no se había puesto a pensar en ello con detalle, quizás por su prisa a sumergirse en lo desconocido; pero Yoshimitsu, quien hace pocos minutos había tanteado la opción de dejar el museo de una vez por todas, quizás tendría más tiempo y paciencia como para fijarse en que se trataba del pasillo más recóndito y escondido de el castillo entero. Y sí que era un lugar grande, desde luego.