2/12/2016, 22:12
La chica no parecía haber acertado ni de lejos, por suerte ahí estaba el doma-bestias. Aclaró sin pudor que a lo que se refería el bárbaro frente a ellos era a que le haría toda clase de groserías, y tras acabar la terminaría matando. La chica alzó una ceja, incrédula ante el comentario del hombre. Quizás también un poco enfadada, pero esto casi que sería un tercer plano de sus actuales sentimientos —¿Violarla?— además de difícil, sonaba absurdo. No era la mejor kunoichi del mundo, y estaba borracha; pero era sin duda una chica realmente ardiente, en el sentido literal de la palabra. Lamentablemente, el tipo sabía poco de ésta información, lo único que podía darle señal de peligro era su banda metálica.
Fue en ese momento que todo se fue a la máxima oscuridad de la noche, o de la bomba de humo, o de aquello que había vuelto todo totalmente oscuro. La chica tropezó, el domador se dispuso a hacer de las suyas, y el grandote amenazó con que la oscuridad no le salvaría de su ira. En un principio la chica no sabía si reír o llorar, pero entre su perdida y la amenaza a su ser, se dejó llevar un poco por la situación.
Aún de rodillas, alzó la mirada hacia... hacia ningún lado, pues aún no veía ni un pimiento. Aproximadamente el sitio era donde se encontraba el grandullón, tampoco podía estar del todo segura. Podía huir del sitio, o simplemente escupir una llamarada que iluminase hasta la mas oscura de las noches; pero contuvo por un momento su aliento. No trató de hacer nada, tan solo quedó en silencio.
De pronto, unió sus manos en una leve combinación de sellos, un total de cuatro. Serpiente, tigre, perro y rata. Tras ello, un vorágine de fuego arrasó con el cuerpo de la chica, dejando en su lugar una silueta en llamas. El fuego azotaba a su alrededor, vivo como el astro rey, dando forma a una silueta femenina que aún mantenía hincadas las rodillas en el suelo. Pero poco a poco éste hecho fue quedando atrás, las propias llamas comenzaron a hacerla despegarse del suelo, manteniendo la silueta en el aire mientras que bajo sus pies el calor desprendido parecía quemar todo, hasta las piedras. A todo ésto, la nube de oscuridad comenzó a desaparecer, y aunque era por otro motivo casi parecía haber sido promovido por las llamas, unas llamas que sin duda iluminaban con fuerza. A su lado, la botella de alcohol y un buen charco.
—C-capullo... mira lo qui has hecho... tsk!... —Se quejó mientras señalaba el charco.
Podía estar borracha, pero con el alcohol no se juega, no señor. Ésta catástrofe la había provocado él, y ya no había vuelta atrás... iba a probar lo que significaba irse a dormir calentito, literalmente. Quizás eso acarreaba provocar algo mas que un incendio para acertarle, pero vamos, que no se iba a librar.
Fue en ese momento que todo se fue a la máxima oscuridad de la noche, o de la bomba de humo, o de aquello que había vuelto todo totalmente oscuro. La chica tropezó, el domador se dispuso a hacer de las suyas, y el grandote amenazó con que la oscuridad no le salvaría de su ira. En un principio la chica no sabía si reír o llorar, pero entre su perdida y la amenaza a su ser, se dejó llevar un poco por la situación.
Aún de rodillas, alzó la mirada hacia... hacia ningún lado, pues aún no veía ni un pimiento. Aproximadamente el sitio era donde se encontraba el grandullón, tampoco podía estar del todo segura. Podía huir del sitio, o simplemente escupir una llamarada que iluminase hasta la mas oscura de las noches; pero contuvo por un momento su aliento. No trató de hacer nada, tan solo quedó en silencio.
De pronto, unió sus manos en una leve combinación de sellos, un total de cuatro. Serpiente, tigre, perro y rata. Tras ello, un vorágine de fuego arrasó con el cuerpo de la chica, dejando en su lugar una silueta en llamas. El fuego azotaba a su alrededor, vivo como el astro rey, dando forma a una silueta femenina que aún mantenía hincadas las rodillas en el suelo. Pero poco a poco éste hecho fue quedando atrás, las propias llamas comenzaron a hacerla despegarse del suelo, manteniendo la silueta en el aire mientras que bajo sus pies el calor desprendido parecía quemar todo, hasta las piedras. A todo ésto, la nube de oscuridad comenzó a desaparecer, y aunque era por otro motivo casi parecía haber sido promovido por las llamas, unas llamas que sin duda iluminaban con fuerza. A su lado, la botella de alcohol y un buen charco.
—C-capullo... mira lo qui has hecho... tsk!... —Se quejó mientras señalaba el charco.
Podía estar borracha, pero con el alcohol no se juega, no señor. Ésta catástrofe la había provocado él, y ya no había vuelta atrás... iba a probar lo que significaba irse a dormir calentito, literalmente. Quizás eso acarreaba provocar algo mas que un incendio para acertarle, pero vamos, que no se iba a librar.