2/06/2015, 00:41
La situación no paraba de dar giros extraños, sin embargo ante aquel mar de confusión, la mujer del gigante parecía tener un poco más de sentido común. Al parecer aquella señora se dio cuenta de que no eran las personas que su marido creía. Por lo que se digno a preguntar cómo se llamaban, o al menos eso era lo que se pudo entender de sus palabras. Sin embargo su gesto era bastante claro, aun mas con aquella ceja gigante hundida hacia el centro en un leve gesto de enojo.
—Esto no es bueno —dijo a su acompañante—. Si creen que los hemos engañado las cosas podrían ponerse feas… Tratare algo a ver si funciona.
En general no conocía mucho del mundo, pero si savia como eran las cosas cuando se iba de viaje. Y estaba consciente de que algo no cambiaba sin importar la región, y era el hecho de que aquellos que llegaban con regalos eran mejor recibidos, que los que se presentaban con las manos vacías.
Recordando aquello se quedo pensando por unos instantes que podía darles de presente a aquellos enormes seres, y de pronto recordó la cesta que llevaba consigo. Aquella en donde había guardado unos botellones de leche y unos pescados salados. Por un instante se lamento pensando en que ni siquiera les había probado, pero por otro lado se resigno a que eso era lo mejor que podía dar como una especie de ofrenda de paz.
—Viajeros —dijo el Ishimura, mientras levantaba por sobre su cabeza la cesta con alimentos a modo de regalo—. Creo que con esto las cosas estarán bien —susurro al chico rubio.
—Esto no es bueno —dijo a su acompañante—. Si creen que los hemos engañado las cosas podrían ponerse feas… Tratare algo a ver si funciona.
En general no conocía mucho del mundo, pero si savia como eran las cosas cuando se iba de viaje. Y estaba consciente de que algo no cambiaba sin importar la región, y era el hecho de que aquellos que llegaban con regalos eran mejor recibidos, que los que se presentaban con las manos vacías.
Recordando aquello se quedo pensando por unos instantes que podía darles de presente a aquellos enormes seres, y de pronto recordó la cesta que llevaba consigo. Aquella en donde había guardado unos botellones de leche y unos pescados salados. Por un instante se lamento pensando en que ni siquiera les había probado, pero por otro lado se resigno a que eso era lo mejor que podía dar como una especie de ofrenda de paz.
—Viajeros —dijo el Ishimura, mientras levantaba por sobre su cabeza la cesta con alimentos a modo de regalo—. Creo que con esto las cosas estarán bien —susurro al chico rubio.