18/12/2016, 20:03
El interior lucía parecido al resto de las locaciones. Estaba ataviado de estanterías y lotes de madera sobre los cuales reposaban los artefactos. Pero allí, sin embargo; no había la pulcritud que se presentaba fuera de aquel misterioso pasillo en donde el polvo y la tela de araña adornaba en gran parte los objetos. Daba la sensación de que no era el lugar más asiduo por los encargados del castillo, pero la pregunta era... ¿por qué?
Entre pasos cortos y silenciosos, los pies de Jin se encontraron en el suelo con lo que parecía ser un cartel. Cuando la luz de un par de velas le permitió tomarlo con ambas manos y leerlo, sólo pudo voltear a donde estaba su colega y mostrárselo inmediatamente. El cartel, advertía claramente que era una zona prohibida. Y al parecer alguien se había tomado la libertad de quitarlo de la entrada.
Ahora ellos se encontraban dentro. Otra norma incumplida, pensó el Hyuga.
—Parece una sección abandonada. Pero mira que objetos tan interesantes hay aquí, ¿por qué dejarlos fuera de la exhibición? —se preguntó en voz alta—. Éste, por ejemplo. Luce genial, ¿no crees?
Lo que señalaba era una especie de estoque sin mango. Ante los ojos inexpertos de los dos jóvenes se podría pensar que era una espada, pero el pedazo de hierro estaba unido al suelo. No tenía agarre alguno y carecía totalmente de filo. Entonces cuando el metal se movió de un extremo a otro por el agarre de Jin; el muchacho de ojos blancos pudo discernir que aquello no era un arma. No señor.
Era una palanca, la cual se había activado.
El suelo se abrió en súbito y obligó al Hyuga a caer hasta el vacío de aquel agujero. La trampa permaneció abierta todo el tiempo y fue testigo de los gritos de Jin hasta que estos cesaron completamente. Luego, un silencio sepulcral.
Entre pasos cortos y silenciosos, los pies de Jin se encontraron en el suelo con lo que parecía ser un cartel. Cuando la luz de un par de velas le permitió tomarlo con ambas manos y leerlo, sólo pudo voltear a donde estaba su colega y mostrárselo inmediatamente. El cartel, advertía claramente que era una zona prohibida. Y al parecer alguien se había tomado la libertad de quitarlo de la entrada.
Ahora ellos se encontraban dentro. Otra norma incumplida, pensó el Hyuga.
—Parece una sección abandonada. Pero mira que objetos tan interesantes hay aquí, ¿por qué dejarlos fuera de la exhibición? —se preguntó en voz alta—. Éste, por ejemplo. Luce genial, ¿no crees?
Lo que señalaba era una especie de estoque sin mango. Ante los ojos inexpertos de los dos jóvenes se podría pensar que era una espada, pero el pedazo de hierro estaba unido al suelo. No tenía agarre alguno y carecía totalmente de filo. Entonces cuando el metal se movió de un extremo a otro por el agarre de Jin; el muchacho de ojos blancos pudo discernir que aquello no era un arma. No señor.
Era una palanca, la cual se había activado.
El suelo se abrió en súbito y obligó al Hyuga a caer hasta el vacío de aquel agujero. La trampa permaneció abierta todo el tiempo y fue testigo de los gritos de Jin hasta que estos cesaron completamente. Luego, un silencio sepulcral.