20/12/2016, 20:01
Kazuma escucho a la joven pelirroja, y le fue fácil el percibir en su voz todo el nerviosismo y vergüenza que le hacían temblar. «Es una suerte el que yo no tenga ese aspecto lamentable», agradeció el hecho de que su exterior no demostrara el que compartía las mismas incomodidades que su compañera temporal.
«Veamos —Pegó su oído a la puerta y cerró los ojos para concentrarse en el sonido—. ¡Oh! Parece que está ocupado… De hecho, parece ser una especie de fiesta con mucha gente… Y muchos gemidos…» Se despegó, un poco avergonzado, pero también agradecido de no haber cometido la indiscreción de asomarse a la habitación.
Para su fortuna, lo escuchado por Ritsuko estaba lejos de parecer un bacanal de placeres carnales. Más bien se percibían sonidos que debían de ser idénticos a los habituales en una cámara de tortura: Órdenes severas, fuertes latigazos y múltiples quejidos. Sin previo aviso, la puerta se abrió y derribo a la pelirroja. Kazuma corrió junto a ella, justo a tiempo para ver a una bella mujer de rostro ofuscado asomándose.
—Espere… Puedo explicar esto —dijo en cuanto la dama dirigió una rigurosa mirada hacia ambos.
Su aspecto no era nada parecido a lo que el Ishimura hubiese esperado de una prostituta: Era alta, de facciones hermosas y con un aire de autoridad que resultaba tanto sensual como dominante. Era rubia, con ojos verde oscuro y con unos carnosos labios pintados de rojo oscuro. Lo que más resaltaba en ella era aquella indumentaria de cuero negro que se ajustaba sobre ella como una segunda piel, un vestido que resultaba tanto elegante como perverso.
El joven se encontró fascinado por tan curiosa mujer. Esta cruzo miradas con él y luego le habló con voz represiva y autoritaria, diciéndoles:
—Este no es un sitio adecuado para jóvenes que no comprenden los placeres que vienen a buscar los adultos. —Se volvió hacia adentro y se escucho como arrastraba algo pesado—. Soy una dominatrix profesional, por lo que no pienso interrumpir mi labor por simplezas como esta.
»Haré que de cuentas que no he visto nada y no llamaré a seguridad. Por favor, sean tan amables de llevarse a este inmundo, descortés e inoportuno visitante a otro sitio. —arrojo frente a ellos a un sujeto fuertemente amarrado y con una capucha en la cabeza. Luego, comenzó a cerrar la puerta—. ¡Vamos, ¿Qué están esperando?! Sean obedientes —exclamó antes de retirarse a seguir cumpliendo con su oficio.
Estando aún un poco impresionado por lo visto, Kazuma se acercó con dudas a aquel cuerpo que se agitaba, tratando de escapar del intrincado diseño que formaba la soga que lo retenía. Le quito la capucha y no pudo evitar sonreír al ver lo que había debajo.
—Es el sujeto que estábamos buscando —aseguro, con cierto entusiasmo, mientras el amordazado chillaba.
«Veamos —Pegó su oído a la puerta y cerró los ojos para concentrarse en el sonido—. ¡Oh! Parece que está ocupado… De hecho, parece ser una especie de fiesta con mucha gente… Y muchos gemidos…» Se despegó, un poco avergonzado, pero también agradecido de no haber cometido la indiscreción de asomarse a la habitación.
Para su fortuna, lo escuchado por Ritsuko estaba lejos de parecer un bacanal de placeres carnales. Más bien se percibían sonidos que debían de ser idénticos a los habituales en una cámara de tortura: Órdenes severas, fuertes latigazos y múltiples quejidos. Sin previo aviso, la puerta se abrió y derribo a la pelirroja. Kazuma corrió junto a ella, justo a tiempo para ver a una bella mujer de rostro ofuscado asomándose.
—Espere… Puedo explicar esto —dijo en cuanto la dama dirigió una rigurosa mirada hacia ambos.
Su aspecto no era nada parecido a lo que el Ishimura hubiese esperado de una prostituta: Era alta, de facciones hermosas y con un aire de autoridad que resultaba tanto sensual como dominante. Era rubia, con ojos verde oscuro y con unos carnosos labios pintados de rojo oscuro. Lo que más resaltaba en ella era aquella indumentaria de cuero negro que se ajustaba sobre ella como una segunda piel, un vestido que resultaba tanto elegante como perverso.
El joven se encontró fascinado por tan curiosa mujer. Esta cruzo miradas con él y luego le habló con voz represiva y autoritaria, diciéndoles:
—Este no es un sitio adecuado para jóvenes que no comprenden los placeres que vienen a buscar los adultos. —Se volvió hacia adentro y se escucho como arrastraba algo pesado—. Soy una dominatrix profesional, por lo que no pienso interrumpir mi labor por simplezas como esta.
»Haré que de cuentas que no he visto nada y no llamaré a seguridad. Por favor, sean tan amables de llevarse a este inmundo, descortés e inoportuno visitante a otro sitio. —arrojo frente a ellos a un sujeto fuertemente amarrado y con una capucha en la cabeza. Luego, comenzó a cerrar la puerta—. ¡Vamos, ¿Qué están esperando?! Sean obedientes —exclamó antes de retirarse a seguir cumpliendo con su oficio.
Estando aún un poco impresionado por lo visto, Kazuma se acercó con dudas a aquel cuerpo que se agitaba, tratando de escapar del intrincado diseño que formaba la soga que lo retenía. Le quito la capucha y no pudo evitar sonreír al ver lo que había debajo.
—Es el sujeto que estábamos buscando —aseguro, con cierto entusiasmo, mientras el amordazado chillaba.