22/12/2016, 01:23
"Bueno, pues... aquí estamos"
En el cruce de los tres países, bajo la atenta mirada de tres enormes estatuas, las cuales representaban a tres poderosas personas que una vez habían habitado la tierra, se encontraba Juro. Después de tanto tiempo, y de todo lo que había pasado, necesitaba volver. Volver al sitio al que una vez había ido, en sus inicios de ninja, para admirar su grandeza.
Ya habían pasado tres años desde entonces.
Casi podía recordar sus pasos por ahí, aun de niño, casi de la mano de su hermana Katsue. Ella no estaba aquí con él, ahora. No por ninguna desgracia, claro esta. Gracias a los cielos seguía viva, bien, y más fuerte que nunca. Simplemente se había quedado en casa, junto con Furui, su anciana "sensei". Él mismo lo había pedido así. El hacer este viaje por primera vez, solo , había simbolizado su madurez.
Y ahí estaba. Había logrado llegar hasta aquella enorme cascada, con la esperanza de que sus ideas se aclarasen de una vez por todas. Porque nadie lo hacía. Nadie quería conversar sobre lo ocurrido en el torneo. Había pasado ya más de un año – casi dos, para ser exactos – y se había enquistado como un trauma en su subconsciente. Su hermana simplemente ignoraba el tema. Y Furui hacia igual. Pero él no podía olvidarlo.
– ¿Como lo hicisteis vosotros? – preguntó, en voz baja, mirando a las estatuas –. ¿Como enfrentasteis al mal? ¿De dónde sacasteis el coraje para hacerlo?
Porque el temblaba de puro miedo. Al recordar su casi muerte, que en realidad fue muerte del todo. Nunca nadie explico eso. ¿Quién era el hombre de la risa escalofriante del que se tenían que cuidar? ¿Había más como esa cosa que surgió en mitad del torneo? Necesitaba coraje. Coraje para seguir después de eso. Miraba a esas estatuas, esperando que le revelasen una pista para encontrar lo que perdió aquel día.
Entre esas y otras cavilaciones, Juro se quedó pensativo, cercano a una de las estatuas. Se mantenía sentado, mirando el paisaje. Pero no estaba para nada sereno. Más bien presentaba la obstinación propia de un niño, el cual no pensaba moverse hasta no lograr su objetivo.
Y el tiempo pasaba, al igual que la luz del sol...
En el cruce de los tres países, bajo la atenta mirada de tres enormes estatuas, las cuales representaban a tres poderosas personas que una vez habían habitado la tierra, se encontraba Juro. Después de tanto tiempo, y de todo lo que había pasado, necesitaba volver. Volver al sitio al que una vez había ido, en sus inicios de ninja, para admirar su grandeza.
Ya habían pasado tres años desde entonces.
Casi podía recordar sus pasos por ahí, aun de niño, casi de la mano de su hermana Katsue. Ella no estaba aquí con él, ahora. No por ninguna desgracia, claro esta. Gracias a los cielos seguía viva, bien, y más fuerte que nunca. Simplemente se había quedado en casa, junto con Furui, su anciana "sensei". Él mismo lo había pedido así. El hacer este viaje por primera vez, solo , había simbolizado su madurez.
Y ahí estaba. Había logrado llegar hasta aquella enorme cascada, con la esperanza de que sus ideas se aclarasen de una vez por todas. Porque nadie lo hacía. Nadie quería conversar sobre lo ocurrido en el torneo. Había pasado ya más de un año – casi dos, para ser exactos – y se había enquistado como un trauma en su subconsciente. Su hermana simplemente ignoraba el tema. Y Furui hacia igual. Pero él no podía olvidarlo.
– ¿Como lo hicisteis vosotros? – preguntó, en voz baja, mirando a las estatuas –. ¿Como enfrentasteis al mal? ¿De dónde sacasteis el coraje para hacerlo?
Porque el temblaba de puro miedo. Al recordar su casi muerte, que en realidad fue muerte del todo. Nunca nadie explico eso. ¿Quién era el hombre de la risa escalofriante del que se tenían que cuidar? ¿Había más como esa cosa que surgió en mitad del torneo? Necesitaba coraje. Coraje para seguir después de eso. Miraba a esas estatuas, esperando que le revelasen una pista para encontrar lo que perdió aquel día.
Entre esas y otras cavilaciones, Juro se quedó pensativo, cercano a una de las estatuas. Se mantenía sentado, mirando el paisaje. Pero no estaba para nada sereno. Más bien presentaba la obstinación propia de un niño, el cual no pensaba moverse hasta no lograr su objetivo.
Y el tiempo pasaba, al igual que la luz del sol...
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60