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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#2
Ryuujin saltaba de rama en rama por las calles de Takigakure como era habitual en todos los ninjas de la aldea, tan acostumbrados a cruzar el bosque como a andar por casa. Con el final de la Despedida acercándose, el frío podía notarse en cada esquina aunque el yuki no lo sentía en absoluto, para él esa temperatura era normal, e incluso echaba de menos la nieve del País del Hierro, la cual no cuajaba en los húmedos bosques del País del Río. Se abalanzó sobre un charco y atravesando los pasillos de madera abrió la puerta de su casa.

- ¡Ya estoy en casa! - Informó mientras cerraba la entrada.

Era un piso pequeño con dos habitaciones, un único pasillo y lo básico, ubicado en un bloque de otros siete pisos iguales. Nada especialmente lujoso, pero suficiente para vivir. Se descalzó y posó su cazadora azul en el perchero. Cuando dirigió su mirada hacia la sala de estar vislumbró una figura adulta y gorda tras la pared. Era imposible que fuese su madre así que, con su diestra preparada, avanzó rápidamente y abrió la puerta corredera.

- Ya era hora de que llegases - exclamó. - ¿Dónde está mi dinero?

Se trataba de Shiro, el casero de Ryuujin. Un hombre obeso que pesaría aproximadamente unos ciento veinte kilos, con barba y peinado a lo césar. Su madre se encontraba al otro lado de la salita, vistiendo un kimono y sentada sobre un cojín. Hizo un gesto involuntario con la mano llevándosela hacia el portaobjetos.

- Ahora mismo no puedo pagarte… - explicó sin saber muy bien como mantener la mirada.

- ¡¿Cómo que no puedes?! - Gritó furioso haciendo retroceder al chico. - ¿Y qué es eso que llevas ahí?

El arrendatario se acercó furtivamente hacia las pócimas que Ryuujin guardaba pero éste reaccionó rápido, echando la pierna izquierda hacia atrás bloqueó con su muñeca el brazo de Shiro.

- Son las medicinas de mi madre, ni se te ocurra tocarlas. - Advirtió de manera lo suficientemente amenazante como para calmarle.

- Jumm… Está bien. En esta ocasión has tenido suerte, tengo un encargo para ti. - Respondió con media sonrisa a medida que se alejaba. - Hace pocos días compré unas armas a un mercader de la Ciudad del Herrero, en el País del Remolino. La situación es sencillo, ya no las quiero y tú vas a devolverlas por mi.

Ryuujin escuchó con suma atención los detalles que comentaba su casero, pese a que no tenía ni idea de dónde se encontraba esa ciudad.

- ¡Ah! Y que no se me olvide. El plazo de prueba es de siete días, y ya llevo digamos… unos cinco. Así que tienes dos días para llegar allí. - Finalizó.

- ¡¿Cómo?! Pero eso es imposible. - Respondió el ninja.

- Ese no es mi problema, si no vuelves con mi dinero os echaré a la calle.

El chico meditó por un momento las palabras del dueño y, mirando a su madre, finalmente aceptó la proposición. Gracias al tiempo que pasó con Tatsuya y Hao, aprendió lo suficiente como para poder moverse por este mundo algo mejor. Sabía que existía una red ferroviaria que conectaba todo el continente. Solo era cuestión de subir al tren como quien dice y dar con la ruta correcta.

***

Otra vez sus dientes afilados acechaban, el bucle de imágenes no paraba. Una y otra vez el gigante felino perseguía al niño por el bosque hasta alcanzarse. Fue el pitido del tranvía quien sacó a Ryu de su ensueño, o mejor dicho, terrible pesadilla. Con el cuerpo sudoroso alzó el torso y trató de poner en orden sus pensamientos. El tren había llegado a su última parada. Debía bajar y escapar como pudiese sin ser visto.

Minutos más tarde se encontraba en algún punto perdido en el País de la Tormenta. No se había dado cuenta, pero entre su vuelta desde La Frontera del este y este último viaje había anochecido. Ni si quiera le había dado tiempo a despedirse de Li o preparar algo de comer, aunque esto último no le preocupaba. Los samurais a veces se pasaban días en ayunas y la aspiración de Ryu era superarles. Tras un buen rato deambulando sin rumbo escuchó el sonido de una cascada. Comenzaba a anochecer, pero el familiar sonido le hizo confiarse y se guió por su oído. Corrió atravesando lo que quedaba del Bosque de la Hoja y acabó en el Valle del Fin.

Tres imponentes esculturas de piedra custodiaban el acantilado rodeadas del agua de la gigantesca cascada. El shinobi caminó por lo que parecía ser la estatua de un anciano con el sello del carnero, algo desesperado por no encontrar ningún indicio de población. Escrutó un poco el lugar hasta que dio con un chico de pelo obsidiana de grandes ojos color café. Tendría unos quince años pero al yuki no le importó y se acercó con total confianza.

- ¡Hey! - Saludó a corta distancia. - ¿No sabrás donde estamos, verdad? - Preguntó sonriente sin poder evitar un deja vi.


Los *** es para saltarme la infiltración en el tren y no hacer el post muy pesado. Espero que no te parezca muy cutre la entrada xD ¡Saludos!
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Mensajes en este tema
Recapitulaciones - por Eikyuu Juro - 22/12/2016, 01:23
RE: Recapitulaciones - por Ryuujin - 22/12/2016, 02:41
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RE: Recapitulaciones - por Ryuujin - 2/01/2017, 18:36
RE: Recapitulaciones - por Eikyuu Juro - 3/01/2017, 16:59


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